MISERABLES INGLESES; PEQUEÑEZ ESPAÑOLA.
MISERABLES INGLESES;
PEQUEÑEZ ESPAÑOLA.
José María
Carrascal es testigo de excepción de los errores cometidos con Gibraltar.
Un pletórico
José María Carrascal (brillante, ameno, cercano) habla de su nuevo libro («La
batalla de Gibraltar», editado por Actas) con la misma pasión con la que lo ha
escrito. A su conocimiento privilegiado del contencioso del Peñón por haber
vivido desde la trinchera de la corresponsalía de ABC en Nueva York los
agónicos combates entre España y el Reino Unido en el seno de la ONU, ha sumado
el rigor del historiador y la agilidad del periodista para completar el relato
vibrante de una absurda rendición sin derrota. A
día de hoy, la legalidad internacional refrenda plenamente la reivindicación
española de la soberanía de Gibraltar, pero han faltado a lo largo de las
cuatro últimas décadas, lamenta, voluntad política y pulso patriótico para
reactivarla.
-Su libro se
titula «La batalla de Gibraltar» y se subtitula «cómo se ganó, cómo se perdió».
¿Se ha olvidado que tuvimos la victoria en nuestra mano?
-Y la
tenemos. La ONU no ha variado su doctrina. Lo que pasa es que nosotros
hemos ido retrocediendo, cada vez más. El tema sigue abierto en el Comité de
los Veinticuatro de la ONU, el de descolonización, y cuando fue allí el pasado
mes de junio el nuevo ministro principal y esgrimió los argumentos de siempre
no logró cambiar un ápice las cosas, porque la Resolución de diciembre
de 1967 que dice que Gibraltar ha de ser
descolonizado en negociaciones entre el Reino Unido y España sigue vigente.
-Pero el
Reino Unido no ha parado de tender trampas.
-Claro. Y
cada ministro de Asuntos Exteriores de España ha dado un paso atrás. Algunos,
un salto atrás. Es
tremendo que en este asunto la ONU haya venido defendiendo los intereses
españoles
mejor que los
españoles mismos.
-Repasemos
maniobras trileras de los británicos. Por ejemplo, la ocupación del istmo.
-Para eso se
han aprovechado de la debilidad española en diferentes momentos, a pesar de que
en el Tratado de Utrecht se cede solo el Peñón sin comunicación alguna por
tierra.
-Cuando
estábamos enzarzados en nuestra Guerra Civil aprovecharon para montar allí el
aeropuerto.
-Sí, pero
antes que eso, con motivo de dos epidemias en Gibraltar les permitimos
establecer campamentos sanitarios en un territorio que ya de paso se quedaron.
Y ya en la época actual, lo que han hecho ha sido desvirtuar la resolución de
la ONU.
-¿Al
manipular la frase que dice que se tendrán en cuenta los intereses de la
población?
-Exacto. Nada
más aprobarse la resolución, los británicos ya equiparan esos «interests»
(intereses) con «wishes» (deseos). Y con esto han ido tragando algunos
ministros españoles. El
primero, López Bravo, con aquello de «pensar juntos», y después Marcelino Oreja
en la Declaración de Lisboa... «En el contencioso solo han sabido mantenerse
en su sitio las dos ministras, Ana de Palacio y Trinidad Jiménez»
-Quizás Oreja
actuó condicionado por nuestras negociaciones para ingresar en la OTAN y en el
Mercado Común.
-Pero sin
darse cuenta de que teníamos unos valedores mucho mejores que los ingleses en
un sitio y en otro. Los alemanes para el Mercado Común, y los Estados Unidos para
la OTAN. Luego, Fernando Morán da otro paso atrás con la Declaración de
Bruselas, Abel Matutes se equivocó al pretender arreglarlo al estilo de los
hombres de negocios, y más adelante Josep Piqué va y les regala setenta y cinco
mil líneas telefónicas con las que están regulando todo el tráfico de las
apuestas en Europa. ¡Nosotros mismos les hemos ido dando las vías de salida! Solo
han sabido mantenerse en su sitio las dos ministras, Ana de Palacio y Trinidad
Jiménez, quien cortó el desatino de Moratinos de dar voz y voto a
Gibraltar. Menos mal que ahora García Margallo defiende que se ha de conversar
en dos niveles, el España-Reino Unido de primera línea y el de los
gibraltareños y las autoridades andaluzas para las cuestiones menudas. Pero yo
creo que tampoco debería ser esto, sino simplemente ajustarnos a la Resolución
de Naciones Unidas.
-¿Sigue
siendo Gibraltar una pieza estratégica de primer orden?
-En absoluto.
Ahí no se puede instalar una base antimisiles, por ejemplo. Hoy en día sirve
para reparar algún submarino y poco más.
-El problema
del contencioso gibraltareño es que no solo se ha desistido en el ámbito
político, también ha cundido una cierta indiferencia social.
-Últimamente
hemos retrocedido mucho no digo en nacionalismo, sino en patriotismo. Es un síntoma o paradigma de la
debilidad de España como Estado. La reivindicación de «Gibraltar español»
empezó a considerarse una cosa franquista, cuando la primera vez que se
establece un regimiento en el Campo de Gibraltar y se hacen maniobras en el
istmo es con Manuel Azaña como ministro de Defensa.
-¿Qué
opciones de futuro hay? No vamos a cerrar la verja, a estas alturas.
-No parece
viable cerrar la verja después del Tratado de Schengen, pero hay otros
sistemas. Gibraltar tiene en contra la historia, la geografía y la economía.
Vamos a la globalización y los paraísos fiscales van a ser erradicados. Además,
España es un Estado soberano que puede decir «tengan ustedes su Peñón, pero ni
doble residencia ni nada», o aplicar estrictas revisiones aduaneras que en la
práctica son como una verja. También se puede establecer que cualquier
barco que toque Gibraltar no pueda hacerlo después en ningún puerto español.
Los cruceros se acabarían. ¡Y, por supuesto, no puede ser que todas las
empresas españolas tengan abiertas allí sucursales!
(Óscar del
Pozo/ABC/entrevista a José Maria Carrascal.)
José María Carrascal
¿SIGUE
EL EXPOLIO?
Todo indica
que los ingleses intentan de nuevo expandir Gibraltar, esta vez por la Bahía de
Algeciras Gibraltar vuelve a ser noticia. Está lanzando grandes bloque de
hormigón con pinchos al mar, lo que dificulta la labor de los pesqueros
españoles y establece fondeaderos para los buques que petroleen en aquellas
aguas.
La respuesta española ha sido reforzar los controles de entrada y salida de la
colonia, llegándose a alcanzar hasta seis horas de espera.
Antes de evaluar esta noticia, que sólo ABC ha recogido
como se merece, fijemos la situación. Por el Tratado de Utrecht –firmado
hace ahora justo 300 años-, España cedió a Inglaterra “la ciudad y castillo de
Gibraltar, junto con su puerto, defensas y fortaleza … sin jurisdicción
territorial alguna … y sin comunicación abierta con el país circunvecino por
parte de tierra”. Ni un metro más. Que luego, por engaños, tretas o,
simplemente, haciendo uso de su mayor fuerza, Inglaterra haya ido ampliando su
colonia por tierra, mar y aire, sin que España lo aceptase, no impide su
ilegalidad. Más, cuando la ONU ha dictaminado que la descolonización de
Gibraltar debe hacerse a través de conversaciones entre Madrid y Londres
“teniendo en cuenta el principio de la integridad territorial de los países”. Condiciones
que Londres no ha cumplido con la arrogancia de sus días imperiales, cuando
enviaba sus navíos a cañonear las ciudades chinas para poder continuar allí su
negocio del opio.
Ahora está ampliando con rellenos la superficie de
la Roca por su ladera Este e intenta ampliar sus dominios por la Oeste, con
fondeaderos en la bahía de Algeciras, nunca cedida. Mientras protesta por los
controles en el paso a la misma, cuando España podría cerrarlo herméticamente
con sólo aplicar el Tratado de Utrecht.
Nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores lo ha
atribuido, diplomáticamente, al cumplimiento de la estricta normativa europea
de velar por la evasión de capitales, lucha contra el contrabando y negocios
ilícitos, en los que Gibraltar se ha hecho especialista, como demuestra que figura
en las listas de paraísos fiscales. Aunque se hayan aflojado esos controles
tras las largas colas del fin de semana y vuelto al tráfico normal.
¿Volvemos a lo de siempre? ¿Un gesto, para luego dejar
que se nos arrebate otro trozo de nuestro espacio soberano? Espero que no, que
pese a asuntos tan candentes como la catástrofe ferroviaria, el caso Bárcenas y
la crisis económica no olvidemos el viejo contencioso. Mi experiencia, tras
seguirlo por más de 40 años, es que los ingleses sólo entienden el lenguaje de
la fuerza y el color del dinero. Como no podemos, ni debemos, utilizar
la fuerza, la única forma de hacerles entender que no pueden seguir ampliando
su colonia es recordarles que se trata de una roca pelada y, si queremos,
aislada. Así que por cada bloque que arrojen a nuestra bahía, una hora más de
espera. Dicen que tienen preparados mil bloques. Pues mil horas.
Olvidaba
decir que nuestros socialistas se han puesto de parte de los ingleses y su
colonia. Pero eso, a estas alturas, ya no es noticia. Es lo de siempre
(José Maria Carrascal/ABC).
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Gibraltar, pasado, presente, futuro
ABC | José
María Carrascal
Hace hoy 300 años se firmó en Utrecht el tratado que,
tras el de Westfalia (1648), confirmaba la decadencia española. Una fecha
triste por tanto, aunque puede no lo pareciese a los españoles de aquel
entonces, que sufrían una década de guerra civil por la sucesión al trono,
entre los partidarios del Archiduque Carlos de Austria y los de Felipe de
Borbón, lo que convirtió la guerra en continental. Exhaustos todos, se impuso
el francés, pero tuvo que pagar por ello, a costa de España y a favor de la
auténtica ganadora, Inglaterra, que iniciaba su expansión imperial.
Dejando aparte que Gibraltar fue tomado por una escuadra angloholandesa en nombre del pretendiente austriaco al trono español, o sea, arteramente, el Tratado de Utrecht, establecía que la Corona española cedía a la inglesa: —«La plaza de Gibraltar, con su puerto, defensas y fortalezas, sin jurisdicción alguna territorial» —«Sin comunicación alguna con el país circunvecino por parte de tierra». —«En caso de decidir un día dar, vender o enajenar la propiedad de dicha plaza, Inglaterra ofrecería a España la primera opción de recuperarla».
Ninguna de esas condiciones han cumplido los ingleses, que han ocupado la mitad del istmo nunca cedido, han construido allí un aeropuerto, reclaman la mitad de la Bahía de Algeciras, expanden la superficie del Peñón con rellenos y pasan a España cuando les da la gana, como los gibraltareños, que tras vivir 300 años del contrabando, se dedican ahora al lavado de dinero negro. Todos los esfuerzos militares para reconquistar la Roca han sido en vano. Los políticos, infructuosos. Normal: Inglaterra iba para arriba, España, para abajo.
Pero hace cincuenta años hubo suerte o, más bien, milagro. Fue cuando los ingleses ofrecieron a los gibraltareños el derecho a autodeterminarse para esquivar la cláusula que les obligaba a dar a España la primera opción en caso de desprenderse de la Roca, jugada maestra, al usar la descolonización para mantener su colonia.
Pero la ONU les dio el alto y, tras una batalla diplomática que duró cuatro años, el 19 de diciembre de 1967, la Asamblea General aprobó una resolución que desmontaba la argucia británica, censuraba el referéndum independentista en la Roca y establecía que Gibraltar tenía que ser descolonizada por negociaciones entre los gobiernos español y británico, teniendo en cuenta el principio de que «todo intento que destruya parcial o totalmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de Naciones Unidas». Que era darle la razón a España, pues a los gibraltareños sólo les concedía que se respetasen sus «intereses», no sus «deseos» como insistieron obstinada e infructuosamente los ingleses.
Pero aquella victoria no condujo a nada. No porque los ingleses, como era de esperar, se atrincheraran en sus posiciones, sino porque los españoles, en vez de hacer lo mismo, volvimos a nuestro deporte favorito: pelearnos entre nosotros. Se cerró y volvió a abrirse la Verja, y, a partir de ahí, cada paso que se dimos fue hacia atrás en vez de hacia delante, con cada ministro de Asuntos Exteriores llevando una política distinta en el contencioso, hasta llegar al caso calamitoso de Moratinos, que aceptó a los gibraltareños como parte de las negociaciones e incluso fue personalmente a la colonia, lo que era una forma de reconocerla.
Una especie de «Real Politik», sólo que a la inversa: aceptar la realidad impuesta por el contrario en vez de imponer la nuestra. Menos mal que a aquellas alturas, la ONU defendía nuestros intereses mejor que nuestro gobierno y cuando los gibraltareños, animados por el éxito, se presentaron en su sede para pedir que les sacasen de la lista de colonias, les dijeron que no, que seguirían en ella hasta que se cumpliese la resolución emitida por la Asamblea General sobre el caso.
En un aniversario como el de hoy, las preguntas pertinentes son dos: ¿No resulta anacrónico insistir en el caso Gibraltar? Mi respuesta es: no. Lo realmente anacrónico es que sigan existiendo colonias. Y cuando han desaparecido de todos los continentes, resulta que queda una, en Europa para vergüenza de ésta y de España. Segunda pregunta: ¿Volverá Gibraltar un día a ser español? Depende de los españoles. Pues Gibraltar, con todas sus ventajas, tiene dos inconvenientes aún mayores: la geografía, se trata de un peñón inhóspito, un apéndice de España, de la que depende incluso para el agua de beber. Luego, es un paraíso fiscal, y el mundo ha declarado la guerra a los paraísos fiscales, que están sustrayendo enormes recursos a todos los gobiernos, en medio de una crisis en la que cuenta cada dólar y cada euro.
En todas las reuniones internacionales, grandes o pequeñas, el tema de acabar con los paraísos fiscales figura en el orden del día y el cerco sobre ellos es cada vez más estrecho. El que hasta Suiza haya levantado en parte el secreto bancario no puede ser más elocuente. Nadie lo sabe mejor que los gibraltareños, que buscan firmar a la carrera acuerdos fiscales con otros países, pero su dilema es angustioso: si dejan de ser un refugio del dinero evadido de otras haciendas, se quedan sin una de sus mayores fuentes de ingresos. Pero si continúan con más sociedades que habitantes dedicadas a toda clase de operaciones opacas, incluida la droga y el tráfico de armas, se expone a seguir en una lista cada vez más negra y sospechosa.
En último término, sin embargo, todo dependerá de si los españoles hacemos el esfuerzo y los sacrificios necesarios para recuperar la colonia. Sacrificios que empiezan por un plan de desarrollo del Campo de Gibraltar, para que sus habitantes no tengan que depender del contrabando ni de hacer los trabajos más duros en la Roca. ¿Estamos dispuestos a ello? No lo sé. El nuevo ministro de Asuntos Exteriores ha acabado con el funesto Foro Tripartito de Moratinos y prometido mayor firmeza. Pero no bastan las acciones defensivas. Ingleses y gibraltareños están echando el resto, al darse cuenta de que se lo juegan todo. A la chita callando, siguen avanzando, como muestra que hayan conseguido se incluya a Gibraltar en las competiciones de la UEFA y que la Unión Europea acabe de asignar 10,5 millones de euros al Peñón dentro del Programa de Desarrollo Regional. Al tiempo que celebran Utrecht volviendo a acosar a nuestros pesqueros. Así, a balón parado, nos marcan los goles.
Quiero decir que trescientos años después de su entrega ignominiosa, Gibraltar sigue siendo la piedra de toque de España como nación completa y como Estado moderno. Sin acabar de pasar la prueba.
José María Carrascal, periodista.
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Con mi más profundo desprecio a los socialistas y a los separatistas catalanes. Amaiur también.
Dejando aparte que Gibraltar fue tomado por una escuadra angloholandesa en nombre del pretendiente austriaco al trono español, o sea, arteramente, el Tratado de Utrecht, establecía que la Corona española cedía a la inglesa: —«La plaza de Gibraltar, con su puerto, defensas y fortalezas, sin jurisdicción alguna territorial» —«Sin comunicación alguna con el país circunvecino por parte de tierra». —«En caso de decidir un día dar, vender o enajenar la propiedad de dicha plaza, Inglaterra ofrecería a España la primera opción de recuperarla».
Ninguna de esas condiciones han cumplido los ingleses, que han ocupado la mitad del istmo nunca cedido, han construido allí un aeropuerto, reclaman la mitad de la Bahía de Algeciras, expanden la superficie del Peñón con rellenos y pasan a España cuando les da la gana, como los gibraltareños, que tras vivir 300 años del contrabando, se dedican ahora al lavado de dinero negro. Todos los esfuerzos militares para reconquistar la Roca han sido en vano. Los políticos, infructuosos. Normal: Inglaterra iba para arriba, España, para abajo.
Pero hace cincuenta años hubo suerte o, más bien, milagro. Fue cuando los ingleses ofrecieron a los gibraltareños el derecho a autodeterminarse para esquivar la cláusula que les obligaba a dar a España la primera opción en caso de desprenderse de la Roca, jugada maestra, al usar la descolonización para mantener su colonia.
Pero la ONU les dio el alto y, tras una batalla diplomática que duró cuatro años, el 19 de diciembre de 1967, la Asamblea General aprobó una resolución que desmontaba la argucia británica, censuraba el referéndum independentista en la Roca y establecía que Gibraltar tenía que ser descolonizada por negociaciones entre los gobiernos español y británico, teniendo en cuenta el principio de que «todo intento que destruya parcial o totalmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de Naciones Unidas». Que era darle la razón a España, pues a los gibraltareños sólo les concedía que se respetasen sus «intereses», no sus «deseos» como insistieron obstinada e infructuosamente los ingleses.
Pero aquella victoria no condujo a nada. No porque los ingleses, como era de esperar, se atrincheraran en sus posiciones, sino porque los españoles, en vez de hacer lo mismo, volvimos a nuestro deporte favorito: pelearnos entre nosotros. Se cerró y volvió a abrirse la Verja, y, a partir de ahí, cada paso que se dimos fue hacia atrás en vez de hacia delante, con cada ministro de Asuntos Exteriores llevando una política distinta en el contencioso, hasta llegar al caso calamitoso de Moratinos, que aceptó a los gibraltareños como parte de las negociaciones e incluso fue personalmente a la colonia, lo que era una forma de reconocerla.
Una especie de «Real Politik», sólo que a la inversa: aceptar la realidad impuesta por el contrario en vez de imponer la nuestra. Menos mal que a aquellas alturas, la ONU defendía nuestros intereses mejor que nuestro gobierno y cuando los gibraltareños, animados por el éxito, se presentaron en su sede para pedir que les sacasen de la lista de colonias, les dijeron que no, que seguirían en ella hasta que se cumpliese la resolución emitida por la Asamblea General sobre el caso.
En un aniversario como el de hoy, las preguntas pertinentes son dos: ¿No resulta anacrónico insistir en el caso Gibraltar? Mi respuesta es: no. Lo realmente anacrónico es que sigan existiendo colonias. Y cuando han desaparecido de todos los continentes, resulta que queda una, en Europa para vergüenza de ésta y de España. Segunda pregunta: ¿Volverá Gibraltar un día a ser español? Depende de los españoles. Pues Gibraltar, con todas sus ventajas, tiene dos inconvenientes aún mayores: la geografía, se trata de un peñón inhóspito, un apéndice de España, de la que depende incluso para el agua de beber. Luego, es un paraíso fiscal, y el mundo ha declarado la guerra a los paraísos fiscales, que están sustrayendo enormes recursos a todos los gobiernos, en medio de una crisis en la que cuenta cada dólar y cada euro.
En todas las reuniones internacionales, grandes o pequeñas, el tema de acabar con los paraísos fiscales figura en el orden del día y el cerco sobre ellos es cada vez más estrecho. El que hasta Suiza haya levantado en parte el secreto bancario no puede ser más elocuente. Nadie lo sabe mejor que los gibraltareños, que buscan firmar a la carrera acuerdos fiscales con otros países, pero su dilema es angustioso: si dejan de ser un refugio del dinero evadido de otras haciendas, se quedan sin una de sus mayores fuentes de ingresos. Pero si continúan con más sociedades que habitantes dedicadas a toda clase de operaciones opacas, incluida la droga y el tráfico de armas, se expone a seguir en una lista cada vez más negra y sospechosa.
En último término, sin embargo, todo dependerá de si los españoles hacemos el esfuerzo y los sacrificios necesarios para recuperar la colonia. Sacrificios que empiezan por un plan de desarrollo del Campo de Gibraltar, para que sus habitantes no tengan que depender del contrabando ni de hacer los trabajos más duros en la Roca. ¿Estamos dispuestos a ello? No lo sé. El nuevo ministro de Asuntos Exteriores ha acabado con el funesto Foro Tripartito de Moratinos y prometido mayor firmeza. Pero no bastan las acciones defensivas. Ingleses y gibraltareños están echando el resto, al darse cuenta de que se lo juegan todo. A la chita callando, siguen avanzando, como muestra que hayan conseguido se incluya a Gibraltar en las competiciones de la UEFA y que la Unión Europea acabe de asignar 10,5 millones de euros al Peñón dentro del Programa de Desarrollo Regional. Al tiempo que celebran Utrecht volviendo a acosar a nuestros pesqueros. Así, a balón parado, nos marcan los goles.
Quiero decir que trescientos años después de su entrega ignominiosa, Gibraltar sigue siendo la piedra de toque de España como nación completa y como Estado moderno. Sin acabar de pasar la prueba.
José María Carrascal, periodista.
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Con mi más profundo desprecio a los socialistas y a los separatistas catalanes. Amaiur también.
Olvidaba decir que nuestros socialistas se han puesto de parte de los ingleses y su colonia. Pero eso, a estas alturas, ya no es noticia. Es lo de siempre
REVISTA DE PRENSA
Y en estas, el separatista Mas corteja a Gibraltar.
La Razón exige a Artur Mas y a los separatistas catalanes lealtad en política exterior ya que están en juego los intereses de España. (ElPeriódico.com.).
Cataluña, ante el desafío secesionista
...y Artur Mas pide celebrar con Gibraltar los 300 años como colonia.
El presidente de la Generalitat de Cataluña se lo
encarga al secretario de Asuntos Exteriores, Roger Albinyana i Saigí,
que ya ha entablado los correspondientes contactos.
(LaVozLibre).
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Con esta gentuza gibraltareña se alían los socialistas y los separatistas catalanes. Y Amaiur.
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Con esta gentuza gibraltareña se alían los socialistas y los separatistas catalanes. Y Amaiur.
las amenazas son
"franquistas"
Gibraltar compara a España con Corea del Norte.
El Gobierno del Peñón ha hecho público un comunicado
en el que compara las "amenazas" de Margallo con la política del
"régimen fascista de Franco" (ld)
LA PRENSA DE UN VISTAZO
Todos con el Gobierno frente a Gibraltar… menos 'El País'
(O sea, todos menos la prensa progresista, los socialistas y los separatistas catalanes.Y Amaiur.)
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Más miseria socialista.
Convocada la "mesa de
Gibraltar"
El alcalde de Algeciras: "Los socialistas cenan en casa de Picardo''(Ministro Principal de Gibraltar)
LIBERTAD DIGITAL
La alcaldesa de La Línea y el alcalde
de Algeciras han expresado en esRadio sus respectivas posturas con respecto a
Gibraltar. (ld).
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MARGALLO, MORATINOS, GIBRALTAR
Zapatero
I, el de las mercedes, decidió dar trato a Gibraltar como si de una nación
independiente se tratara, y Moratinos, con su cara de angelote de Murillo, cometió
el desatino de participar en una negociación tripartita que solo daños podía
causar a España. Los
gobernantes gibraltareños, crecidos, no han hecho otra cosa desde entonces que
abusar de la lenidad española, con grave perjuicio para la dignidad de España y
para los intereses de nuestros trabajadores.
El ministro
de Asuntos Exteriores, García Margallo, ha hecho lo que se debía hacer: tomar
medidas contundentes para que el gobierno gibraltareño entienda que no está
tratando con una nación débil sino con una de las diez grandes potencias del
mundo. A partir de
Castiella, que trazó la estrategia adecuada para la roca, la política sobre
Gibraltar ha sido un continuado error. Los diferentes Gobiernos españoles,
salvo la posición personal de Marcelino Oreja, no han entendido el fondo de la
cuestión. No se han hecho más que con-cesiones.
Era
imprescindible que los gibraltareños se dieran cuenta de que su prosperidad y
su comodidad dependen de España y que si ellos deciden ahuyentar a nuestros
pescadores arrojando al mar bloques de cemento con púas, nosotros podemos
aislar el peñón y evitar el esparcimiento de sus habitantes en nuestra Costa
del Sol. Hasta la
decisión de Margallo, los habitantes de Gibraltar gozaban de todo, desde el
blanqueo de dinero y el tráfico fraudulento hasta las exuberantes mansiones en
las costas doradas del sur de España. Así es
que aplauso encendido para García Margallo, alentándole a que mantenga con
firmeza los intereses de España en la verja que nos separa de la vergüenza
histórica que supone la colonia británica. (Luis María Ansón/El
Imparcial).
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¿Dignidad o lentejas? ¡Pero es que ni siquiera se ponen en cuestión las 'lentejas' porque no habrá tasa para los trabajadores! ¿Qué se puede pensar de esta gente? Lo sé, pero no lo voy a decir. Creo que lectores también saben quiénes son.
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Será una ruina" (ld)
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¿Dignidad o lentejas? ¡Pero es que ni siquiera se ponen en cuestión las 'lentejas' porque no habrá tasa para los trabajadores! ¿Qué se puede pensar de esta gente? Lo sé, pero no lo voy a decir. Creo que lectores también saben quiénes son.
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Será una ruina" (ld)
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