(Disfrute con las mentiras del más rancio catalanismo identitario.)
VAMOS A CONTAR MENTIRAS (1)
Lo certifico sin ironía alguna, desde la absoluta sinceridad. Tras leer el informe económico sobre la viabilidad de la independencia que maneja Artur Mas, me asalta la duda de si habrá sido la Generalitat de Cataluña, y no el Gobierno de Uruguay, el primer ente público del mundo empeñado en la producción, distribución y consumo de marihuana a gran escala. Se antoja difícil llegar a una conclusión distinta después de entrarle a ese muy sesudo documento académico de... tres páginas. No es de extrañar que nuestro más prestigioso especialista en Hacienda Pública, el profesor Ángel de la Fuente, del CSIC, ya se haya referido al asunto como "el milagro de los panes y los peces".
Porque solo a la providencia cabría convertir en factible lo que ahí se da por hecho con estupefaciente alegría. Por ejemplo, que Cataluña pudiese asumir toda la larga lista de servicios que ahora provee el Estado sin que ello costara ni un céntimo adicional a los contribuyentes. Al contrario. Así, tal como ha resaltado con alguna chanza el profesor De la Fuente, los trescientos millones de euros que el Ministerio de Trabajo necesita invertir anualmente en la demarcación, por arte de birlibirloque, se verían reducidos a apenas cuatro. Una disminución espectacular de costes cuya justificación teórica no resulta menos espectacular: porque sí. Y punto. Pero no piense el lector que en eso acabarían los insólitos prodigios que para asombro del universo mundo obraría el nonato estadito catalán.
Pues de creer lo que pone en el papel, la actual Administración autonómica estaría en disposición de asumir la carga de trabajo que corresponde a una nación de las de verdad. Los mismos que hay ahora, sin necesidad de incorporar a nadie. Superlativa capacidad de trabajo que únicamente admitiría una explicación lógica, a saber, que la mitad de los funcionarios en nómina de la Generalitat no hacen absolutamente nada durante toda su jornada laboral.
Otra posibilidad no cabe. Sea como fuere, resulta evidente que Mas no ansía competir con Singapur, California o Shanghái, sino con Lourdes. ¿Cómo entender, si no, que pese a su cantinela favorita, ésa de que Cataluña seguiría integrada en Europa, no prevean partida ninguna como aportación catalana al presupuesto de la UE? Se coge antes a un mentiroso... (José Garcia Domínguez/ld).
Cataluña 2012-10-30
Vamos a contar mentiras (2)
Estados provistos de partida de nacimiento y bautismo, dotados pues con su correspondiente nombre de pila, cuya enumeración por estricto orden alfabético figura en el artículo 52 del Tratado de la Unión. Quien no conste en ese libro de familia, sencillamente, no existe a efectos comunitarios. Así de simple. Pero la realidad jamás ha supuesto un impedimento para que los nacional-identitarios siguieran enrocados en sus mundos de Yupi, y ésta no iba a ser la excepción. Urgía, entonces, fabricar alguna mentira piadosa – otra más– sobre el particular. Expediente resuelto por la vía de propalar el bulo de que no existe un pronunciamiento oficial de la Comisión a propósito de tal eventualidad.
Una gran verdad, por cierto. Y es que no hay un pronunciamiento oficial, sino dos. El primero se remonta a 1962, cuando una región francesa llamada Argelia optó por la independencia. Huelga decir que a los cinco minutos ya estaba fuera del aún Mercado Común.
El segundo tuvo lugar en 2004, a raíz de una pregunta en sede parlamentaria de la eurodiputada galesa Eluned Morgan a la Comisión. En concreto, ésta: "¿Si un Estado miembro se dividiera, por haber alcanzado una región la independencia democráticamente, sería de aplicación el precedente sentado por Argelia?". Diplomática, edulcorada, elegante y retórica la respuesta de Romano Prodi, el entonces presidente, se puede resumir en una palabra: sí. Cuenta Dante que en la puerta del Infierno figura una inscripción que reza: perded toda esperanza. Pues eso.
VAMOS A CONTAR MENTIRAS (3).
Es sabido que existen los mentirosos, los grandes mentirosos y los mentirosos superlativos. Pero los cinturones negros de la trola son aquellos virtuosos del embuste que sobrepasan ese último listón. Solo cuando alguien alcanza semejante grado de alergia a la verdad comienza a jugar en la división de Duran Lleida. A modo de simple muestrario, recuérdense las tres falsedades obscenamente manifiestas que el circunspecto Duran nos viene recitando de un tiempo a esta parte.
El primero y más querido cuento chino del vocero de CiU resulta ser esa patraña según la cual en Alemania existiría un límite legal a la solidaridad financiera entre los distintos Länder de la federación. Una infranqueable cota máxima que, de dar crédito a su bola, limitaría las transferencias interregionales al cuatro por ciento del PIB de cada territorio. Camelo que no se ha cansado de repetir en el Congreso, consciente acaso de la impunidad que ofrece la abulia para contrastar datos tan legendaria en la capital. Ocurre, sin embargo, que la tal cota germánica es un enredo del tamaño de la catedral de Burgos. Una moto. Así de simple.
Otro embuste por el que manifiesta especial predilección esta temporada es la falacia de una imaginaria "deuda" de Madrit con la Generalitat. Engañifa consistente en afirmar que el Estado había incurrido en el impago a Cataluña de nada menos que 1.459 millones de euros, suma que le correspondería recibir del llamado Fondo de Competitividad previsto en la Lofca. Mentira y gorda.
Esa cantidad, según ordena la ley, deberá abonarse en 2013, y nunca antes. Al contrario, es la Generalitat quien está en deuda con el Estado tras haber recibido adelantos a cuenta, dada su situación de quiebra técnica.
Y todavía más devoción si cabe ha manifestado por el tercer tocomocho del otoño, a saber, el bulo del incumplimiento reiterado por parte del Gobierno de la famosa disposición adicional tercera del Estatut. 759 millones de euros de inversión en infraestructuras locales, según sus airados cálculos. Otro ardid de trilero, huelga decir. Madrit no ha incumplido nada por la simple razón de que esa célebre norma es papel mojado desde que el Tribunal Constitucional estableciera su muy flagrante ilegalidad en la sentencia del Estatut. El octavo mandamiento, Duran, el octavo.
Continuará.
VAMOS A CONTAR MENTIRAS (4)
Un clásico del catalanismo político de ayer, hoy y siempre: "Espanya ens roba!". Expresión canónica de un mantra que igual se presta a algunas versiones edulcoradas por el posibilismo filisteo de secular tradición en la plaza. Es entonces cuando irrumpe en escena el célebre "déficit fiscal". Un horrible maltrato tributario nunca visto en país alguno, según claman con voz entrecortada por la indignación moral los que denuncian el "expolio". Y razón no les falta en eso de que es algo nunca visto. Pues nadie ha visto jamás porcentajes referidos a naciones distintas que acreditasen la veracidad de acusación tan grave.
No hay datos internacionales. No hay estadísticas comparativas. No hay equivalencias numéricas con otros territorios próximos o lejanos. No hay nada salvo palabrería huera y lloriqueo victimista. Sépase que el tan descomunal e insólito déficit fiscal de Cataluña es único en el mundo... porque lo dice Artur Mas. Ahí empiezan y acaban las evidencias documentales de esa extravagancia confiscatoria. Y es que un principio elemental de la lógica ordena que la carga de la prueba ha de recaer sobre quien realice la afirmación. Algo que no se da en el cuento del expolio. Si Cataluña resultara ser objeto de un inadmisible acoso recaudatorio a cargo de la voraz entelequia parasitaria conocida por Madrit, deberían ser sus sufridas víctimas las encargadas de acreditar tal desafuero.
Huelga decir que no lo hacen debido a la muy prosaica razón de que se trata de un camelo. Por mucho que lo repitan a diario los aventajados discípulos locales del doctor Goebbels, Cataluña no sufre expolio fiscal alguno a cargo del resto de España.
El suyo es un territorio, como tantos otros similares en Europa, afectado por las asimetrías de renta comunes a los grandes Estados. Nada ofrecen de particular sus flujos fiscales: son de una prosaica normalidad en el sentido estadístico del término. En consecuencia, espere sentado el lector a que Sala i Martín, por citar al secesionista más celebrado por los simples de la Meseta, aporte una sola prueba, una única y mísera reseña cuantitativa que avale esa charlatanería falaz. El del expolio es un cuento chino sin otro soporte que la deshonestidad intelectual de quienes lo propalan. Tan simple –y obsceno– como eso. (José Garcia Domínguez/ld)
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