domingo, 10 de marzo de 2013

CÁLCULOS SEPARATISTAS










CÁLCULO INFINITESIMAL.

El cálculo secesionista contaba con una España frágil, quebradiza. Preveía pronto graves conmociones por toda la piel de toro, fruto del paro desatado y de la desesperación de grandes capas sociales. Se daba por hecho el rescate europeo y, con ello, un gobierno títere en La Moncloa dedicado a administrar un protectorado.

No comprendieron que las protestas harían tanta mella, o más, en su propia solidez política, que los maestros y los policías, los médicos y los proveedores, los desempleados y los recortados locales iban a reclamar en primera instancia a su gobierno. No vieron que la fórmula mágica de la irresponsabilidad (España nos roba, todo lo malo viene de Madrid, con la independencia seríamos prósperos) sólo convence a los convencidos.

Sus bonos son basura, no pueden recurrir más que al Estado del que abominan; sus empresarios serán cobardones, pero lo cierto es que no han comprado la aventura; Rajoy ha eludido el rescate, España se financia en los mercados internacionales, Europa reconoce el esfuerzo con el déficit y las agencias de calificación nos aprueban. Después de todo, el viejo Estado Nación no era tan frágil. Cuando Oriol Junqueras, el aliado trampa de Artur Mas, nos perdona la vida anunciando que la Cataluña independiente ayudará a España a salir de la crisis, apenas provoca sonrisas compasivas.

El cálculo secesionista contaba con un PSOE sin ADN. Pensaban que la izquierda española les debía algo, quizá la promesa incumplida de Zapatero, que al final no aceptó el Estatuto salido del Parlamento catalán y prefirió pasarle el cepillo de Alfonso Guerra. 

Situándose, sabe Dios por qué, al margen de la historia española contemporánea, observaban como vecino extraño a un país cainita donde los socialistas eran capaces de cualquier cosa con tal de zancadillear a la derecha. Que alguien les explique, por favor, su propio papel en el guerracivilismo. Díganles que don Manuel Azaña culpó en 1937 a la Generalidad, de forma directa e inequívoca, de la contienda. Está en La velada en Benicarló. Ahora deploran con las más ultrajadas expresiones lo que era un hecho sabido, bromitas aparte: que el PSOE no sólo es un partido español hasta la médula, sino que nuestros últimos cuarenta años no se explican sin él; que el PSOE, fíjate, ha articulado España.

Diré más: si existe algo parecido al nacionalismo español, está más presente en el PSOE que en el PP. El nacionalismo catalán puede haber abducido al PSC, sí. Pero eso, cuando se pone en entredicho la soberanía, sólo va a servir para corregir de una vez por todas el error histórico de la excepción socialista catalana. Al tiempo.

El cálculo secesionista contaba con la existencia de una masa crítica suficiente, después de la Diada de 2012, para amenazar a España con imprevisibles consecuencias si no se hacía la voluntad de los nacionalistas catalanes: primero vino el ultimátum del «pacto fiscal»; luego, in crescendo, ha llegado el órdago del derecho a decidir la independencia, declaración de soberanía mediante. Es raro que, tan calculadores, descuiden la aseada aritmética parlamentaria: los diputados por un Estado propio son uno menos tras las elecciones anticipadas. Así que la gran manifestación y la conversión telúrica de Artur Mas sirvieron, básicamente, para que un montón de convergentes se pasaran a ERC y para que Ciudadanos triplicara su fuerza a costa del PSC.

El cálculo secesionista contaba con el miedo natural a los choques de trenes. Pero el Estado desconoce el miedo, que es cosa muy personal. El Estado es una máquina programada para no ceder su territorio así como así. Llena de laberintos donde el incauto se pierde sin remedio. Ay. (Juan Carlos Girauta/ABC)

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