Se quedó seca por este profundo pensamiento. Ahora renace con una orgía en la Plaza de San Pedro.
PD. No entiendo que el comentarista diga que esperaba 'seriedad' de Maruja Torres. Pero bueno...)
Comienza la parte más ofensiva del cuento imaginado por Maruja Torres.
Los cinco mil periodistas, sin noticias de Dios ni de su sucesor en la tierra, transmiten el vacío y alimentan sus crónicas entrevistándose los unos a los otros. Algunos se casan, pero tienen que hacerlo ellos mismos, porque no hay curas en el horizonte. En un momento dado se produce entre el público una tanda de uniones homosexuales.Como colofón, una orgía en la Plaza de San Pedro:
Como si se hubiera roto un dique, los asistentes hacen el amor. Los riachuelos de sangre se convierten en ceniza que el viento arrastra hacia las fontanas.Concluye:
Después del amor, la gente sacude la cabeza, mira alrededor: nada. Ni cardenales, ni humo, ni papa. Recogen sus petates y se van yendo, como en un sueño. A sus espaldas queda un edificio vacío. Adán y el Señor se tocan el dedito.Este humilde lector de columnas no entiende la necesidad de ese artículo, más propio del guión de un cómic porno cutre que de un periódico que pretende ser serio, y firmado por una columnista a la que presumíamos seriedad. Por supuesto, no vamos a negarle su derecho a escribir y publicar ese texto, afortunadamente el mal gusto no está prohibido; pero que no se sorprenda si se multiplican las quejas airadas de quienes se puedan sentir ofendidos. Estos últimos también tienen libertad de expresión. (PD)
1 comentario:
Sr Urbina, he fracasado en mi intento de localizar un artículo de esta "sujeta" en el que contaba, con pelos y señales, cómo era su inicio habitual de cada día.Creí que estaba en mi ordenador, en la carpeta de esperpentos, pero lo he debido borrar.
En ese artículo, nos contaba, a todos los que leimos aquel periódico, cómo al leantarse, le resultaba innecesario descargar la cisterna del water después de utilizarlo, ¿para qué gastar agua? era suficiente con abrir la ventana y bajar la tapa del inodoro... total, todo iba a seguir ahí... ya vaciaría la cisterna a la noche.
La ducha diaria era absolutamente innecesaria, un despilfarro, basta con pasarse una toalla húmeda por aquí y por allá y luego rociarse bien de colonia. Me recordó lo que me contaba mi madre de una chica que trabajaba en su casa cuando ella era niña; aquella buena mujer, asombrada, decía: No comprendo cómo los señoritos son tan sucios que necesitan lavarse todos los días.
Bueno, pues Maruja Torres no necesita lavarse todos los días, ni vaciar la cisterna, ni pensar... vamos, igual que "los gorrinos" del aldeano que me cuida el chalet del pueblo en invierno. A veces me los enseña y es cierto que están gordos y lustrosos en el establo, felices y contentos a pesar de la peste que les invade.
......... y es que hay seres, humanos o no, que hieden, pero no se dan cuenta.
Publicar un comentario