domingo, 11 de octubre de 2015

DIA DE LA HISPANIDAD.

DIA DE LA HISPANIDAD.








POR SI SE QUIERE ENTERAR.

Francisco Caja: "Estamos ante un golpe de Estado para destruir España''.

Caja invita en Es la Mañana de Federico a participar en manifestación de este 12-O en Barcelona por la unidad de España. (LD.)




LOS PRESIDENTES DE CATALUÑA, PAÍS VASCO Y NAVARRA NO HAN ASISTIDO AL DÍA DE LA HISPANIDAD.

(Usted compre, compulsivamente, productos catalanes, vascos y navarros. En agradecimiento.)



 ADEMÁS DE ANTIESPAÑOLES SON UNA CUADRILLA DE BURROS -con perdón de los burros- IGNORANTES.

Colau (Alcaldesa de Barcelona) dice que es una "vergüenza" que España celebre un "genocidio" el 12-O.

 

(ld.)

 

 TRAICIÓN SOCIALISTA.



(LA TRAICIÓN SOCIALISTA A ESPAÑA Y A LA CONSTITUCIÓN.


 


NO SE DIALOGA CON LOS DELINCUENTES Y CON LOS QUE QUIEREN ROMPER ESPAÑA Y LA CONVIVENCIA.


 


LA LEY Y SU CUMPLIMIENTO ES LA BASE DE LA DEMOCRACIA.)


 

Pedro Sánchez "dialogará" con los separatistas si llega a Moncloa.

Así lo asegura la número dos en la lista por Madrid, Meritxel Batet, que critica a Rajoy y a Mas por no haberse sentado "a hablar". (ld.)


La Fiesta Nacional y la izquierda antiespañola. La conmemoración de la Fiesta Nacional ha sido utilizada por los más señalados líderes de la izquierda populista para tratar de ultrajar a España deformando su historia. Los representantes de la extrema izquierda han dedicado la jornada a tratar de denigrar a su país manipulando burdamente su pasado, en la más rancia tradición izquierdista. Odian a España y este lunes se encargaron de que no quedara la menor duda. 



Se podrá aducir que los menosprecios de la alcaldesa de Barcelona o el primer edil de Cádiz, el bochornoso Kichi, son las típicas astracanadas de unos sujetos con muy merecida fama de impresentables. Sus arremetidas contra España, su historia y la gesta del Descubrimiento de América revelan una ignorancia atroz, pero también ponen de manifiesto una de las señas de identidad de buena parte de la izquierda: la fobia a lo español.

La cobardía de la derecha política a la hora de reivindicar la Nación española y su historia ha contribuido a que la izquierda haga estos repulsivos despliegues de ignorancia. La ocupación izquierdista del terreno cultural, mediático y educativo ha conseguido que enarbolar una bandera de España sea considerado como un gesto fascista, mientras que cantar las glorias del comunismo, la aberrante ideología de los cien millones de muertos, sigue pasando por progresista, igual que el despliegue de toda la parafernalia de los hiperreaccionarios nacionalismos catalán, gallego y vasco.

Como en el resto del mundo, la Fiesta Nacional es un día especialmente adecuado para el ejercicio del mejor patriotismo, que indudablemente pasa por reivindicar las mejores páginas del pasado y por renovar el compromiso con el presente. Por desgracia, personajes como Ada Colau, el denominado Kichi o el niño mimado de los ayatolás iraníes y la Cubazuela bolivariana no permiten que en España las cosas sean así. La culpa es suya y del resto de la izquierda, que o calla u otorga pero jamás les afea su conducta miserable.

(Edit. ld.) 

¿POR QUÉ ODIAN A ESPAÑA? 

Pablo Iglesias ha contestado con un mohín de doncella desdeñosa a la invitación oficial para estar presente en la celebración del Día de la Fiesta Nacional. Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, le ha reprochado que “no se puede querer ser presidente y no celebrar el día de España”. Tiene razón Rivera. Y es que Pablo Iglesias, como en general toda la izquierda que él representa, no quiere ser exactamente presidente de España: ellos quieren mandar sólo en nombre de los suyos, de su “clase”, como dice el concejal de Economía de Madrid, el marxista Sánchez Mato. 

Una singular “clase” de acomodados burgueses, casi todos funcionarios, que arbitrariamente decide autocalificarse como “clase trabajadora”. Es una impostura, pero la idea va haciendo –peligrosamente- camino. ¿España? ¿Eso que es? Una fábrica de genocidas, como da a entender Kichi, el alcalde podemita de Cádiz. O Ada Colau, la de Barcelona. La ultraizquierda y los separatistas coinciden en su designio, implícito o explícito, de destruir la realidad nacional española. Lo peor es que esta gente acapara hoy un poder extraordinario.

La izquierda española tiene un problema con España. Anclada en una interpretación alucinada de la realidad, sigue pensando que España es el “franquismo”, es decir, un régimen extinguido hace ya cuarenta años -¡cuarenta!- y que, por otro lado, puso objetivamente los cimientos, tanto socioeconómicos como institucionales, para que en nuestro país pudiera haber una democracia razonable. Puede disculparse –quizá con un exceso de indulgencia- que esa izquierda mantuviera una posición antinacional hasta 1975, pero es absolutamente imperdonable que desde entonces acá no haya sido capaz de construir su propia teoría de la nación española. 

Esa ausencia de creatividad intelectual retrata a la perfección a esta banda de demagogos que repite como mantras un discurso ferozmente pasado de moda. Instalada en la pura irracionalidad de una crítica sin objeto real, la ultraizquierda española aún no ha sido capaz de entender que no hay democracia posible sin comunidad política, y que no hay comunidad política sin nación. Aunque quizá el error sea nuestro: por creer que a esta gente realmente le importa algo la democracia.

Lo peligroso, lo alarmante, es que los puntos de vista –llamarlo “ideas” sería exagerado- de esta gente ha permeado muy hondo en la sociedad española. La ultraizquierda, con la suicida complacencia de la izquierda institucional –es decir, del PSOE- y de la propia derecha, ha acaparado en los últimos veinte años departamentos universitarios, colegios, asociaciones civiles, grandes espacios en poderosos medios de comunicación y, ahora, porciones de poder territorial nada desdeñables. 

La ultraizquierda está sobrerrepresentada: su voz se escucha mucho más de lo que realmente merece por sus votos. Pero sintoniza con buena parte de la sociedad que, quizá, no le votará nunca, pero que ha aceptado como verdad ese discurso histerizante y arbitrario de luchas de clases, genocidios históricos y colectivos alienados a los que hay que emancipar. Un discurso en el que, al parecer, la palabra “España” es sinónimo de “mal”.

Es urgente salir de aquí. Una nación que deja de verse como comunidad política no puede construir una democracia digna de ese nombre. Si de verdad queremos salvar algo parecido a una democracia, es urgente frenar –democráticamente- el poder de quienes creen que la democracia son sólo ellos y condenan al infierno a todo lo demás, país incluido. Una nación que se designa a sí misma como enemigo es una nación enferma.

(Edit. La Gaceta.)

 

 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Viva la hispanidad y la los que no les gusté que se hagan chinos o cualquier otra cosa, no los necesitamos y son libres no asistir a nuestra fiesta.

Anónimo dijo...

Armengol, una mas del fraude de marca. Haber sido consecuente y no haber acudido a la fiesta. Por una publicidad responsable, también el los productos políticos.

Arcoiris dijo...

Tengo entendido que, fuera de España, en el resto de Europa y en los USA, al menos, un político que ponga en duda el Holocausto judío, haga chanzas con el asunto o se manifieste abiertamente antisemita, es cesado de inmediato si no presenta “motu proprio” su renuncia. Y, a todo esto, ¿acaso no es más grave manifestarse como franco desafecto al propio país? ¿Cómo es posible que mantengan sus cargos públicos tales personajes? ¿Acaso tenemos miedo a parecer poco tolerantes cuando ellos no se recatan en condenar y prohibir las expresiones y símbolos que no se compadecen con sus principios? ¿Porqué hemos de tener la impresión de estar desamparados por el Estado que alimentamos con nuestros votos y nuestros impuestos?

Anónimo dijo...

Este país va a la deriva con este odio hacia su propio país, no quieren construir nada, solo destruir calentando una silla y viviendo a costa de dejarnos en pelotas, cada vez hay más caraduras y trepas, sinvergüenzas que dicen no sentirse españoles pero siguen aquí chupando y sembrando odio continuamente