domingo, 11 de octubre de 2009

REVOLUCIÓN DEL 34.

Revolución del 34 ¡NO SOMOS NADIE!

Ya se sabe seguro que los aviones leales quemaron la Universidad y casi seguro que los moros y legionarios volaron la Cámara Santa.

No hay constancia que las ordenes fueran personales de Franco. ¡¡¡lo descubriremos!!!

Leo en La Nueva España de hoy (8-10-9) a don Ramón Rodríguez, me dicen hombre serio, por lo menos hasta hoy: “No creo que fuesen los mineros quienes quemasen la Universidad” y sigue más cómico aun “No creo que los mineros, con tantas clases como recibieron, quemasen la Universidad. Creo que fueron los aviones”. El resaltado es mío.

Y todo esto lo afirma “tras escuchar nuevos testimonios”.

Sería interesante en gran modo que contase los nuevos testimonios, siempre, naturalmente, con nombres y apellidos de los testimoniadores.

Perdone la impertinencia, pero se ha mentido tanto sobre el 34, en especial por parte de la izquierda, que uno ya no sabe de quien fiarse.

Los aviones leales bombardearon muy raramente la zona central de la ciudad, es bastante fácil de comprender, era donde estaban los suyos. Cierto que bombardearon la Plaza del Ayuntamiento (10-10-34), pero es que era un blanco muy goloso con mucho miliciano, allí sabían que no iban a matar a nadie de los tuyos. La principal intervención fue en las Cuencas para desmoralizar a los milicianos. Es un hecho cierto que tiraron más papeles de propaganda que bombas (2.400 justas, las más usadas eran de 10 kg, las más pesadas de 25, había muy pocas. Era la penuria en que nos había dejado el señor Azaña. Muchas de las 2.400 eran bombas de circunstancias, algunas una bomba de mano pegada con esparadrapo a un bidón pequeño de gasolina).

Escribía Clara Campoamor (1-11-34): “La impresión que produce Oviedo es desoladora (ella sabía que habían sido los aviones, pero como ya sabemos lo fascista que era no quiso decir nada). Por el contrario Mieres, Sama…el aspecto es normal… En general los únicos edificios destruidos… son los cuarteles de la Guardia Civil”. Revolución de Asturias, Castro, Madrid, 1934, p.97.

Según los nuevos testimonios aseguran “coincidió la primera explosión con el momento en el que los aviones atravesaron la ciudad de Norte a Sur ametrallando”. Era el día 13.

Le explico: si los aviones venían de N a S quiere decir que entraron por el Naranco, si usted traza una recta sobre el plano, ésta pasa por encima de la cárcel (en poder de los leales), un pelín al oeste del cuartel de Pelayo (en poder de los leales, hoy Universidad), llega al cuartel de Santa Clara (en poder de los leales), atravesando una zona que siempre estuvo en poder de los leales y por fin llega a la Universidad. Por favor me puede decir a quien ametrallaban en ese vuelo sobre amigos. O por ahí no iban ametrallando o el fuego amigo de Irak fue una caca comparado con éste.

Llevando ese rumbo no pueden ametrallar la Universidad, ésta está oculta de vistas y fuegos por las altas casas, algunas de ocho pisos entonces, de la calle Argüelles. Los ametrallamientos se hacen en vuelo rasante, y mal se puede rasar sobre un edificio de dos pisos (Universidad) teniendo delante y pegadito a él uno de ocho.

Y para que iban a ametrallar o bombardear la Universidad, era gastar munición a lo tonto, la zona de combate, muy duros combates, para entonces estaba en San Lázaro salida hacía las Cuencas.

Sí hubiese sido muy fácil viniendo con otro rumbo cualquiera, todo el recorrido hubiese sido sobre la zona enemiga más ocupada y sin ningún (NINGUNO) medio antiaéreo para defenderse. Me cuentan, aunque no lo tengo tan verificado como los aviones de don Ramón, mis testimoniadores que llegaron a tirar voladores a los aviones, seguramente los que habían sobrado de las fiestas de San Mateo. Salvaron les cogió en época buena.

De todas maneras, ¿sería usted capaz de explicar porque la Universidad estaba repleta el día 13 de gasolina y dinamita? Con la rebelión vencida, el 11 estaba ya en Oviedo el general López Ochos con sus legionarios y moros, y los milicianos huyendo en bandadas hacia las cuencas,

La Universidad había estado, y permanecía hasta ese día, en primera línea de fuego, el día anterior había caído el edificio de la Telefónica, a una distancia de setenta metros de ella. Y a ciento setenta el cuartel de Santa Clara repleto de veteranos guardias de Asalto de una compañía especial destacada en Asturias (la 24, expedicionaria de Burgos), muy capaces de un golpe de mano ante un objetivo tan goloso como eran la dinamita y la gran cantidad de gasolina almacenados tan cerca. El capitán de esta compañía fue el que mandó ocupar la torre de la catedral. Derribaron la puerta y el teniente de Asalto Luis Plaza se hizo cargo de su defensa con diez y seis soldados y nueve guardias de asalto, tiradores especiales. A. Llano y Roza de Ampudia, Pequeños anales de quince días. La revolución de Asturias, talleres tipográficos, Altamirano, 5, Oviedo, 1935, p.27. Su primera azaña fue contra un blindado anarquista de la Felguera, que confiado entró en la plaza para atacar el Gobierno Civil. Tirando a las estrechas mirillas en un tiro muy difícil, mataron al conductor e hirieron muy grave al ayudante. No volvieron a intentarlo.

No parece un lugar demasiado adecuado para guardar materiales tan peligrosos, teniendo como tenían sitios a “esgalla” en el Fontán y todo el barrio de San Lázaro, próximos pero lo suficiente lejos de la línea de fuego, mucho más adecuados y seguros, rodeaos de gente amiga.

La Universidad no tuvo gasolina ni dinamita hasta esa fecha, en la que a las dos de la tarde salieron los 60 milicianos que la habían minado, por la tarde explosionaba y ardía como una tea. Y fue puesta allí para lo que don Ramón Rodríguez y yo sabemos, dándole fuego en el momento elegido.

Esto es tan fácil de comprender, como que no se deben guardar los libros valiosos en el “bañal” de la cocina. Ni hace falta ser un gran táctico para lo primero ni un gran bibliotecario para lo segundo. Y los milicianos eran valientes pero no tontos como pretende demostrar, se supone, don Ramón.

Nos habla de las tonterías que María Teresa León decía, esa señora, pasable escritora y compulsiva mentirosa, ni idea tenía de lo que pasó en Oviedo entre el 12 y el 14, cuando el peso de la lucha era en los barrios periféricos camino de las cuencas. No parece muy lógico que bombardeasen las calles centrales, las de los suyos, que nunca habían sido bombardeadas. Decía también la sincera Teresa “los reaccionarios acusaron a la canalla de barbarie, pero no era la culpable; cuando había estado en el poder, no había destruido nada”. Le recuerdo a la señora y a don Ramón que parecen no acordarse, que a menos de un mes de proclamada la República, esa canalla, naturalmente apoyada por sus líderes y ESTANDO EN EL PODER, había quemado casi mil iglesias, todas repletas de tesoros artísticos innumerables e irrecuperables para la Humanidad. Como guinda había quemado la mejor biblioteca religiosa del mundo después de la del Vaticano, la de los Jesuitas de la calle de la Flor. Se perdió toda: Objetos de valor incalculable. Ediciones únicas. Manuscritos de Santa Teresa de Jesús, San Francisco de Borja y de San Ignacio de Loyola. 80.000 volúmenes de la biblioteca (ediciones príncipes de Lope de Vega, Quevedo, Calderón, etc.), incunables, reliquias, estatuas, pinturas, etc.

Claro que, como estos incultos seguramente serían de derecha, para que los quisieran las fuerzas de la Cultura, ya que, como bien sabe doña Teresa, don Ramón y todos nosotros, los genios siempre son de izquierda.

El cuñado de Azaña danzó sobre sus cenizas, el mismo se jacta ante don Manuel, que no le parece del todo mal. C. Rivas Cherif (cuñado de Azaña), Retrato de un desconocido, p.191.

Nos dice don Ramón: “la biblioteca actual «es más valiosa» que la destruida en octubre de 1934”.

¿Nos está tomando el pelo? ¿Se imagina como sería ahora si no la hubiesen volado?

¿Seguro que hay ahora libros, joyas de la Humanidad destruidas para siempre, como?:

“Libros en que están copiladas algunas bulas de nuestro mui sancto Padre e concedidas a favor de la jurisdicción real de sus altezas e todas las pragmáticas que están fechas para la buena gobernación del Reino”, impreso a costa de Joan Ramírez, escribano del Consejo de Alcalá de Henares, 1.503. Tratado de perspectiva. Juan, Arzobispo de Canterbery, 1504.

¿Hay también ahora más de 250 manuscritos? Era la Universidad española que más tenía. ¿Hay más de 66 incunables? ¿Hay más valiosas obras impresas en el siglo XVI y XVII de las que había? Tenía una Biblia medieval miniada del siglo XIII. R. Rodríguez Álvarez, Tesoros Bibliográficos de Asturias, Cajastur, Oviedo, 1998, p.110.

Seguro que hay cuadros de rectores de firmas tan prestigiosas como había, nos contaba, a don Ramón también, su tocayo el catedrático de Historia del Derecho, Prieto Bances, cuando los catedráticos de la Universidad de Oviedo eran catedráticos: “Lo que más siento es la desaparición de las dos bibliotecas de la Universidad: la biblioteca general y la biblioteca especial de la Facultad de Derecho… lo que no puede reconstruirse son esas dos biblioteca que tenían un fondo antiguo valiosísimo e inapreciable… Se han perdido notables obras de arte, como cuadros de Zurbaran, de Ribera y de otros pintores estimables del XVIII y XIX. Retratos antiguos… Muebles y tapices del siglo XVII verdaderamente notables. Diario Región, Oviedo, 2-11-34.

No solo quemaron la biblioteca de la Universidad (55.000 volúmenes a sumar a los que hay ahora ¡No es mal sumando!) también quemaron la valiosísima del Seminario Conciliar, más de 22.000 volúmenes, la de los padres dominicos, , unos 15.000 ejemplares, el Archivo de la Audiencia territorial, el Archivo Episcopal y otras de menos fuste pero muy importantes, como nos contaba el catedrático Bances, Derecho, Químicas

¿No me diga que de estas no hay indicios más ciertos de que las quemó la aviación leal? No sabe el peso que me quita de encima.

¿También la aviación leal voló el Instituto con todos los presos dentro y dos mil kilos de la dinamita cogida en la Manjoya?

¿Y el convento-seminario de Santo Domingo? Absolutamente alejado de la línea de fuego. ¿A los 8 seminaristas, uno de 17 años y otro de 18, también lo ametralló la aviación azul?

¿Y las Pelayas en similar situación?

La Cámara de la Propiedad Urbana de España certifica que durante la revolución se destruyeron en España 63 edificios particulares, 58 iglesias, 26 fábricas, 58 puentes y 750 edificios públicos. ¿No sería la aviación leal? Entérese por favor, falta nos hace.

¿Seguimos?

Una de las cosas más graciosas que cuenta don Ramón, parece mentira que sea un serio bibliotecario y me dicen que bueno: “No creo que los mineros, con tantas clases como recibieron, quemasen la Universidad”.

¿Fue un máster en Mieres? ¿No seria por la UNED?

Prueba de la eficacia de las “tantas clases”, nos la da un comunista autor, comenta el incendio de la Universidad: “Si perdemos, ¡que se joda la Universidad! Y si ganamos, ¿para que queremos sus textos? M. Álvarez Suárez, Sangre de Octubre: UHP, Cenit, Madrid, 1936, p. 147.

El Comercio, Gijón (30-10-34), enterado como don Ramón de las eficaces clases, se preguntaba. Y esa cultura ¿dónde está? La Universidad de Oviedo, destrozada por la dinamita con su biblioteca gloriosa… ¿ha producido alguna protesta de esos centros que se dicen culturales y que se llaman Ateneos (Ateneo Obrero de Gijón y al Ateneo de Madrid, en genera todos de izquierda)?... No se ha sentido ningún grito de repulsa contra aquel acto vandálico. Lo cual indica que… esa cultura que se administra en tantos pueblos (se refería sin duda a las “tantas clases como recibieron” durante la preparación de la revolución) logra esos frutos paradójicos: preparar esas voladuras que harían ruborizarse al propio Atila, o contemplar con indiferencia semejante ataque a la primera de las bibliotecas de Asturias. ¿Qué se diría, si… la biblioteca de Mieres, para la propaganda soviética hubiese sido incendiada”.

12-10-34. Los destrozos eran terribles, el jefe de la insurrección envió un mensaje como si tratara de evitar que el niño rompiese el jarrón de la sala: “Que tengan cuidado con lo que hacen; que procuren no estropear nada”. JJ. Menéndez, de. S. Cañada, “R. González Peña, generalísimo de la revolución”, p.160. Curiosamente, cuando le entraron esos reparos, las tropas ya habían roto el cerco de Oviedo. Y González Peña estaba preparando la huida llevándose el dinero del Banco de España.

13-10-34. Se lucha muy duro en Villafría y San Lázaro salida para las Cuencas, dura la pelea cuatro días con sus noches (14 al 17), resisten bravamente los milicianos, las posiciones cambian a menudo de mano, hay muchos muertos por las dos partes, mientras tanto otros incendian las casas de la calles Mendizábal, Argüelles y muchos otros sitios donde no se combatía.

La última lección magistral de las famosas clases fue la dada (15-10-34), en su manifiesto, el Comité de Alianzas Obreras y Campesinas de Asturias: “Tras nosotros el enemigo solo encontrará un montón de ruinas”. F. Solano Palacio, La Revolución de Octubre, Quince días de Comunismo Libertario, Fundación de Estudios Libertarios, Madrid, 1994, p.177. En Oviedo ese asunto lo llevaron a rajatabla.

Francisco Alamán Castro.

1 comentario:

nika dijo...

Decía Borges de la casta política peronista, que lo más imperdonable era que "su indigencia intelectual les llevaba indefectiblemente a la indigencia moral". No sé que diría de nuestra casta política y sus palmeros, los 'intelectuales', pero más que indigencia creo que diría indecencia.

saludos