ZAPATERO, LASTRE PARA EL PSOE.
Día 05/10/2010
LAS dimensiones del revés sufrido por Zapatero en el Partido Socialista Madrileño son suficientes para calificarlo como una crisis política fuera de su control. Lo relevante no es el hecho de que su candidata haya perdido en las primarias madrileñas, sino la cadena de síntomas que se asocian a esta derrota, producida en este concreto momento político. A un dirigente con autoridad y proyectos suficientes, no le hubiera sucedido esto. La derrota de Zapatero tiene una gravedad cualificada porque carece de recursos políticos mínimos para revertirla a corto plazo, que es la única agenda que puede manejar el presidente del Gobierno. Zapatero no tiene un gobierno sólido y creíble que lo proteja con una gestión eficaz. Tampoco tiene una opinión pública dispuesta a disculparle los tropiezos que cometa. Por el contrario, la sociedad española exhibe un claro hartazgo del zapaterismo.
Ya no cuenta con un partido y con unas bases receptivas a una llamada de cierre de filas en torno a su persona. Lo intentó su equipo más cercano para que Trinidad Jiménez ganara las primarias y falló. Un equipo que también está directamente tachado por la derrota de Jiménez, al haber implicado de forma personal al presidente del Gobierno en una disputa interna muy condicionada por las escasas posibilidades del PSOE de ganar en Madrid. No había proporcionalidad entre el riesgo que corría Zapatero y el beneficio que pudiera derivarse de la victoria de Trinidad Jiménez.
Los que le animaron a apoyar a Jiménez tienen su cuota de responsabilidad. Por eso, la debilidad de Zapatero es contagiosa para el PSOE. El silencio alrededor del presidente se está espesando porque su partido tiene algo más que la intuición de que el camino por el que va Zapatero conduce a una debacle electoral. Baste comprobar que, después de seis años de Gobierno, el de Zapatero se sostiene solo por voluntad de Íñigo Urkullu y Josu Erkoreka.
Ya no cuenta con un partido y con unas bases receptivas a una llamada de cierre de filas en torno a su persona. Lo intentó su equipo más cercano para que Trinidad Jiménez ganara las primarias y falló. Un equipo que también está directamente tachado por la derrota de Jiménez, al haber implicado de forma personal al presidente del Gobierno en una disputa interna muy condicionada por las escasas posibilidades del PSOE de ganar en Madrid. No había proporcionalidad entre el riesgo que corría Zapatero y el beneficio que pudiera derivarse de la victoria de Trinidad Jiménez.
Los que le animaron a apoyar a Jiménez tienen su cuota de responsabilidad. Por eso, la debilidad de Zapatero es contagiosa para el PSOE. El silencio alrededor del presidente se está espesando porque su partido tiene algo más que la intuición de que el camino por el que va Zapatero conduce a una debacle electoral. Baste comprobar que, después de seis años de Gobierno, el de Zapatero se sostiene solo por voluntad de Íñigo Urkullu y Josu Erkoreka.
La cuestión política que debe resolver Zapatero es hasta cuándo antepondrá su voluntad de permanecer en el poder a la necesidad nacional de acudir a las urnas para regenerar políticamente la situación de España. Afirmó que seguiría «cueste lo que cueste» y está haciendo buena su declaración, aunque el resultado de las primarias en Madrid ha introducido un factor novedoso que rompe completamente la pacífica perspectiva de un pacto de legislatura encubierto con el PNV hasta 2012. Zapatero ha hecho de su continuidad un asunto meramente personal. (ABC)
No hay comentarios:
Publicar un comentario