(Lo que ven en la foto es un juego de niños comparado con el proyecto que pueden leer, más abajo. Algo maravilloso, milagroso.)
Un sol abrasador y temperaturas alcanzando
los 50 grados en verano, sumados a la hostilidad de un ambiente árido y
seco, hace difícil (o imposible) creer en la posibilidad de un «vergel»
en medio de tanta inclemencia. La imagen mental de un desierto no suele
asociarse con un ambiente fresco, dominado por árboles frondosos
regalando frutos. Sin embargo, lo que parece un cuento de ciencia
ficción es una realidad.
Poblar un desierto de plantas es lo que se han propuesto los creadores del llamado Sahara Forest Project,
una empresa noruega que no duda en reconocer que esta idea parece un
sueño o que parece «demasiado buena para ser real». Parten de una
premisa sencilla consistente en utilizar
aquello que se tiene en cantidad como es el desierto (aridez, sol),
dióxido de carbono (CO2) y sobre todo, la estrella de esta fascinante
historia: agua salada; para obtener así: agua dulce, energía limpia y una producción sostenible de alimentos.
El mar es el protagonista de este colosal proyecto que pretende hacer frente a nada menos que la escasez de alimentos;
el aumento en el consumo de energía; la escasez de agua; el cambio
climático y la desertificación. Para ello, cuentan con tres tecnologías
claves. Energía solar,
técnicamente denominada energía de concentración solar (CSP, de sus
siglas en inglés) que aporta calor y electricidad a todo el sistema a
través de unos espejos que concentran y reflejan la luz del sol.
Revegetación del desierto
En segundo lugar, los singulares invernaderos de agua salada,
donde el agua de mar es evaporada aportando la humedad y el
refrigeramiento necesarios para un cultivo de alta calidad incluso en
condiciones desérticas, y que puede ofrecer tomates, pepinos, pimientos y
también flores recién salidos del «horno desértico». Por último, se
cuenta con una serie de tecnologías para la revegetación del desierto,
como los llamados «setos evaporadores», que protegen y humeden las
plantaciones al aire libre además de preparar la sal para su
comercialización.
Estas y otras tecnologías, hacen de este proyecto uno de
los más ambiciosos de origen a fin, en infraestructura y sobre todo, en
cuanto a objetivos. De hecho, se pretende exportar a todos los desiertos del
mundo. Solo basta contar con zonas de altas temperaturas, áridas, de
muy baja humedad, con terrenos bajos y distancia del mar que tengan una
pequeña actividad agrícola o vegetación natural.
Pero los beneficios (o las intenciones) no se quedan ahí.
Como se pretenden aprovechar al máximo todos los recursos implicados,
aparte de comercializar sal, se aprovecha el agua,
antes de convertirse en dulce, para cultivos de plantas tolerantes a la
salinidad (halófitas). Y por si esto fuera de poco, un espacio para las
algas, que es una de las fuentes más prometedoras de bioenergía y
nutrientes.
Crear empleo en el desierto
Aún así, es importante conocer los efectos que tendrá sobre
la población. Para empezar, con una estimación anual de 720.000 pepinos
durante 10 años, el coste de los mismos rondaría los 75 céntimos y
actualmente en el mercado cuesta la mitad. Pero con un proyecto de esta
envergadura se trata de pensar a gran escala. Se pretende no solo
generar grandes cambios sino también introducir mejoras en la comunidad creando empleo.
Una instalación tipo que contaría con 50 megavatios de energía solar
concentrada; 50 hectáreas de invernaderos de agua salada, podría
producir anualmente 34.000 toneladas de vegetales, emplear a más de 800
personas, exportar 155 GWh de electricidad y capturar más de 8250
toneladas de dióxido de carbono.
Absorber CO2 para frenar el cambio climático,
es también el objetivo de un proyecto alemán. Investigadores de la
Universidad Hohenheim en Stuttgart han desarrollado una técnica,
denominada «Carbon farming», que consiste en plantar a gran escala, en zonas áridas y secas (desiertos, una vez más) la llamada «Jatropha curcas»,
una planta oleaginosa que consideran la más idónea para capturar CO2.
«Hemos propuesto plantar árboles y cambiar el medio ambiente. La captura
de CO2 en nuestro proyecto no vuelve a la atmósfera sino que queda
almacenado en las plantas durante 20 años. Proponemos una captura real del CO2.
Y cambiaremos las concentraciones del mismo en la atmósfera de manera
considerable», afirma Klaus Becker, autor del estudio y profesor de la
Universidad Hohenheim en Stuttgart.
Aunque uno de los lugares preferidos para esta técnica son
los Emiratos Árabes países como Namibia o Angola son también buenos para
el objetivo», comenta Becker. De momento, se ha probado, y lo que es
importante, ha funcionado en Luxor (Egipto), Madagascar y la India. El
sistema es parecido al de Qatar aunque menos complejo y con el añadido
de que con las semillas de esta planta se obtiene biodiésel. Según los
investigadores, una hectárea de Jatropha puede capturar hasta 25
toneladas de dióxido de carbono atmosférico por año, durante un periodo
de 20 años. «Somos capaces de cambiar el clima regional si plantamos los árboles adecuados en los lugares adecuados», concluyó el profesor.
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