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miércoles, 14 de agosto de 2013
LA INDECENCIA INGLESA.
NI FRANCO, NI BÁRCENAS; UNA OBSCENIDAD.
Y se han hecho fuertes con baladronadas. La última es de calibre: crear una escollera con bloques de hormigón (han lanzado setenta) con enrejados puntiagudos y cortantes de barras de hierro que impedirán la pesca en una zona de la bahía de Algeciras en detrimento de la economía española. Lo han hecho sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Como siempre se han comportado. La respuesta a este desafuero medioambiental, económico y político por parte del Gobierno español es más que razonable, hay que sostenerlo en el tiempo y llevarlo a las instancias internacionales que nos resulten menos arriesgadas y más receptivas.
Y hay que deshacer dos graves infundios que la prensa londinense -tanto la seria como la amarilla, ambas de estricta ortodoxia nacionalista- esparcen sin que nuestra tradicional tosquedad y perplejidad comunicacional permita atajar la especie. De un lado, los medios británicos recuerdan que el Gobierno de Rajoy se comporta como el de Franco (y es que contra Franco, insisto, el Peñón británico era un chollo) lo cual es de una estupidez supina; de otro lado, se desliza la insidia de que Rajoy y su ministro de Exteriores se han montado este conflicto para desviar la atención sobre el escándalo provocado por ese trujimán de Bárcenas.
Saben que confunden la velocidad con el tocino, es decir, que mienten, pero necesitan una coartada para legitimar sus tropelías. Y sus tropelías en Gibraltar no sólo ofenden a España sino a la comunidad internacional. Son de una obscenidad auténticamente procaz y más aún amenazar con “medidas sin precedentes” contra España por responder con mera y contenida proporcionalidad a la hostilidad de los gobiernos de Gibraltar (títere) y Londres.
Las razones de España -ya reconocidas en el ámbito internacional- no requieren hacer comandita con las que tenga Argentina con las Malvinas. Seamos serios. Vamos a donde tenemos que ir, que es a la comunidad europea de la que formamos parte y a las Naciones Unidas, a las que hay que descargar nuestros argumentos como martillo pilón.
No es Franco, no es Bárcenas. Es la inmoralidad de Gibraltar amparada en coartadas historicistas, decisiones fácticas ilegales envueltas todas en un cinismo que tiene mucho de taimado y otro tanto de pendenciero. Una combinación muy británica: los hooligans son perfectamente compatibles con los interminables y mecánicos sorry, expresión de modales que no se les cae de la boca a los británicos. A ver si es verdad y, con esa inteligencia que se echa en falta en la defensa de nuestros intereses (aquí, son, además, principios) al Gobierno “no le tiembla el pulso” como aseguró ayer Arias Cañete que se perfila como el nuevo edecán de Rajoy en el Parlamento Europeo y, a ser posible, en la Comisión de la UE.
(José Antonio Zarzalejos/El Confidencial)
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