LECCIONES DE UNA ELECCIÓN.
Escribo estas líneas mientras millones de británicos depositan sus votos en sus respectivos distritos en una de las campañas electorales más disputadas de la historia reciente de ese admirable país. La prensa inglesa de la mañana nos informa de que los últimos sondeos sitúan a los conservadores ocho puntos por delante de los laboristas, al tiempo que los liberal demócratas mantienen un empate con éstos últimos en intención de voto, que en ningún caso se sustanciará en igual número de actas. Mientras los laboristas se mueven en una horquilla de entre 248 y 274 las huestes de Clegg lograrán en torno a 80. Todo apunta a que en el tercer debate se pinchó el globo liberal-demócrata y que muchos de los que han manifestado simpatía por su atractivo candidato cambiarán en el último momento en favor de Cameron o de Brown.
La geografía electoral es clave en el resultado. En estos momentos la distribución de los distritos favorece a los laboristas, hasta el punto de que muchos sociólogos conceden a este partido una ventaja de salida de un 7%. Si este dato se confirmara nos encontraríamos con una ventaja neta de los conservadores en intención de voto de un 1%. El resultado final dependerá de la movilización de los ciudadanos y del comportamiento de los simpatizantes lib-dem en cada distrito. Mayoritariamente son gente de izquierda, pero los laboristas están quemados tras tres legislaturas en el Gobierno, las guerrillas entre Blair y Brown y, sobre todo, la falta de identidad provocada por la tensión entre el viejo laborismo y la "tercera vía".
La primera impresión es que todos pierden, aunque en muy desigual medida.
Los conservadores tenían una cómoda mayoría que dejaron perder por un exceso de prudencia. Tan convencidos estaban de que el desgaste laborista forzaría a la población a auparlos hasta Whitehall que levantaron el pie del acelerador y dejaron hacer a los lib-dem. Para evitar tensiones "innecesarias" optaron por arrinconar a Lady Thatcher y sacar del armario a MacMillan, en la mejor tradición tory. Sus problemas de identidad les han restado punch, porque difícilmente atrae lo que no acaba de tomar cuerpo.
Los laboristas han llegado a la recta final enfangados en unas cifras dramáticas. El gasto público, ¡cómo no!, se les fue de las manos y carecen de un proyecto de futuro. Se escudan fomentando el miedo a los recortes conservadores... y poco más. Es verdad que el poder desgasta y tres legislaturas son mucho tiempo, pero los conservadores superaron por mucho ese período y estaban todavía por llegar los mejores resultados. El poder desgasta pero la falta de ideas y el mal gobierno arruinan.
Los liberal-demócratas aprovecharon el espacio que les dejaron unos y otros, pero a la postre han sido incapaces de retenerlo por su falta de visión. Representan una izquierda post-socialista, en línea con el progresismo obamita, pero les falta un hervor, en el mejor de los casos, antes de estar en condiciones de competir por el poder.
Los británicos están votando sin entusiasmo pero con preocupación. Cuando más necesaria es una amplia mayoría parlamentaria, cuando más requieren de un Gobierno con ideas claras, todo parece indicar que se irá a una situación de estancamiento, salvo sorpresa de última hora. (Florentino Portero/LD).
No hay comentarios:
Publicar un comentario