jueves, 4 de febrero de 2010

ESTADO DE EMERGENCIA.






Estado de emergencia

Una inmensa mayoría de españoles de todas las adscripciones ideológicas coincide en un diagnóstico desesperado y sombrío: la situación es insostenible, vamos a la ruina total, hay que hacer algo... Estos comentarios y otros similares se multiplican en las barras de los bares, en las sobremesas familiares, en los despachos empresariales, en las tertulias radiofónicas y en las columnas de los analistas políticos.

El Estado no sólo se descompone aceleradamente -el tripartito catalán condena a la quiebra a los exhibidores de cine a la vez que anuncia que se propone suprimir de un plumazo las provincias-, sino que además por cada nueve euros que ingresa gasta quince. La presidencia española de la Unión Europea es un conjunto de vaciedades y de patinazos que provoca la crítica ácida o la burla descarada de la prensa internacional.

Sobre nuestra deuda planea una desconfianza creciente de los mercados que incrementa el servicio a la misma empeorando el déficit galopante que padecemos. El Gobierno da trompicones sacando un conejo tras otro de la chistera, una ley de economía sostenible que es un chiste, un retraso en la edad de jubilación que no puede mantener ni un día tras su lanzamiento, un plan de austeridad que no se cree nadie, un pacto para la educación después de haberla degradado a conciencia hasta extremos lamentables, y todo ello mientras en el seno de su propio partido, que se rebela ante una dirección errática que le conduce a la derrota, silban vientos de fronda cada vez más fuertes.

Es un hecho incontestable que España no aguantará hasta 2012 semejante sangría de sus recursos ni el acelerado cuarteamiento de su unidad nacional. Por consiguiente, es imprescindible detener esta caída hacia el abismo, prejubilar a Zapatero, convocar elecciones generales, formar un Ejecutivo de gran coalición que nos saque de la postración y devolver a la sociedad la esperanza y la energía que ahora le faltan.

¿Cómo tirar adelante estas urgentes medidas con la celeridad requerida? La moción de censura es imposible, una renuncia de ZP implicaría que le queda algún resto de decoro, hipótesis más que improbable, una rebelión interna en el PSOE que nos libere del incapaz que nos arrastra al desastre, impensable. Tan sólo, tenue esperanza, un amplio y potente movimiento de protesta protagonizado por la sociedad civil que generase en la calle una irresistible presión que obligase a los dos grandes partidos a actuar conjuntamente, podría tener algún efecto.

La pregunta es si en nuestro cuerpo social quedan todavía reservas de patriotismo, de instinto de conservación y de dignidad suficientes para que tal fenómeno regenerador se produzca. Interrogante dramático, angustioso, decisivo. (A. Vidal Quadras/La Gaceta)

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