LOS MITOS IDEOLÓGICOS DE ETA.
Dos ciudadanos esperan en el aparcamiento de la terminal 4 de Barajas, todavía una infraestructura casi sin historia, cuando un coche bomba provoca un estallido descomunal que acaba con su vida sin que apenas tengan tiempo de darse cuenta. Es el primer atentado de ETA desde que inició el proceso de negociación con el Gobierno de Rodríguez Zapatero. El día antes, ante todos los españoles, el presidente decía que estábamos mejor que hace un año y que el año que viene estaríamos mejor que ese día, en referencia a que no íbamos a tener más atentados cometidos por ETA. La banda asesina acababa de una vez con la negociación y con la credibilidad que pudiera tener Zapatero en esta materia. Y, lo que es más grave, con la vida de dos personas.
Hoy Zapatero ha permitido al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, un cambio de política. Rubalcaba piensa, aunque lo comparte sólo con los círculos más íntimos, que Zapatero ha perdido mucho tiempo con la negociación en la lucha contra ETA, que últimamente encadena un éxito tras otro, y que se ha ganado el parabien general. Los criminales de ETA van desfilando por los juzgados y, en la medida en que la técnica policial y judicial permita probar lo ocurrido ante el tribunal, les van cayendo las sentencias correspondientes. Este lunes se ha abierto la fase oral contra Mattin Sarasola, Mikel San Sebastián e Igor Portu por el atentado de la T-4.
Los acusados, que se enfrentan a dos cargos de asesinato terrorista, 41 de tentativa de asesinato y uno de estragos terroristas, se han presentado ante el tribunal acusándolo de “fascista” y haciendo las protocolarias denuncias de tortura. Ahora cuesta reconocerlo, pero hubo un tiempo en que estas insidiosas acusaciones por parte de los terroristas tenían su público entre los medios políticos e intelectuales más a la izquierda. Todo encajaba en una mítica, forjada en la oposición al franquismo, que llegó a justificar los primeros atentados de la banda. Y que, aunque ahora parezca chocante, se mantuvo durante muchos años ya en plena democracia. ETA lo mantiene, claro es, pero lo cierto es que ya ni los más proclives a la vieja mítica se lo creen. Ya no es una estrategia para ganarse la simpatía o la comprensión de una parte de la sociedad española, sino un mero expediente para consumo propio de la grey más fiel, más fanatizada y menos permeable a la realidad.
Curiosamente, otra especie que había tenido sus años de gloria tras la llegada de los socialistas al poder por vez primera desde la restauración monárquica es que ETA, a la que siempre se le había echado el cable desde la izquierda de reconocerle su ejecutoria en la lucha “antifascista”, pasó a ganarse el apelativo opuesto.
“Fascistas” acabó siendo el insulto de moda dedicado a la banda, cuando más descriptivo sería reconocer que siguen la ideología marxista, que es la suya desde los inicios y hasta esta misma hora.
Ahora son la “izquierda abertxale”, es decir, la izquierda nacionalista que, curiosa y paradójicamente, recuerda a los autoproclamados nacional socialistas de otros tiempos. En cualquier caso, cabe felicitarse de que los viejos expedientes ideológicos de ETA están cayendo, sin perspectivas de que vuelvan a aceptarse. (Factual).
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