domingo, 25 de noviembre de 2012

LA ENFERMEDAD IDENTITARIA


 (Pueblo elegido, lengua de la libertad (o sea, el catalán), victimismo patológico, 'Madrit ens roba', expolio fiscal, sentimiento de superioridad, y lo que haga falta. ¿Gilipollas? Usted dirá.)






  LA ENFERMEDAD IDENTITARIA.



CiU obtendría entre 54 y 57 escaños y ERC se situaría como segunda fuerza, con 20-23 diputados. PP y PSOE conseguirían ambos 16-18 e ICV 10-12. Ciutadans (6-7) y CUP (5-6) completarían el arco parlamentario. (ABC/A las 21 horas del 25 de Noviembre).

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx





El pueblo elegido

Pastor, rebaño, ovejas descarriadas. Su voz lastimera es carne de secta, y el fondo de aplausos y vítores al rebaño, una amenaza para la democracia. ¿Quién quiere ser reducido a rebaño, quién quiere ser tabulado, quién necesita un pastor en un Estado democrático y social de derecho?’.
Antonio Robles
Domingo, 25 de noviembre de 2012 | 18:06

Los tintes de corte religioso del mesías Artur Mas en plan Moisés, han tenido su colofón con la intervención de la número 2 de CiU por Gerona, Elena Rivera. Un corto en Youtube nos deja ver la verdadera naturaleza seudoreligiosa del catalanismo, y sus patologías. ¡Dios qué cruz! O nos dejamos gobernar por supersticiones y vísceras o por constituciones democráticas. Esta es la apuesta. Antes de seguir leyendo, por favor, abran el link anterior. Es preciso reparar en el tono, además del contenido. Una verdadera calamidad.

El mito del pueblo elegido ha formado parte fundacional del imaginario nacionalista catalán. Desde el inicio del pujolismo, las raíces fuertemente religiosas del joven Jordi Pujol imprimieron un carácter mesiánico a la construcción nacional. Sobre todo en su justificación moral. Los paralelismos entre el mito del pueblo elegido de Israel y la reconstrucción nacional de Cataluña son innumerables. El victimismo, su principal rasgo distintivo.

Durante la larga travesía, desde la Transición política hasta la manifestación del 11 de septiembre de 2012, la lengua propia fue el mito fundacional. Era preciso recuperar el espíritu de la nación depositada en la lengua y la cultura, el que le distinguía como pueblo, como la tierra prometida para el pueblo israelita después de vagar 40 años por el desierto. En uno y otro caso, el fin venía justificado por el derecho a librarse de la dominación del opresor. En el caso del pueblo judío, por el faraón; en el de Cataluña, por la pérfida España.

Dice al respecto Karl P. Popper, en La sociedad abierta y sus enemigos:
‘Uno de los rasgos que poseen en común las doctrinas del pueblo elegido, de la raza elegida y de la clase elegida, es el de que los tres se originaron y adquirieron importancia como reacciones contra cierto tipo de opresión. La doctrina del pueblo elegido adquirió relieve en la época de la fundación de la iglesia judía, es decir, durante el cautiverio babilónico; la teoría de la raza aria dominante del Conde Gobineau fue una reacción del emigrado aristocrático ante la afirmación de que la Revolución Francesa había expulsado con éxito a los amos teutónicos. La profecía marxista de la victoria del proletariado es la respuesta a uno de los más siniestros períodos de opresión y explotación de la historia moderna’.

Si hasta la manifestación de la última Diada, la lengua era la disculpa legitimadora, a partir del 11 de septiembre, lo es el expolio fiscal. España, no sólo borra nuestras señas de identidad, además nos roba. Y el personal se traga el sapo. Algunos sentimos vergüenza ajena, denunciamos la obscenidad, incluso tratamos inútilmente de dar razones, apoyarnos en hechos y explicar la obviedad de la progresión fiscal. Sin éxito. El éxtasis había emborrachado el sentido común y disculpado la avaricia. Pero para lo que no estábamos preparados es para que nos dieran una homilía con el cartel electoral del Masías de fondo, en pleno siglo XXI:

“Porque hay muchas ovejas en este pueblo que buscan un pastor, y este pastor lo tenemos nosotros, ¡este pastor lo tenemos nosotros!, porque la gente va descarriada; algunos se manifiestan pensando que el tema son los recortes, que el tema es la crisis, y lo es, pero esta crisis, ¡bienvenida sea!, porque nos ha hecho aflorar el sentimiento catalán, y ha hecho que nos levantáramos de una vez, y dijésemos: dadnos lo que es nuestro, porque nos toca, porque lo queremos, porque lo necesitamos, porque nos lo merecemos, y no nos parará nadie [...]“.

Esta lamentable invocación, anunciando al pastor que nos ha de redimir de nuestros pecados españoles, no tiene la vergüenza de pensar un simple segundo en los cientos de miles de personas que ahora mismo están desesperadas porque no tienen trabajo, ni futuro de tenerlo, angustiadas porque carecen de lo más mínimo, agotada la prestación por desempleo y con la amenaza de perder su piso. Muchas de estas familias ya sólo les queda la beneficencia para dar de comer a sus hijos, y esta señora, cristiana, con voz de telepredicadora, nos viene con esa sarta de sandeces, jubilosa porque, ¡suerte a la crisis! podemos aflorar nuestros sentimientos catalanes.

Pastor, rebaño, ovejas descarriadas. Su voz lastimera es carne de secta, y el fondo de aplausos y vítores al rebaño, una amenaza para la democracia. ¿Quién quiere ser reducido a rebaño, quién quiere ser tabulado, quién necesita un pastor en un Estado democrático y social de derecho?
Es toda una alegoría del desvarío y la chulería de Mas en su navegación hacia el abismo. ¿Qué importan los riesgos? ¿Qué importan los hechos, la prudencia, el mimo a nuestros clientes, las advertencias de los límites jurídicos de la Unión Europea o de la Constitución española?

 El desprecio a los hechos, la burla a las advertencias, a las amenazadoras advertencias de los mercados, y la segura crispación social, sin descartar riesgos de violencia en el seno mismo de la sociedad catalana, podemos entenderlos ahora, a la luz de la profecía de Ribera. No importan, bagatelas, sacrificios mínimos al lado de una Cataluña convertida en un rebaño, por fin dirigida por un pastor. Eso sí, muy catalana. Al menos a Jesulín le lanzaban las bragas. No era muy edificante, pero nos advertían de la improcedencia de tanta estupidez.

¿Ahora entienden por qué cerrarían hospitales, dejarían en la calle a miles de trabajadores de servicios sociales, eliminarían becas escolares etc., pero jamás cerrarían televisiones, embajadas de construcción nacional o eliminarían las subvenciones a cientos de organizaciones identitarias?
Esta es la Cataluña arruinada que nos promete el oasis, una Cataluña mística, monolingüe, insolidaria, enferma de identidad. A ello dedicará el cuerpo y el alma la Cataluña nacionalista. Rogaré a su Dios que tenga piedad de nosotros. (LaVozdeBarcelona).
 
Antonio Robles es profesor y ex diputado autonómico

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx







Elecciones en cataluña

Setenta por ciento

Es conocida la anécdota de cómo una empingorotada y necia lady Astor se dirigió en cierta ocasión a Winston Churchill para decirle que si fuera su mujer le pondría veneno en la cerveza. La respuesta del político británico fue que si él fuera el esposo de lady Astor no dudaría en bebérsela. He utilizado esta anécdota en alguna ocasión para analizar la situación –terminal a mi juicio– que está viviendo Cataluña por obra y gracia del nacionalismo y por la inactividad y estupidez de los partidos nacionales.

Sé que muchos se han esforzado en lanzar un mensaje de tranquilidad señalando que los nacionalistas habían llegado a su techo. Quizá, pero no era tan bajo como ellos pensaban. Punto arriba, punto abajo, el nacionalismo –ya abiertamente independentista– representa en estos momentos al 70% de los votantes catalanes. 

Es decir, como también he repetido en más de una ocasión, el problema más grave para la unidad de España nunca han sido las Vascongadas –donde apenas llega al cincuenta por ciento–, sino Cataluña. Así lo señaló en sus últimos días Francisco Fernández Ordóñez y no se equivocó lo más mínimo. La sangre derramada por ETA ha ocultado –y tiene cierta lógica– esa realidad durante décadas, y más cuando Pujol y sus cuates tenían la desvergüenza de presentarse como los moderados que a la disyuntiva de "la bolsa o la vida" sólo oponían la de "la bolsa o la bolsa".

A la hora de la verdad, Jordi Pujol ha sido mucho más dañino para la democracia y la nación española que Josu Ternera o Santi Potros. Pero Pujol –al que algún medio de comunicación nombró español del año con una agudeza de visión propia de un ciego de nacimiento– no ha estado solo en el intento. El PSOE no tuvo reparo en apoyarlo si de esa manera podía evitar una victoria de la derecha, y esa misma derecha, con Aznar a la cabeza, entregó –como en tantas, tantísimas traiciones– la cabeza de Vidal Quadras al honorable, seguramente para que pudiera conciliar mejor un sueño cuajado de Bancas Catalanas, Palaus y cuentas en Suiza. 

Da grima contemplar que ante un nacionalismo canijo y disparatado, propio de acomplejados y paletos, la izquierda y la derecha sólo supieran ceder e intentar incluso transmutarse en una especie de nacionalismo B. Las consecuencias han quedado a la vista. El PSOE atraviesa su peor crisis desde 1939 por la sencilla razón de que sus coqueteos con el nacionalismo revuelven el estómago de cualquier persona decente. Por lo que se refiere al PP, ciertamente no hay peor ciego que el que no quiere ver, pero los resultados en las pasadas elecciones vascas y las actuales catalanas resultan bien elocuentes.

A estas alturas, Rajoy sólo tiene dos salidas. O bien aplica el artículo 155 de la Constitución y suspende la autonomía de Cataluña al primer paso equívoco o deja marchar a esta región española para que consume sus delirios.

 El problema es que el nacionalismo catalán lleva tantas décadas quedándose con el agua, con las obras de arte, con los documentos, con el dinero y con tantas cosas que son de todos los españoles, que muchos estaríamos dispuestos a bebernos la cerveza empozoñada de la independencia con tal de no volver a ver más a esa gente que vota en un setenta por ciento por la secesión y que ahora mismo acumula más del treinta por ciento de la deuda total de las CCAA. 

A decir verdad, lo que deseamos es que, de una vez, se enfrenten con la realidad ocultada por el aparato propagandístico del nacionalismo, pero, eso sí, sin nuestro dinero para gastarlo en pesebres para sus paniaguados. (César Vidal/ld)        




1 comentario:

Anónimo dijo...

Sebastián,

El siguiente artículo creo que te puede resultar interesante: https://groups.google.com/forum/?fromgroups=#!topic/es.charla.politica.misc/43a8b7sQF74

A ver si lo pudieras reproducir en el blog.

Saludos. Misael