sábado, 23 de marzo de 2013

DERIVA TOTALITARIA DE FONTANA Y CIA







(Josep Fontana es un famoso historiador. Por eso es mucho más grave lo que escribe. Pero no es una excepción. No debería sorprender, por desgracia, que gentes 'progresistas' mostrasen su guerracivilismo, su intolerancia y su pata totalitaria.

Aunque menos famosa (pero igual de despreciable) la periodista Maruja Torres escribió: 'Los votantes del Partido Popular son unos hijos de puta'.

Esta es la gentuza 'progresista' que domina el mundo de la cultura y de la comunicación. Mientras tanto, los gilipollas de 'la derecha' se la cogen con papel de fumar. Menos mal que Zarzalejos (y espero que algún otro) dice que el artículo de Fontana es 'intolerable e inaceptable'. 

Pero no sólo el artículo. Los que escriben estos artículos, o frases lapidarias, no son adolescentes estúpidos e imberbes. Son gentes que saben lo que dicen. Son un peligro para la libertad, la pacífica convivencia y la democracia.

O sea, gentuza miserable. Menos finolis que Zarzalejos, pero no descaminado.









REFUTACIÓN DE ‘LA DERIVA NAZI DEL PP’

Josep Fontana no es un académico e historiador cualquiera. Se trata de uno de los más eminentes de Cataluña y, en alguna medida, de la España de los últimos cincuenta años. Es ahora profesor emérito de la Universidad Pompeu Fabra, doctor honoris causa por la de Valladolid y la Rovira i Virgili de Tarragona. Además ha sido distinguido con la Cruz de San Jordi, con el premio de la Generalitat a toda una trayectoria profesional y con la medalla de la ciudad de Barcelona. En su momento, Fontana presidió el Instituto Universitario de Historia Jaume Vicens Vives y desde 1971 a 2012 ha publicado más de una docena de importantes obras y ensayos. Efectivamente, Josep Fontana no es un académico e historiador cualquiera, pero sin embargo, no ha tenido ni empacho ni cautela en firmar el pasado día 11 de marzo en El Periódico de Catalunya un desgraciado artículo bajo el infamante título de La deriva nazi del Partido Popular.

Se trata, como me comentaba un socialista retirado de la política activa pero constante observador de la vida española, de un caso típico de ruptura de límites. Nos hemos adentrado en un tiempo histórico de destrucción. Es cíclico en nuestra historia. Y mientras duran esos paréntesis nos damos de bruces con personalidades que, aunque sobradamente conocidas en su militancia ideológica, quiebran fronteras dialécticas y éticas y se permiten licencias moralmente intolerables como es la de comparar al Partido Popular en 2013 con el partido nazi de 1933. El autor de este inhóspito, insólito y aberrante paralelismo lo juzga tan “provocativo” como real. O sea, no se trata de un recurso literario para reclamar atención a su texto en un diario, sino de la exposición a ciencia y conciencia de una tesis que, sobre injuriosa, es falsa de toda falsedad y ofensiva para millones de votantes del Partido Popular.

Se trata también de mantener fresca la idea de que el Partido Popular es la opción-refugio de una extrema derecha. Según Fontana, después de subrayar que entre la España de 2013 y la Alemania de 1933 hay grandes diferencias, sostiene, sin embargo, que “aquello sobre lo cual quiero llamar la atención es la semejanza que tiene, en sus objetivos, la actual política centralizadora del partido popular y la actuación del NSDAP (partido nazi alemán) en 1933, en su lucha por hacerse con el poder absoluto. La mayor de las diferencias reside en que los nazis debieron valerse de la violencia para implantar su política (…) mientras que al Partido Popular le basta su mayoría absoluta en la Cámaras, algo que no tenía Hitler al llegar al poder, para imponerla sin resistencia. Los nazis comenzaron adueñándose del poder en los länder (los Estados equivalentes a nuestras comunidades autónomas) con una ley de coordinación de estas regiones con el Reich, de 30 de marzo de 1933, y procedieron gradualmente a controlar o eliminar todas las organizaciones que pudieran alentar alguna forma de resistencia. 

El Partido Popular ha seguido un camino parecido a partir de la reforma laboral de febrero de 2012, que mermó la influencia de los sindicatos y la capacidad de resistencia de los trabajadores, y ha continuado después, debilitando las comunidades autónomas con imposiciones legales y con el estrangulamiento económico, a la vez que procedía a vaciar de capacidad política a diputaciones y ayuntamientos, reducidos a funciones administrativas y se preparaba para controlar la enseñanza con la reforma educativa de Wert”.

Baste la reproducción del párrafo anterior para hacerse una idea del desvarío intelectual del autor por más que sea, nada más y nada menos, que Josep Fontana y tal texto se publique en un periódico que está en el ranking de los más leídos y difundidos de España.

El de Fontana es exactamente un discurso intolerable e inaceptable para todos los que se sientan demócratas. Esta reflexión descoyuntada tiene que ver con la exacerbación en Cataluña, en determinados sectores, de una fobia sin control, ni emocional ni analítica, contra la derecha española que, más allá de sus errores, puede presentar unas credenciales democráticas  impecables desde hace muchas décadas. Tantas credenciales y de tanta calidad –y aún mayores (Fontana militó en el discutible comunismo del PSUC)- a las de otros partidos de largo pedigrí.  

El artículo en cuestión no sólo expresa una fobia: se trata también de una insidia premeditada que busca la estigmatización grosera de la derecha hasta el punto de asimilarla, en sus propósitos, con el nazismo hitleriano, lo cual delata una emocionalidad patológica.  Y se trata también de mantener fresca la idea de que el Partido Popular es la opción-refugio de una extrema derecha que, además, estaría condicionando sus políticas, lo cual es del todo manifiestamente incierto.

Determinadas figuras académicas que se tenían por razonables y elevadas –en la izquierda y en la derecha, de modo que nadie puede proclamar según qué virginidades- se han comportado con un ánimo guerracivilista. El texto de Fontana resume a la perfección una entraña totalitaria, manipuladora y tergiversadora de la realidad que anida en una sedicente intelectualidad que, soberbiamente y sin motivo, exhibe no se sabe qué superioridad moral. El de Fontana es exactamente un discurso intolerable e inaceptable, no sólo para el PP, sus militantes y votantes, sino, además, aberrante desde la perspectiva social, institucional y política de todos cuantos se sientan demócratas. En definitiva, textos de esta catadura –por muchas que sea las hechuras de la firma que los redacta y precisamente por ello- infligen un daño incalculable al Estado y a la convivencia social. Hay límites que ni en los momentos de mayor obcecación pueden ser franqueados. 

 (José Antonio Zarzalejos/El Confidencial).

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