martes, 3 de mayo de 2011

¿SANTA O CRETINA?







¿UNA SANTA O UNA CRETINA?

MEZCLA A MOISÉS CON CRISTO

Mercedes Milá recurre a la Biblia para criticar la muerte de Ben Laden


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¿SANTIDAD O CRETINEZ?


Si una persona (en este caso Mercedes Milá) rechaza la muerte de uno de los mayores terroristas asesinos del mundo, que está escondido, y con deseos de seguir matando, podemos preguntar lo siguiente:



Supongamos que este terrorista asesina a toda la familia de MM. ¿Seguiría diciendo lo mismo? ¿Seguiría criticando que lo hayan matado? Si fuera así, reconocería el altísimo nivel moral de MM. Un nivel que no alcanzamos el resto de los mortales.


Buda, Jesucristo y otros santos y santas. Además de MM.
Pero lo más probable es que haga propaganda. Porque lo más probable es que si este terrorista (ahora eliminado) asesinara a toda la familia de MM, ésta reaccionara con ira, deseando la muerte de este miserable. Si así fuera, y creo que es lo más probable, es una cantamañanas. Es muy fácil dar grititos de indignación cuando no te tocan el propio trasero.



Es lo que les pasa a muchos pacifistas. Te meten una flor por las narices para mostrar su profundo pacifismo. Pero si las bombas cayeran cerca y las balas silbaran al ladito, la mayoría de estos pacifistas (con el trasero húmedo) irían a protegerse detrás de los soldados. Y exigirían que éstos les defendieran. Pegando tiros, claro.


Alcanzar la altura moral de, por ejemplo, Teresa de Calcuta, es algo excepcional. La vida de MM (y de la mayoría de nosotros) no permite suponer que esté a la altura de los grandes santos y santas. Penoso.


Sebastián Urbina.
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A TRAICIÓN.

Ya se nos había advertido en el pareado memorable que encabeza La Biblia en verso: "Nuestro Señor Jesucristo nació en un pesebre, donde menos se espera salta la liebre". Nadie se llame a asombro entonces si cuando el planeta permanecía en vilo a la espera de las represalias de Cebrián y Moreno, resulta que quien saltó raudo a dar el cante fue El Mundo. Y qué cante. La Traviata. Así, con Osama pidiendo tanda ante la puerta del infierno, un Carlos Fresneda conseguía sobreponerse por un instante al abatimiento para clamar en la edición digital: "El líder de Al Qaeda fue sorprendido a traición". Pues, conforme ordenan los protocolos de la guerra de Gila, el "líder" debiera haber sido alertado por conducto notarial, teléfono, correo ordinario y Twitter. Todo ello con al menos con una semana de antelación a proceder al asalto de su residencia.

No fuera a ocurrir que me lo pillaran reunido, desarmado o en comisión de servicios. Tal sería el modus operandi elegante, señorial y caballeroso que, como es lógico, procedería esperar del Ejército de los Estados Unidos ante trance semejante. Y, sin embargo, para escarnio del compungido Fresneda, resulta que lo han abatido "a traición", como si de un infame criminal prófugo se tratara. Cosas veredes, amigo Fresneda, que faran fablar las piedras. Al respecto, sostenía François Revel en célebre aserto que, hoy día, los requisitos para lucir la vitola de progresista se han democratizado tanto que restan al alcance de cualquiera.

Y es que, a fin de ser admitido en esa atalaya de la respetabilidad civil, basta y sobra con pronunciarse de modo sistemático contra los norteamericanos. Por norma. Se trate de lo que se trate. Siempre. Como en su día, el mismo 11-S por más señas, Leonard Boff, celebrado teólogo que, henchido de amor fraternal y cristiana compasión, dio en lamentar que solo un avión acertara a estrellarse contra el Pentágono. Porque ese ilustre hijo de Jehová, según pía confesión, habría deseado que fuesen veinticinco. O su igual, el entonces candidato a presidir la Generalidad, Pasqual Maragall, que se apresuró a justificar la matanza de Nueva York apelando a peregrinos agravios económicos que Ben Laden jamás mencionaría. Congratúlese, Fresneda, congratúlese. Como el Liverpool, tampoco usted caminará nunca solo. (José Garcia Domínguez/ld)

1 comentario:

UVA dijo...

Santa, desde luego, NO.

Es más bien la personificación de la estulticia en grado sumo.

Una vez, cuando organizaron por primera vez ese espanto de concurso llamado Gran Hermano, (en el que ella mangonea, pontifica, y se nos muestra en sus mejores esencias), dijo que iba a ser un experimento sociológico. Y se quedó tan contenta...

Otra vez, desde la tele, nos contó la felicidad que le produce orinar en la ducha. De lo cual me congratulo, pues nunca la felicidad ha estado tan a mano ni tan al alcance de ricos y pobres sin distinción.

Bueno, pues si ahora nos mezcla la Biblia con Bin Laden, y se compadece de un pobre terrorista bien tiroteadito y completamente muerto sin posibilidad de resurrección, ¿de qué nos podemos extrañar?

Y lo peor no es ella. La pobre es así, y no puede luchar contra su naturaleza. Los peores son quienes la ponen delante de una cámara y le dejan hablar.... seguidos a corta distancia por quienes le escuchan.