sábado, 3 de octubre de 2015

MEDIOCRIDAD


 MEDIOCRIDAD.







 MEDIOCRIDAD.

Actualizado 02/10/201511:32 (El Mundo/Baleares.)
 
Le preguntaron al escritor y periodista londinense G. K. Chesterton (1834/1936): ¿Qué es la mediocridad? A lo que respondió: 

"Ver pasar la excelencia y no darse cuenta".


Pues bien, recordemos que la Logse socialista (Octubre de 1990) margina o desprecia la excelencia. Resulta que, para ellos, la excelencia es de derechas. Es elitista. Mejor todos iguales, o casi. A la baja, por supuesto. ¿Qué consecuencias tiene esta opción educativa igualitarista? 

Que las jóvenes generaciones son enseñadas a no valorar, ni desear, la excelencia. Al contrario, a marginarla o despreciarla. Por tanto, los modelos a seguir no son modelos de excelencia. Se persigue el aprobado casi automático y el buen rollito. La enseñanza ha de ser fácil y divertida. Por no hablar de la falta de autoridad del profesorado. O sea, un sistema igualitarista. 

Por tanto no destaques, podrías ofender a los demás. Por eso, la opción educativa socialista tiende a no reconocer el mérito. Porque reconocer el mérito crea desigualdad. Y ellos defienden la igualdad igualitarista. O sea, la mediocridad igualitaria. Pero debemos tener en cuenta que el mérito no cae del cielo. La naturaleza es más sabia que los progresistas y nos hace diferentes. Veamos un ejemplo. 

En USA hubo un jugador de baloncesto, Michael Jordan, que era un auténtico fenómeno. Nació con unas condiciones naturales extraordinarias, pero no consiguió ser una superestrella del baloncesto USA - el mejor del mundo- sin sacrificios. Si se hubiese dedicado a consumir drogas, o no entrenarse, jamás habría sido la gran figura mundial que fue. ¿Qué significa esto? Que la excelencia va unida al mérito. Y el mérito va unido al esfuerzo. ¿Qué pretenden los progres? Rechazar la excelencia. ¿Por qué? Porque, dicen ellos, es elitista. 

Veamos lo que significa elitista. La Real Academia Española da tres acepciones. 1). Perteneciente o relativo a la elite o al elitismo. U. t. c. s. 2). adj. Dicho de una persona: que se comporta como miembro de una élite, que manifiesta gustos y preferencias opuestos a los del común. 3). adj. Partidario de una élite o del predominio de las elites. Nos interesan las acepciones 2 y el 3. Veámoslo más de cerca. Para empezar, ¿qué gustos y preferencias tiene el común? Tal vez comer tortilla de patatas, ver partidos de fútbol y admirar a Belén Esteban. ¿Es eso?

O puede que se refiera a otra cosa. Tal vez quiera decir que el común tiene unos gustos más baratos que los gustos de las elites. El motivo es que no puede pagarlos. Por ejemplo, Michael Jordan podía pagarse una avioneta privada, pero no el común de las gentes. ¿Deberíamos subvencionar a las gentes 'del común' para que pudieran comprarse avionetas? ¿O deberíamos prohibir que la gente de la élite se comprara avionetas?

Sin embargo, no es necesario que las personas que pertenecen a la elite tengan gustos incompatibles con la gente del común. Es decir, tanto el común como los ricos podrían desear cosas parecidas, pero no pueden compartir gustos y preferencias porque 'el común' no se puede permitir gustos muy caros. ¿Qué hacemos con esto? Ya están los impuestos progresivos, pero tal vez deberíamos machacar más a los ricos. Claro que si apretamos mucho más, el capital se va volando a otro sitio. Y esto también perjudica, aunque sea indirectamente, al común

Veamos la acepción 3ª, que es la más interesante. ¿Qué significa ser partidario del predominio de las elites? Hay diversas interpretaciones posibles. Me centraré en dos de ellas. Por una parte, supone aceptar o promover el predominio de las elites en beneficio propio, y disfrutando de privilegios jurídico-políticos que están vedados al común de las gentes. Esto es inaceptable. Por otra parte, si predominio significa que son mejores en su campo que el común, me parece indudable. Jordan era mejor que los demás. 

Si los progresistas creen que basta con machacar a impuestos progresivos a los que destacan, estamos como ahora. Si no les basta esta solución ¿Qué proponen? ¿Confiscación? ¿Prohibición de la excelencia? ¿Más LOGSE?
La igualdad igualitaria de progreso, produce gentes que tienden a rechazar o despreciar la excelencia. Este tipo de educación, por decir algo, va moldeando las mentes de las jóvenes generaciones hasta que llegan a interiorizar que los excelentes son una especie de señoritos. Porque no son como el común. O sea, ¿qué te has creído? ¿Qué eres más que los demás? 

¿Qué consecuencias acarrea esta actitud? Una de las consecuencias es la creación de gentes más mediocres y más fácilmente manejables. ¿Por qué? La igualdad igualitaria tiende a la creación de tribus igualitarias, que siempre son a la baja. Lo bueno es ser como todos. ¿Dónde va Vicente? A donde va la gente. El diferente, si es mejor que el resto, es visto como una persona elitista. 

De ahí que al mediocre no le guste, o le disguste, la excelencia. La ajena. Es como si los jugadores 'normales' hubiesen despreciado a Jordan por ser mejor que ellos y por ganar más dinero. Es decir, la envidia igualitaria.
Cuanto más mediocres, más dependientes de las ubres, materiales e ideológicas de Papá-Estado. O sea, de sus dirigentes. Claro que no se dice así. Lo que se dice es que la igualdad igualitaria- que busca igualdad en los resultados- se preocupa por el interés común

En cambio, la igualdad de oportunidades, que estimula el mérito y el esfuerzo, se preocuparía por el interés egoísta e insolidario de los que destacan. Algunos políticos tratan de conseguir -por medio de leyes educativas y medios de difusión- que las jóvenes generaciones se lo crean y no admiren la excelencia ajena, ni se esfuercen por alcanzarla. Así será más fácil que voten a los partidarios de la educación a la baja, de los derechos sin obligaciones, de las subvenciones y mamandurrias. O sea, mediocridad.


Sebastián Urbina es doctor en Filosofía del Derecho.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esa supuesta igualdad sólo puede ser a la bajá por definición. Se puede cortar un roble para que sea una mata pero no se puede alargar una mata para que sea un roble o si, mediante juegos de sombras que es lo que vemos en la política y en la publicidad ( que vienen a ser lo mismo, o eso parece).