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domingo, 25 de agosto de 2013
LA UNIVERSIDAD Y LA DEMAGOGIA.
(Dedicado a los demagogos que acuden a las tertulias televisivas y a los progres sin distinción de sexo y lugar, o sea, imperio en el que hayan nacido. Y para los meapilas acomplejados. De nada.)
LA UNIVERSIDAD Y NOSOTROS.
Francisco Mora, catedrático de fisiología de la U. Complutense de Madrid escribe algunas cosas sobre las que merece la pena reflexionar. En su artículo ‘El ejemplo de Oxford’, dice:
‘La Universidad de Oxford tiene una larga historia de excelencia desde sus barruntos en el siglo XI’.
Resulta que quieren relanzar este nivel de excelencia y consideran que son necesarios unos 160.000 millones de euros. A tal efecto, han iniciado una campaña para conseguir donaciones, incluidos los antiguos alumnos. Pero este tipo de campañas, con éxito en Oxford, no parece que puedan tenerlo en España. Las donaciones para aumentar el conocimiento, no están en el ambiente cultural, ni las leyes vigentes favorecen este tipo de donaciones. He dicho ‘ambiente cultural’ pero podría haber dicho en la ciudadanía y en las administraciones públicas.
‘Para que una campaña así pueda tener éxito se requiere de una cultura base. En Gran Bretaña o Estados Unidos existe la cultura de donar y devolver a la sociedad parte de lo que has ganado de tu interacción con ella’. Pero aquí parece imposible. Según Mora se debe a lo siguiente: ‘Porque nuestra sociedad no tiene, ni valora, ni promociona una auténtica cultura del conocimiento’.
Pero ¿podríamos dar un salto hacia delante, aunque suene a consigna comunista china? Por supuesto que sí. Pero como todas las cosas, no es gratis. Habría que cambiar mentalidades y actitudes. No todo es cuestión, exclusivamente, de dinero. ‘Las alas son la ilusión, la ambición, el altruismo. Las alas comienzan a crecer cuando uno se lanza al aire pensando e intentando dar más que en recibir y creyendo en valores que van mucho más allá de la mediocridad cotidiana que nos rodea’. Está claro que sin dinero todo es más difícil. Por eso, en Oxford, quieren obtener esta cifra tan importante que antes mencionaba. Pero esto, siendo mucho, no es suficiente. Tomemos el ejemplo de la ‘excelencia’.
En España, dado que somos muy progresistas, no se promociona la excelencia. Todos somos iguales y nadie debe sentirse marginado. De ahí que un estudiante con cuatro suspensos pase curso. Y pasa igual que el que no tiene ninguno y, además, cuatro sobresalientes. ¡Será elitista, el tío! Pero el igualitarismo (socialismo/Logse) limita injustamente las potencialidades de los mejores alumnos, o sea, los que más se esfuerzan y/o los más dotados. Esta es la mediocridad educativa a que nos conducen estas leyes progresistas y ‘buenistas’.
En economía, se sabe hoy que el capital intangible es lo más importante. Durante mucho tiempo se había creído que lo fundamental era tener materias primas y un rico subsuelo. Por supuesto, a nadie le amarga un dulce. Pero lo más importante no es esto. El capital natural, considerado, como he dicho, el aspecto más importante para la riqueza de las naciones, se considera ahora como la parte menos importante en comparación con el capital material (las infraestructuras, las empresas, etcétera) y el capital intangible, es decir, la educación y las instituciones.
La educación y las instituciones (que funcionen correctamente) son la clave. En definitiva, la prosperidad de un país dependerá, básicamente, de su capital humano. No es casualidad que, por ejemplo, de las veinte mejores Universidades del mundo, quince sean norteamericanas. Y siguen comprando ‘cerebros’ en todo el mundo. ¡Menudos elitistas!
Mientras tanto, nosotros nos preocupamos por los ‘profesores hueso’. Según dicen, estos señores hacen cosas feas para ‘conseguir prestigio y respeto, pero con su alto porcentaje de suspensos por sistema ralentizan la salida de alumnos al mercado laboral, desmotivan a los estudiantes y provocan el abandono de miles de matriculados’. No dudo de que haya algunos profesores así, pero no es éste el problema de la enseñanza universitaria. No engañemos más a la gente. Los problemas importantes no están ahí.
Veamos lo que dice uno de estos ‘huesos’, el profesor de Biofísica de la U. de Oviedo, J.L. Fernández Ruiz: ‘Nuestra obligación es crear hombres, los mejores posibles’. No hay duda de que es un mal tipo. ¿Creerá este mandarín de las letras que debe perseguirse la excelencia? Lo normal es que sea acusado de majaderías políticamente correctas. Por ejemplo, ser de derechas. ¡Ya está descalificado!
Este riguroso profesor, se atreve a añadir: ‘El 50% de los alumnos no asiste a clase y no lleva al día las asignaturas’. ¡Que se vaya a Oxford! Este ‘hueso’ no casa con el auténtico ambiente universitario, festivo, progresista, relajado e igualitario.
¿Y qué pasa con los buenos estudiantes? Que se ven perjudicados por las autoridades académicas. Precisamente por no perseguir los mismos objetivos que este profesor ‘hueso’, la excelencia. O sea, ayudar a ‘construir’ las mejores personas posibles. También perjudica a los buenos estudiantes la absurda decisión de ser tolerante con los intolerantes. Permitiendo, por ejemplo, que un pequeño grupo violento impida la celebración de un acto académico.
El injusto igualitarismo nos hace iguales a la baja, perjudicando a la sociedad en su conjunto. Con estas premisas, el derecho que tienen los buenos estudiantes a recibir una buena y rigurosa enseñanza, se diluye. O sea, bajemos el nivel, no sea cosa que provoquemos estrés, desánimo y abandono.
Sin embargo, la educación, como la innovación y la productividad, son fundamentales para superar, en buenas condiciones, la crisis económica y afrontar con éxito el crecimiento económico. Peter Drucker (1974) en su libro "La sociedad post-capitalista", ya enfatizó la importancia de una teoría económica que situara al conocimiento en el lugar privilegiado para la creación de riqueza. No podemos perder más tiempo discutiendo bobadas políticamente correctas. ¡Pobre y politizada Universidad!
Sebastián Urbina Tortella.
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3 comentarios:
Cierto!!
Si la realidad estuviera a la altura de sus palabras yo le diría ¡Bravo!
Por supuesto: conocimiento, formación, excelencia,… ¡ah! qué maravilla.
Pero veo una realidad empecinada en demostrar que las grandes palabras son poco más que la coartada perfecta para un nutrido grupo de elitistas dueños de casi todo. Por otro lado, quién podría asegurar desde el conocimiento menos afectado de sí mismo, menos dogmatizado, que el camino por el que avanzamos no se revelará en pocos años, de forma más evidente, como una excelencia deshumanizada y excluyente.
Los mejores pudieran no ser precisamente aquellos que hoy compiten contra otros por ocupar el éxito social o científico impregnado de un reconocimiento oficial exprés.
La superioridad del titulado me suena ficticia y afectada. O nuestra supuesta superioridad intelectual sirve para trabajar, desde la colaboración, en acabar con los privilegios y los abusos, para hacer un mundo más equitativo y justo, o no servirá absolutamente para nada más que llenar la boca y el ego de unos privilegiados.
Miro a mi alrededor el mundo que realmente tenemos y no el que creemos tener. Millones de cerebros magníficos mueren de hambre, miseria y violencia. No necesitamos una excelencia de dimensión académica, necesitamos imperiosamente un conocimiento excelente de dimensión humana.
Esta es mi opinión "demagógica".
Humildemente.
Un saludo.
No veo incompatibilidad entre 'el saber' y 'la humanidad'. Puede producirse, pero también entre 'la ignorancia' y 'la humanidad'.
En todo caso, si por 'dimensión humana' se refiere al respeto que hay que tener por la dignidad ajena, totalmente de acuerdo.
Por último, siempre hay un escalón metafórico entre 'lo que es' y 'lo que debería ser'. O sea, la realidad y nuestros objetivos.
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