lunes, 14 de marzo de 2016

RESPETAR LA IDENTIDAD.



 

 

 

 

 

RESPETAR LA IDENTIDAD.

 

En la firma del pacto por la educación, el 5 de Marzo pasado, la Presidenta de la Comunidad Balear, Francina Armengol, reclamó "una educación respetuosa con nuestra identidad".

 

 Identidad, según el diccionario de la RAE: Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás’.

¿Y cuáles son los rasgos propios que caracterizan a los baleares? En un libro de Amartya Sen (Premio Nobel de Economía en 1998 y profesor en Harvard), ‘Identidad y violencia’, se nos advierte de los peligros de identificar a las personas sobre la base de su religión y su cultura, olvidando otras formas de identificación o de identidad. Por ejemplo, la profesión, el género, la moral, la política, etcétera.

 Si pasamos de esta formulación general a situaciones concretas que vivimos, no puedo evitar pensar en los separatismos. Albert Boadella nos sirve para ejemplificar estas ideas de Sen. Resulta que este destacado autor teatral ha sufrido ataques por todos lados. Sufrió la censura y la persecución del régimen franquista.

La llegada de la democracia auguraba la desaparición de tales vergonzosas conductas. Pero no. A partir de los años ochenta, el nacionalismo catalanista excluyente se encargó de recoger el testigo y procedió, con la tranquilidad de conciencia que da el ser oficialmente demócratas, a descalificar e insultar a Boadella por ser mordaz con Pujol y cía.

 La propaganda nacional-catalanista-radio,prensa,televisión y sistema de enseñanza- había calado en amplios sectores de la ciudadanía. El día del estreno, en 2006, de ‘En un lugar de Manhattan’, el Teatre Lliure estaba medio vacío. ¿Qué pasó?
Que décadas de propaganda nacional-catalanista había sido interiorizada por buena parte de los catalanes. Ya no era necesario decir: ‘¡No se puede ir a los estrenos de Boadella! El miedo y la mediocridad ya estaban metidos en las conciencias. Muchos sabían cuál era el comportamiento propio de un ‘buen catalán’. ¡No sea cosa que me confundan con un españolista! 

Los pasos, mezquinos, siempre son los mismos. Aislar al ‘enfermo’ para que no ‘contagie’ a los buenos nativos de pata negra. Y si el proceso es el mismo, el resultado también lo es. Discriminación y mentira. Discriminación, porque se aísla o se expulsa a los que no comulgan con las ruedas de molino nacionalistas. Véase lo que ha pasado, repetidamente, en la feria del Libro de Frankfurt, excluyendo a los autores catalanes que escriben en castellano, entre muchos ejemplos de vergonzosa discriminación. Y luego la mentira. Hay que negar la evidencia. Y el que diga que ‘el Rey está desnudo’ será tratado como un traidor a la patria, como un mal catalán.  
Volvamos a ‘lo nostro’. Cualquiera que sea la respuesta a la reclamación de la Presidenta Armengol, se estará utilizando un concepto determinado de ‘identidad’. Es, por tanto, clave saber cuál es el concepto que tiene de identidad la Presidenta.

Pues bien, el mero relato histórico de hechos no representa ninguna justificación para lo que ahora deberíamos hacer. Porque una cosa es conocer el pasado y otra pensar que esta explicación histórica nos aliviará la necesidad de decidir lo que, ahora, creemos que es lo que está justificado hacer. No tenemos obligación ni de seguir el pasado, ni de apartarnos del mismo.

Dicho esto, parece evidente que debemos referirnos a la identidad personal. ¿Seria posible una identidad colectiva sin identidades personales? En el caso de que fuera posible me parecería monstruoso ya que consistiría en una especie de rebaño indiferenciado. Por tanto, lo primero es la identidad personal, lo que no significa que las identidades personales se construyan al margen de la sociedad. 

Una posibilidad es que la identidad personal sea un conjunto de experiencias que se refieren a alguien. Este alguien, este ‘yo’ es lo que da permanencia y consistencia a las diferentes experiencias, relaciones, pensamientos, sentimientos, etc. Una de las características de la identidad personal es la continuidad del cuerpo y también la memoria. ¿Cómo sé que soy el mismo que ayer? Porque me reconozco a mí mismo y porque me reconocen los demás, porque tenemos memoria. Por supuesto, esto plantea problemas que no podemos tratar aquí, como si alguien que pierde la memoria es o no es la misma persona. O si un trasplante de cerebro hace que alguien se convierta en otra persona. 

 Si la identidad personal es, especialmente, una continuidad corporal y psicológica a lo largo del tiempo, la identidad personal seria una cuestión de ‘grado’. No habría una identidad fija a lo largo de toda la vida sino diversas identidades personales, hasta el punto de que se dice a veces: ‘ha cambiado tanto que no le reconozco’. Desde esta visión de la identidad personal se supone que cada persona puede (si hay democracia, por ejemplo) expresar sus opiniones, sus intereses, tomar ciertas decisiones que van configurando su vida, etc. Todo esto va moldeando una determinada identidad colectiva o nacional.  

El problema central, en mi opinión, es si las entidades colectivas (como la identidad nacional) prevalecen sobre los intereses de los ciudadanos. Esto plantea un serio problema, el de la identificación de los titulares de los intereses y preferencias: o bien son las personas, o bien son los entes colectivos, como la nación. También plantea el problema de la unidad moral básica, el individuo o la nación. Porque es falso suponer que nunca habrá contradicción entre los intereses de las personas y el supuesto interés de este ente colectivo. Cuándo hay contradicción, ¿quién prevalece?  

Los nacionalistas tienden a responder que prevalece la nación (que se expresa por medio de sus portavoces oficiales) sobre los individuos, y los no nacionalistas tienden a decir que debe prevalecer la persona. En mi opinión, respetar nuestra identidad sería conocer nuestro pasado, sin mixtificaciones, y educar en libertad para que los baleares de hoy puedan construir, informadamente y sin manipulaciones, su futuro.
Por tanto, la identidad no es sólo reconocimiento del pasado, sino construcción. Y la educación debe respetar ambas cosas.

Sebastián Urbina.

(Publicado en ElMundo/Baleares/11/Marzo/2016.)

  

1 comentario:

Anónimo dijo...

La identidad es lo que los mediocres, que cobran salarios que ni un crack de Microsoft, dictan a golpe de impuesto - subvención. Que se vayan estos caraduras que merecen estar en da Pobla recogiendo patatas de sol a sol sin cobrar, en pago por el robo a la renta de la gente.