miércoles, 16 de octubre de 2013

CAFÉ PARA TODOS.















La primera y más importante medida que Rajoy tendría que tomar es suspender el Estado de las Autonomías y conceder un estatus especial y diferenciado a Cataluña y a Euskadi. El café para todos es una hipocresía lamentable y carísima’.


Salvador Sostres.

20:12 28/10/2011 (LaVozdeBarcelona)



CAFÉ Y ACHICORIA.






Veo y escucho, a veces, a S. Sostres en Veo7, y suele decir cosas sensatas. Frente a las menos sensatas opiniones de los socialistas (camuflados, o no) que tratan de echar basura al ventilador, o decir que no hay que mirar atrás (sólo hasta la etapa zapateril, porque mentar a Aznar, si vale), o tratan de no dejar hablar a los demás. Cuando los demás critican sus opiniones.






Dicho esto, la propuesta de Sostres me parece inaceptable.






¿Por qué Cataluña y Euskadi deberían tener un status especial y diferenciado? Se me ocurre un argumento histórico y un argumento de actualidad. El histórico me parece infumable en una sociedad democrática.






Supongamos que es un hecho que estas dos Comunidades Autónomas tuvieran, su día, estatuto de autonomía. Como sabemos, de los hechos no podemos derivar, lógicamente, ningún valor. O sea, del hecho de que estas dos Comunidades tuvieran estatuto de autonomía en el pasado, no se deriva que, ahora, deban tenerlo. O deberían tenerlo diferenciado y especial. Lo mismo que si hubieran sido un imperio.


Igual que para las demás. Del hecho de que las demás Comunidades Autónomas, no tuvieran estatuto de autonomía en el pasado, no se deriva que no deban tenerlo ahora.






Un argumento más fuerte sería que, actualmente, los catalanes y los vascos ‘sienten’ que pertenecen a una nación, la nación catalana y la nación vasca. En cambio, los demás españoles se conforman con ser españoles. Poca cosa es, pero en fin.






Sin embargo, podríamos plantear la cuestión al revés. Demos un estatuto especial y diferenciado a los españoles que quieren serlo, y otro inferior a los que prefieren ser catalanes y vascos. O sea, los que dicen que ellos son una nación y España es un sólo un Estado. 





Llegados a este punto, añadiré dos cosas. La primera es que por mucho que se de y se regale a los nacionalistas, no servirá para nada. Son insaciables. Si se les diera un status especial, repetirían hasta la náusea: ‘que se note’; 'es poco'; queremos más'. Que es lo que han hecho siempre. No me invento nada.






La segunda es que, en una sociedad democrática, prima (o debería primar) la igualdad ante la ley. Del mismo modo que resulta inaceptable el fuero vasco y el amejoramiento navarro, resulta inaceptable que unos señores quieran trato especial porque en el pasado sucedió lo que fuera. Por ejemplo, que en la II República tuvieron Estatuto de Autonomía. Bueno, lo peor no es esto. Lo peor es que los demás sean tan idiotas que acepten.






Sugiero que los catalanes y vascos dediquen una parte sustancial de sus presupuestos (exclusivamente con el dinero de catalanes y vascos) a organizar grandes fiestas conmemorativas de sus gloriosas gestas y de su especial identidad, o 'hecho diferencial'.

Claro que se podría dar dinero extra a las demás Autonomías para que lleven a cabo un intensísimo programa de identidad nacional, incluídos los fines de semana. Al cabo de treinta años, todos gilipollas. O sea, 'somos una nación y queremos ser (más) diferentes y más pasta'.






En resumen, si los catalanes catalanistas y los vascos vasquistas, han provocado (incluso con supuesta igualdad ante la ley) altas cotas de cabreo en el personal español, no quiero pensar lo que sucedería si, encima, tuvieran trato especial oficial reconocido. Porque trato especial ya lo tienen y lo han tenido por activa y por pasiva. Ahora sólo falta anunciar a bombo y platillo que 'ellos' tomarán café y 'los demás', achicoria.

De ahí el cabreo generalizado. Aunque haya costado muchos años darse cuenta. Porque el personal es cobarde, quiero decir prudente, y prefiere no ver lo que no toca, y tragar lo que corresponda. Que para eso somos demócratas, tú.






En fin, si no tenemos que ser ‘la excepción española’ en Europa, deberíamos primar el principio de igualdad ante la ley frente a las esencias identitarias. Lo que, por desgracia, no ha sucedido en España en los últimos treinta años. Para oprobio y vergüenza de la gran mayoría de políticos. Y así nos va.






No me veo pidiendo al camarero:


¡Por favor, una de achicoria!.







Sebastián Urbina.



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