EL ODIO COMO IDENTIDAD.
Lo contaba maravillosamente ayer Gabriel Albiac
en estas páginas. Fue entonces, en 1492, cuando cambió por completo la
forma de pensar y ver el mundo. Y fue en España donde se inició aquella
inmensa gesta, la de mayor épica, la de mayores consecuencias de la
historia de la humanidad.
Por si alguien dudaba, la primera tierra que
Colón se encontró en su ruta hacia las Indias la bautizó con el nombre
de La Española. Sí, señores, La Española. Hace más de 500 años de
aquello y aún hoy siguen científicos y poetas dedicados a repensar,
analizar, investigar, estudiar o inspirarse en el descubrimiento de un
continente que se antojaba infinito en una gesta que no deja de asombrar
al mundo.
Un continente que, solo décadas después de haber sido pisado
por pequeños grupos de soldados y navegantes aventureros españoles,
contaba ya con ciudades comunes de indígenas y conquistadores, con niños
de sangre de aquí y de allí, con universidades y catedrales, con
archivos y escuelas, con unas fuerzas de inmensa voluntad de superación y
creatividad inauditas. La conquista de América es una increíble hazaña
de una insólita comunidad de fuerzas humanas movidas por la fe en la
trascendencia.
Jamás podría ser superada por ninguna fuerza
rival de España. Por ello había que vencerla desde dentro, debilitarla y
desprestigiarla. Pronto comenzó a ensombrecerse la inaudita proeza
española por parte de los enemigos del imperio. Se exageraron errores y
excesos y se ridiculizaron u ocultaron los éxitos, la grandeza, la
bondad, la generosidad y los triunfos. Lo que era anécdota se convirtió
en categoría y la mala fe cubrió de sospecha e insulto hasta las páginas
más brillantes, los actos más bellos y hechos inauditos.
Nunca se hizo
frente a las interminables oleadas de maledicencias interesadas. Siempre
fueron más activos y más eficaces los maledicentes que los defensores
de aquella proeza sin igual. En 1913 Julián Juderías, funcionario del
Ministerio de Estado, ganó un concurso literario de «La Ilustración
Española y Americana» con un trabajo que tituló «La Leyenda Negra y la
verdad histórica». Así se acuñaba el término que engloba el conjunto de
esas maledicencias y la visión negativa sobre la acción española en
América, cuajada de falsedades, forjada tanto por ingleses, holandeses o
franceses como por españoles. Judería murió joven y su trabajo cayó en
el olvido.
Hoy vivimos tiempos no ya antiheroicos, sino cabe decir de
fin de raza. Extirpada y combatida con sistema y sin piedad toda
atracción por la grandeza del individuo ante la historia, despreciada la
dignidad trascendental, se forma a los individuos para emociones y
sentimientos moldeables y romos. Y son sometidos a adoctrinamientos
blandos que les hacen sentirse bondadosos y satisfechos en su
mediocridad con la mera activación de un odio primitivo a enemigos de
diseño ideológico. Sucede con el odio del animalista al torero. Cree que
su bondad crece en la medida en que desee más sufrimiento a su
semejante, al torero.
La izquierda, impotente y sin ideas, se ha
cargado de mitos. Ha asumido estas perversiones como parte de su acervo
ideológico. Otra es el indigenismo, basado en la torpe mentira del buen
salvaje y en la leyenda negra. Y otra el nacionalismo, fomentado en
diversas regiones españolas también por la izquierda.
En el odio como
identidad. El odio a España. De ahí que personajillos como Ada Colau,
«Kichi» o los Bardem y demás desecho de la subcultura de la izquierda
lancen su palabrería contra la conquista de América. Contra la gesta
única en la historia de la humanidad. Estos tipos existieron siempre. Lo
peor es que gentes así intoxican impunemente a los niños españoles con
una permanente leyenda negra contra España.
(Hermann Thertsch/ABC)
El alcalde de Cadiz (Podemos), insiste:
'No estaría nada mal que España reconociese el genocidio'
Kichi
quiere que se pongan las cosas en su sitio y que España reconozca
el exterminio que realizó en América Latina, a la vez que propone
celebrar otros 'hitos históricos'. (La Gaceta)
2 comentarios:
Además de ignorantes son unos nadie con sillón, lo peor que podía ocurrir.
Lo malo es que los votaron.....
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