UPyD afirma que el desafío de Nadal al resto de sus socios en el ayuntamiento de Palma, pone a prueba la falta de coherencia general contra la corrupción y el apego de todos ellos a los cargos.
Miquel Nadal no sólo incumple el código ético (por estar doblemente imputado y habérsele retirado el pasaporte), sino que también pone presión sobre el nuevo presidente de su partido, Josep Melià, que siempre se ha mantenido en silencio en relación a las múltiples imputaciones a sus compañeros de partido.
Nadal practica indignamente la supervivencia, aferrándose hasta el final a la forma de hacer política que ha caracterizado a todos los partidos políticos de Baleares: condescender, ponerse de perfil o incluso pactar con la corrupción de UM, con objeto de fraguar pactos de gobierno.
La resistencia de Nadal (escenificada ante los afiliados en un acto el día 29 en el Hipódromo de Son Pardo), pone en evidencia al Bloc, cuyos ultimátums y plazos para dar un golpe sobre la mesa en nombre de la dignidad anticorrupción, rompiendo el Pacte y marchándose como sí ha hecho ERC, expiran en vano una y otra vez, convirtiéndose lo que queda del Bloc, con Eberhard Grosske a la cabeza, en el hazmerreír de la irrisoria clase política balear.
La lugarteniente de Nadal, Cristina Cerdó, se suma al espectáculo y frivoliza jactanciosamente con las debilidades de Aina Calvo. Osa proponer que todos los que se encuentren a disgusto en el seno del pacto, pueden abandonarlo, para permanecer ellos junto al PSOE. En fin, una fanfarronada propia de quien pretende soslayar impunemente la verdadera situación de su partido.
Para UpyD, la tragicomedia anticorrupción que se vive en el ayuntamiento de Palma, debe servir a los palmesanos para hacer patente la incoherencia de los partidos de Baleares contra la corrupción, un arma arrojadiza siempre que se reproche la de los demás, por supuesto.
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