miércoles, 12 de mayo de 2010

EL JUEZ GARZÓN SE REFUGIA.






REFUGIO EN LA HAYA.


Sobre Baltasar Garzón pesan tres acusaciones de prevaricación por tres casos distintos. En uno de ellos, se suma el cargo de cohecho. Son los peores delitos que puede cometer un juez en cuanto tal. Ni que decir tiene que Baltasar Garzón no ha sido condenado en ninguno de esos tres casos y que por lo tanto cuenta con la presunción, ante la justicia, de que es inocente. Pero el hecho de que se pueda decir, con la ley en la mano, que lo es, no quiere decir que no quepa considerar que en alguna de las causas contra él carezcan por completo de base. Es una situación de incertidumbre mientras se dirime judicialmente la situación del acusado, en la que cada observador tiene el derecho de formarse una opinión, con la información que pueda poseer, sobre la probabilidad de que Garzón sea declarado culpable o inocente en cada uno de los casos.

Qué cabe duda de que quien cuenta con información de primera mano sobre la culpabilidad o inocencia de Baltasar Garzón es el propio acusado. No es ya que las acusaciones sean graves. Es que Garzón podría perder el puesto privilegiado en el que ha desarrollado la parte más vistosa de su carrera, y que le ha permitido crear todo un personaje, el del justiciero frente al que no se le opone nungún poder cuando se trata de enmendar las causas que él considera injustas. El ajuste entre el personaje y su función como juez es lo que le ha llevado al banquillo. Especialmente en su causa general contra el franquismo, en que el justiciero, puestos a librar su batalla contra la injusticia, se saltó la ley de Amnistía. No es que no contase con argumentos jurídicos cuya validez deberá juzgar el Tribunal Supremo. Lo que es incuestionable es que en otro caso, con implicaciones ideológicas opuestas, Garzón consideró más válida la Ley de Amnistía y los argumentos de quienes ahora le acusan que su criterio actual. Hablamos, claro está, del intento de llevar a Santiago Carrillo frente a sus presuntos crímenes ante un tribunal.

En cualquier caso, existe la posibilidad de que el juez Varela dicte el auto de apertura del juicio oral. Ello llevaría al Consejo General del Poder Judicial a suspenderle cautelarmente de su puesto en el juzgado número 5 de la Audiencia Nacional, que ha mantenido durante 21 años con el único paréntesis de su paso formal por la política, con el Partido Socialista. Y Baltasar Garzón, en un movimiento característico suyo, ha decidido irse antes de que le echen. Se va de asesor externo a la Corte Penal Internacional de La Haya, para lo cual ha solicitado un permiso de servicios especiales. Hábil como es este movimiento, puede considerarse también como impropio de una persona que crea en su inocencia y que la valore lo suficiente. Es una huída, una táctica, un movimiento audaz y oportuno, pero no es valiente ni demuestra una fe inquebrantable en su inocencia.

Con todo, Baltasar Garzón, el asesor del Tribunal de La Haya, puede seguir siendo el personaje mientras cesa, al menos temporalmente, como juez. Si saliese inocente de las tres causas que pesan sobre él (y la mera acumulación no es argumento para considerarle culpable), podrá volver a su puesto en la Audiencia Nacional, con el ego incrementado y el personaje jalonado con heridas de guerra que le convierten en un héroe. Y probablemente con una Ley de Memoria Histórica que le abrirá más puertas que las que tiene ahora para retomar su causa general contra el franquismo.

Pero si resulta ser culpable, debería abandonar cualquier relación con el mundo judicial, más allá de lo que le imponga la sentencia. Sería una buena ocasión para él de entrar de lleno en la política, sin escudos judiciales. (Factual).

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