Jueves, 01-10-09
Nos lo hemos ganado a pulso. Nos atacan a traición, por detrás, y encima nos acusan de ponernos de espaldas. O a cuatro patas, que casi es lo mismo.
Salen nuestras periodistas por el mundo y si les dicen que toca ponerse velo, se lo encasquetan. Sin rechistar. Da igual que en el verano anden correteando en «topless» por la playa o que ejerzan en casa de feministas furibundas. Pero llega aquí a un juicio la hermana de un terrorista islamista y si no le da la gana de levantarse la rejilla del burka, no se la levanta. Y no pasa nada. Imaginen que Fátima Hssisni se hubiera negado por segunda vez.
¿Qué hubiera hecho el juez Gómez Bermúdez? ¿Ordenar a los policías que descubrieran su rostro a la fuerza? Me temo que el magistrado -de los pocos que los tienen bien puestos- habría buscado una componenda y evitado las medidas drásticas, para no aguantar la alharaca de los medios de comunicación.
España es desgraciadamente así. Somos un país que se avergüenza de su historia. Aquí no es que no se celebren las grandes batallas de nuestro pasado; es que ni siquiera se conmemoran.
Zapatero alardeaba con nuestra pertenencia a la Champions League de la Economía, pero llegan Evo Morales o Hugo Chávez, ponen a parir a nuestros antepasados y a nuestras empresas y nadie dice ni mus.
Son actitudes que tienen efectos secundarios. Alemania es un gigante económico y un enano en la escena internacional. Su ejército, perfectamente dotado y muy bien financiado, desfila que da gusto pero en escenarios como Afganistán parece de juguete al lado del británico. No sé si los germanos han tenido como nosotros un ministro de Defensa que prefiere morir a matar, pero sus militares, como los nuestros, operan con reglas de enfrentamiento «muy respetuosas» con el enemigo. Y pasa lo que pasa. (Alfonso Rojo/ABC)
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POLÍTICAMENTE CORRECTOS.
No hay duda de que en el Partido Popular, votantes y simpatizantes, hay gente políticamente correcta que ve bien bajarse los pantalones cuando salimos al extranjero y, también, bajarnos los pantalones en casa. Diría que Gallardón puede estar en esta tendencia, o muy cerquita. Algunos, ya más avanzados, propugnan dejarse los pantalones en el armario. Directamente.
Pero el grueso del pelotón está en la izquierda. El pensamiento (es un decir) políticamente correcto, que dice que 'nosotros (Ocidente) tenemos la culpa' es habitual entre el rojerío. No es, por tanto, de extrañar que ir con los pantalones bajos y pidiendo perdón, sea la postura progresista correcta. O sea, genuflexa ante el mundo oprimido por nuestra maldad. ¡Serán gilipollas!
Sebastián Urbina.
3 comentarios:
Aunque solo fuera por seguridad, en España debería estar prohibido ir por la calle con la cara tapada, sea una mujer musulmana o un atracador de bancos. Vamos, que hay que dar la cara.
Y si no les gusta, pues que no vengan aquí, que nadie les ha llamado.
Pongamos un anuncio: SE BUSCA UN ESQUILACHE MODERNO... a ver si aparece alguien.
Pues sí, somos bastante idiotas. Hace dos años estuve de viaje en París y me llamó la atención la cantidad de mujeres vestidas de negro a las que apenas se les veía los ojos y que se amontonaban en la plaza del museo del Louvre. Aquello parecía un zoco yemení en hora punta.
Poco después descubrí que esperaban en la calle mientras los hombres de la familia visitaban el museo pues a ellas, vestidas de esa guisa, no les permitían el acceso al Louvre por evidentes y lógicas razones de seguridad.
Aquí se monta la de San Quintín por algo similar. Seguro.
Para empezar somos un páis donde el delincuente terrorista va a cara descubierta y el policía se tapa la cara.
ESO, AMIGOS MIOS ES UNA MIERDA DE SOCIEDAD.
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