sábado, 26 de marzo de 2016

ÉLITES, EDUCACIÓN Y DEMOCRACIA.










ÉLITES, EDUCACIÓN Y DEMOCRACIA.


Los conocidos teorizadores de las élites, G. Mosca, W. Pareto, o R. Michels, comprobaron que en todas las sociedades hay grupos que gobiernan y otros que son gobernados. Las élites gobernantes pueden serlo ‘a la luz del día’, o bien ‘en la sombra’. Pero no hay sociedad sin élites gobernantes. Por tanto, nuestro problema no es si vamos a tener élites, o no. El problema es que con este nivel educativo tan bajo que sufrimos en la España actual, nuestras élites puedan ser de bajo nivel. Porque élites, ‘haberlas haylas’.


Antes de hablar del igualitarismo de las leyes educativas socialistas que gobiernan la educación en España, recordemos que Mercedes Rosúa, catedrática de Lengua y Literatura, en su libro “El archipiélago Orwell”, cuenta sus andanzas como profesora de español en China. Curiosamente, hay semejanzas entre el sistema educativo chino y el que los socialistas establecieron en España con la LOGSE.


Nos dice, en su libro, que la revolución cultural china impuso la consigna de que los alumnos debían progresar conjuntamente (…) También se consideraba deplorable servilismo confuciano la exigencia de que se trabajase para aprobar (…) Otro atentado a la igualdad consistía en el desdoblamiento de las clases en grupos según el nivel lingüístico de los alumnos (…) En ningún caso se citaba el mérito o la inteligencia, sino el igualitarismo”.



Como puede verse, hay semejanzas entre los objetivos educativos de los comunistas chinos y las propuestas socialistas materializadas en la LOGSE. En ambos casos, se defiende el igualitarismo, se desconfía del mérito y se avanza en grupo, por no decir en manada. O sea, el individuo es sospechoso. El mérito también. El grupo es lo que importa. Esto nos obliga a hablar de la igualdad.


En los sistemas democráticos, habitualmente, se intenta un cierto compromiso entre la igualdad formal (la igualdad entre la ley) y la igualdad material (o igualdad de resultados). Un ejemplo extremo de igualdad formal lo tendríamos en propuestas como la del profesor norteamericano Robert Nozick (Columbia/Oxford/Princeton/1938-2002). En estos planteamientos lo que importa es la justicia procedimental. Es decir, lo importante es el proceso o conjunto de reglas del juego que hay, y que utilizamos, en un momento determinado, y no el resultado que obtengamos de este proceso.


Según esta doctrina, es justo lo que se conforma a  unas reglas del juego, previamente aceptadas. Por ejemplo, si aceptamos las reglas de juego del código civil, y usted realiza negocios jurídicos de acuerdo con estas reglas, no podrá protestar si los resultados finales son malos para usted. Lo único injusto es violar las reglas de juego previamente aceptadas. Por tanto, los resultados finales no son injustos, siempre que se hayan obtenido de acuerdo con las reglas previamente aceptadas.


Una posición contraria es la que se preocupa por los estados finales, más que de los procedimientos. En el ámbito educativo, esto significa que lo que importa es que, al final del proceso educativo, todos los alumnos sean iguales, o casi iguales. De ahí que estas doctrinas educativas desconfíen del mérito. ¿Por qué? Porque el mérito diferencia entre los mejores y los peores. Y los igualitarios no lo quieren así. Quieren la igualdad de resultados más que la igualdad de oportunidades. Los comunistas chinos y los socialistas españoles.


Uno de los problemas que plantea esta visión de la igualdad, a la que se suele llamar ‘igualitarismo’, es que no hay igualdad más que a la baja. Al menos en la práctica. No discuto que sea posible en teoría. Con otras palabras, podría suceder que todos los alumnos se igualaran por arriba, consiguiendo todos ellos resultados sobresalientes. Pero esto no sucede en la realidad.

Lo que sucede, en la realidad, es que los alumnos se igualan a la baja. Pero las autoridades educativas no desean esto. De modo que, entre otras medidas, hacen que suspender sea difícil. Una de las maneras de conseguirlo es exigir a los profesores una amplia y detallada justificación en caso de suspender a un alumno. O en caso de que se alcance un determinado porcentaje de suspensos, los profesores quedan avisados por las autoridades académicas de que no está bien visto suspender. 

Esto hace que, en la práctica, sea muy complicado subir el nivel de los alumnos. Objetivo, por otra parte, del que siempre se habla y se anuncia a bombo y platillo. ¿Por qué es tan difícil?

Porque los alumnos se enteran de que no está bien visto, por parte de las autoridades académicas, que los profesores exijan mucho y suspendan. Porque, además, los políticos han devaluado la autoridad del profesor. Porque los papaítos y mamaítas, en general, súper miman a sus retoños. Y porque solamente pueden subir el nivel- en estas circunstancias adversas- los que se esfuerzan de manera constante, lo que es difícil, y no está de moda. Pero los igualitaristas desconfían del mérito, como hemos visto. ¿Y qué sucede en este caso? Que se desmoraliza y se desmotiva a los alumnos más estudiosos.


Algo parecido a lo que siempre ha sucedido en el socialismo realmente existente. El constante fracaso económico del socialismo real se debía, entre otras razones, a la desincentivación de los mejores trabajadores. Si resulta que Pepe, que trabaja más y mejor que Antonio, tiene que cobrar lo mismo ¿para qué se tiene que esforzar Pepe? Seamos iguales. A la baja, por supuesto.


Demos un paso más. La imposición legal del igualitarismo educativo dificulta o elimina la libertad de los mejores a mejorar. Porque se les impone igualdad- o casi- en los resultados finales. O sea, no destaques que podrías humillar a los demás. Pero el resultado final no sólo es más igualdad sino, también, más mediocridad. ¿Es esto bueno para la democracia?

Llegados a este punto, nos podríamos preguntar. ¿A quién votarán, previsiblemente, estos alumnos que han recibido esta educación igualitaria que pasa curso con suspensos y desconfía del mérito  y el esfuerzo?

Dígalo en voz alta. Usted puede.

Sebastián Urbina. 

(Publicado en ElMundo/Baleares/25/Marzo/2016.)
  

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