viernes, 15 de marzo de 2013

LA EDUCACIÓN Y LA IZQUIERDA



 (Estos libros le harán 'llorar'. Uno de los grandes 'inventos' de la izquierda, la LOGSE, ha propiciado este gravísimo fracaso educativo. Con unas repercusiones intensas y extensas. Todas negativas.

Por favor, antes de apoyar a los trogloditas que se oponen a las reformas educativas, lea lo que nos ha legado la izquierda en materia educativa. Y lea los informes PISA. Es cierto que el PP ha sido, y es, bastante meapilas, pero su responsabilidad en esta catástrofe no es comparable a la izquierda.)






IMPEDIR QUE LOS BURROS ENSEÑEN.


La Comunidad de Madrid ha hecho público un informe sobre las últimas pruebas de acceso a sus distintos cuerpos del profesorado y los resultados causan escalofríos por el bajísimo nivel general de los aspirantes. Más allá de disparates concretos que revelan una incultura insondable –y seguramente irreversible– del opositor en cuestión, como afirmar que la gallina es un mamífero o que Soria es una comunidad autónoma cercana a La Coruña, lo que resulta especialmente alarmante es el nivel medio demostrado por los futuros profesionales de nuestra educación pública.

Sólo el 13% de los maestros en ciernes superó los exámenes de acceso, elaborados con preguntas del nivel requerido para alumnos de 12 años, lo que significa que el 87% de los que aspiran a convertirse en profesores saben todavía menos que los niños a los que supuestamente quieren enseñar. El 90% de los que el sistema universitario ha calificado como aptos para la enseñanza fue incapaz de realizar cálculos elementales con sistemas de medida tales como kilos y gramos, pero es que en el resto de materias, como Lengua o Ciencias Sociales (ahora Conocimiento del Medio), el desenlace no ha sido mucho mejor.

El desastre pavoroso que reflejan los resultados deja bien a las claras el estado vergonzoso de la universidad española, al menos en la rama de Ciencias de la Educación. La Consejera de Educación de Madrid, Lucía Figar, tiene por tanto toda la razón al exigir al Ministerio una reforma en profundidad de los planes de estudio de Magisterio, así como de los temarios que estudian los aspirantes a maestro y profesor a la hora de opositar. Ahora bien, mientras se pone remedio a este despropósito académico, es imprescindible evitar que los que hacen gala de tan monstruosa ignorancia accedan a la función pública en los distintos cuerpos del profesorado oficial.

Precisamente por eso resulta obligado aplaudir la decisión de la Comunidad de Madrid de modificar los baremos para convertirse en funcionario de la enseñanza, incluido el acceso a las bolsas de trabajo de las que surge el profesorado interino, donde hasta ahora primaba por encima de todo la mera antigüedad. La intención de la consejera Figar es que la nota del examen suponga el 80% de la puntuación total (hasta ahora era del 36,1%), de forma que un titulado que no sepa que la gallina es un animal ovíparo o que Soria es una provincia de Castilla-León tenga vedado su acceso a las aulas, al menos en calidad de profesor.

Es de esperar la firme oposición de los partidos y sindicatos de izquierda, como ocurre siempre que alguien pretende poner remedio a sus desastres, especialmente si se trata de la Comunidad de Madrid. La responsabilidad de los sindicatos de izquierdas en la catástrofe educativa española sólo tiene parangón con la del PSOE, principal artífice de la destrucción de la enseñanza pública, lo que no va a impedirles utilizar las peores artes en su tarea de oponerse a cualquier medida que cuestione su preponderancia en el sector educativo.

 Mención especial merece la gravísima responsabilidad de Rubalcaba, por su desempeño en el Ministerio de Educación durante el felipismo en los años en que se fraguó la infausta Logse.
La intención de la responsable de Educación de la comunidad madrileña de someter a consulta su plan de mejora educativa resulta loable como gesto de cortesía política, pero siempre y cuando no suponga dilaciones innecesarias. En todo caso, si la muy penosa izquierda local decide realizar una oposición frontal al cambio, los madrileños tendrán la garantía de que el resultado de esta reforma va a ser beneficioso para sus intereses y los de sus hijos, que es en última instancia lo más importante de todo. 

(editorial/ld).

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HABLAR DE EDUCACIÓN ES LLORAR


"Hablar de educación, hoy en España, es llorar. ¿Por qué? Los últimos informes Pisa sobre educación no dan motivos para la alegría ya que nos sitúan ala cola de Europa en calidad educativa.

Si podemos hablar, aunque sea metafóricamente, de ‘enfermedad educativa’, deberíamos analizar las causas que nos han llevado a tan preocupante situación.

Sin ánimo de exhaustividad, las causas podrían ser las siguientes:

La LOGSE, Ley de Ordenación General del Sistema Educativo, de 3/10/1990, expresa un intento de transformación social por medio de una concepción igualitarista, en la que se permite que los estudiantes pasen curso con varias asignaturas suspendidas, se minusvalore la educación de la memoria, o se desprestigie el mérito. No menos importante es que esta ley prolongó la obligatoriedad de la enseñanza hasta los dieciséis años. Con anterioridad era hasta los catorce, y partir de esta edad se podía acceder a la
Formación Profesional o al Bachillerato.

Uno de los efectos negativos de esta ley ha sido hacer perder el tiempo a los alumnos que no quieren seguir estudiando (por ser obligatorio hasta los 16 años) y que los alumnos que sí quieren estudiar vean cómo sus conocimientos han sido degradados por la falta de exigencia de los profesores y por las molestias originadas por sus compañeros sin interés por el estudio. Aunque pueda parecer exagerado, la actual enseñanza obligatoria no implica la obligación de estudiar, ni la obligación de respetar a los profesores y a los compañeros de clase que sí quieren estudiar.

Esta situación es gravemente perjudicial para muchos estudiantes dado que ha desaparecido, prácticamente, la autoridad de los profesores. Es decir, resulta muy difícil, por no decir imposible, que el profesor ejerza su autoridad e imponga orden en la clase. Lo que es un mínimo indispensable para que la enseñanza tenga lugar. En vez de la necesaria autoridad del profesor, mal vista por la ideología comprensiva-igualitarista, se ha extendido la permisividad y la irresponsabilidad. Hasta tal punto que la expulsión del alumno alborotador, que falta al respeto al profesor y molesta a sus compañeros de clase, es casi imposible. Al menos en la práctica. Esto supone, entre otras cosas, que el derecho a la enseñanza de los buenos estudiantes no es respetado.

Esta falta de autoridad de los profesores tiene que ver, no sólo con un ambiente permisivo en el que la disciplina suele considerarse reaccionaria e, incluso, antidemocrática, sino con ideas perjudiciales incorporadas en las leyes educativas. Por ejemplo, en la LOGSE, artículo 2.1 se dice: ‘A tal efecto, preparará a los alumnos para aprender por sí mismos’. La LOE, también en su artículo 2, d) dice: ‘El desarrollo de la capacidad de los alumnos para regular su propio aprendizaje’. Pero una cosa es que los alumnos deban participar en su propio aprendizaje y otra cosa es que deban aprender y descubrir las cosas por sí mismos. De este modo se desvanece la diferencia entre alumno y profesor. Todos somos iguales. El niño ya tiene madurez para saber lo que le conviene estudiar ¿Qué papel tiene el profesor si no tiene que enseñar contenidos? ¿Un animador cultural?

En este contexto igualitarista, en el que se ignora o se margina el mérito y el esfuerzo, también se ha eliminado, o desprestigiado, la competitividad. Los estudiantes, al terminar sus estudios, tienen que comprobar en sus propias carnes el fuerte contraste entre una enseñanza en la que todos seríamos iguales (a la baja) y una sociedad en la que se exigen altos niveles de competitividad. La escuela igualitarista tiende a dar satisfacción inmediata a las expectativas y deseos cuando la formación de los estudiantes debe pasar, entre otras cosas, por la conciencia de que el esfuerzo de hoy será recompensado, probablemente, el día de mañana. No de forma inmediata, divertida y sin esfuerzo.

Esta degradación de la enseñanza, derivada de la ausencia o minusvaloración del rigor, el esfuerzo y el mérito, hace que los hijos de las familias con menos recursos pierdan la oportunidad de que los estudios sean un trampolín para su vida profesional, o su ascenso económico o social. En este contexto educativo, solamente las familias que tienen dinero suficiente, pueden enviar a sus hijos a colegios privados, en los que el trabajo, el hábito de estudio y la disciplina son parte de la vida diaria de los estudiantes.

Antes hicimos referencia a la comprensividad-igualitarista. ¿Qué significa enseñanza comprensiva? La escuela comprensiva ofrece a todos los alumnos de una cierta edad un núcleo de contenidos comunes, evitando la separación de los estudiantes en caminos de formación diferentes. Con otras palabras, meter a todos los alumnos en la misma vía, sin alternativas.

Posteriormente, con la LOE, Ley Orgánica de Educación, de 4/Mayo/2006, se da la posibilidad de matizar este camino único e inalterable. O sea, es posible que un alumno que ha fracasado en sus estudios, y de acuerdo con sus padres y profesores, pueda abandonar el instituto a los quince años. El problema es que se cierra la vía a la formación profesional de los alumnos (desde los 14 años) a menos que hayan fracasado en sus estudios. Este período de fracaso escolar no solamente repercute negativamente en el propio alumno sino en sus compañeros de clase. Es muy difícil que la enseñanza pueda ser de buena calidad con alumnos que no tienen ningún interés en estudiar y con profesores que carecen de autoridad para poner orden en clase.

Debemos recordar la gran responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos. El artículo 154.1 del Código Civil, al referirse a los deberes y facultades de los padres dice: ‘Velar por ellos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una formación integral’. Y el artículo 27.3 de nuestra Constitución dice: ‘Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones’. Por tanto, los padres tienen mucho que hacer antes de que sus hijos vayan a la escuela con los profesores. Por desgracia, algunos se dejan avasallar por sus hijos. Y si los hijos no respetan a sus padres ¿qué harán con los profesores?

Finalmente, una de las modas más perniciosas es la idea que los alumnos deben ser motivados. No hay duda de que los profesores deben procurar que los contenidos que enseñan se hagan de la forma más amena posible. Pero esto no puede ser siempre así. El aprendizaje es costoso y requiere esfuerzo. Pero está de moda conseguir las cosas divirtiéndose y que la disciplina no se considera progresista. De este modo, el profesor no sólo debe conocer los contenidos de su materia sino que debe ser divertido. Ha de motivar a los alumnos. Esta es una fórmula peligrosa porque colabora en la formación de ‘niños perpetuos’.

Recordemos las sabias palabras de M. de Unamuno:

‘El maestro que enseña jugando acaba jugando a enseñar. El alumno que aprende jugando, acaba jugando a aprender’.

Sebastián Urbina


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