(Propuestas del Partido Popular y del Partido Socialista Obrero Español.)
MALDITOS FILÓSOFOS.
No entiendo por qué los dos grandes partidos de la política española muestran idéntico empeño en suprimir la Filosofía como asignatura obligatoria. En diferentes legislaturas, ambas fuerzas han ideado reformas educativas que expulsaban a Platón, Aristóteles y Kant del aula, quizás con el pretexto de adaptar los planes de estudio a las exigencias del mercado laboral.
Olvidan que los alumnos no son tan sólo futuros trabajadores, sino ciudadanos con la necesidad de elaborar un criterio personal e independiente. No es posible ser responsable, ecuánime y solidario, sin ciertos conocimientos que permitan interpretar los hechos desde una perspectiva contrastada y veraz.
La Filosofía no es un saber anacrónico, sino un espacio de reflexión que no suele producir indiferencia. Se presupone que los alumnos no aprenderán nada significativo, leyendo a Immanuel Kant o a Platón, pero mi experiencia es que los más jóvenes se apasionaban cuándo se plantean ciertas preguntas. “¿Qué es el hombre?”, “¿De dónde procede el mal?”, “¿Es posible una paz perpetua?”.
Siempre que he formulado estas cuestiones, mis alumnos han reaccionado con interés. Escuchar que –según Kant- “el hombre es un fin en sí mismo y nunca un medio”, o que –en opinión de Sócrates- “el mal procede de la ignorancia”-, les ha hecho meditar sobre la necesidad de no menospreciar ninguna vida. En una sociedad civilizada, las penas impuestas por la justicia no obedecen al deseo de venganza, sino a la esperanza de la reinserción.
No hay seres humanos desechables, sino actos deleznables. El principio de reparación no puede excluir en ningún caso la posibilidad de la reeducación y el perdón. Si el odio prevalece sobre la reconciliación, los agravios se prolongan indefinidamente, incrementando el sufrimiento del ofendido y el ofensor.
La Filosofía es una lección de convivencia, especialmente necesaria en una época donde el diálogo político se ha convertido en un intercambio de exabruptos. Los más jóvenes están creciendo en medio de un clima de crispación que sólo propicia el renacimiento de los radicalismos de distinto cuño.
Las ideologías contienen un potencial dañino que sólo necesita unas circunstancias históricas propicias para desatar una catástrofe. La filósofa judía Hannah Arendt describió la matriz del pensamiento totalitario: considerar irrelevante al individuo frente a la Idea, un dogma que puede cambiar de forma, pero no de contenido. Las mayores matanzas de la historia reciente se han cometido en nombre de presuntas utopías, con un enorme poder seductor, particularmente en mentes jóvenes y desinformadas.
En el caso del nazismo, la utopía del Reich milenario hoy nos parece intrínsecamente repugnante, pues el racismo y el colonialismo ya no gozan de la aceptación social de un pasado no tan lejano, pero la “dictadura del proletariado” disfruta de un apoyo mucho más amplio, gracias a un conocimiento deficiente de la política y la historia.
Arendt afirmó que el nazismo y el estalinismo eran “variaciones del mismo modelo”, un concepto de la política inspirado por el anhelo de dominación total sobre una sociedad de masas, donde no hay espacio para la disidencia o la realización personal. Se tiende a olvidar que Stalin es el creador del marxismo-leninismo, una teoría que justifica la represión y el exterminio del adversario como un medio necesario para crear un Estado poderoso y centralizado.
El estalinismo no es la perversión del marxismo, sino su extensión y realización histórica. El archipiélago Gulag ya se esboza en las páginas de Marx. Se podría decir lo mismo de Nietzsche en relación a las políticas de exterminio nazis. Si alguien lo duda, le recuerdo una de las primeras frases de El Anticristo: “Los débiles y los malogrados deben perecer: principio primero de nuestro amor por los hombres”.
El nazismo parece una ideología en retroceso, pero no se ha extinguido. Simplemente, se ha disfrazado, enarbolando otras banderas. A veces se presenta como lucha por la liberación de los pueblos, pero aunque pretenda disimular su carácter excluyente con una paradójica vocación internacionalista, sigue apelando a los intereses superiores de una patria supuestamente oprimida para transformar al individuo en masa.
Según Hannah Arendt, la “admiración por el crimen” es uno de los rasgos esenciales del totalitarismo. El marxismo-leninismo y el nazismo convergen en el desprecio por la retórica burguesa de los derechos humanos. Pienso que no hay “violencia buena” y “violencia mala”. La violencia siempre es un fracaso y un mal objetivo. En el zulo de Ortega Lara hay tanta miseria y crueldad como en los barracones de Auschwitz.
En Sobre la paz perpetua(1795), Kant afirmó que la posibilidad de un mundo en paz no era “una fantasía vana”, sino una exigencia de la razón. El filósofo alemán abogaba por un “derecho de ciudadanía mundial” que reconociera la dignidad y el valor de cada vida humana. Su reivindicación se anticipa a su tiempo y continúa ofreciéndonos una meta hacia la que orientar el porvenir.
Me atrevo a aventurar que los más jóvenes podrían sortear la seducción de las ideologías totalitarias, conociendo la historia de la filosofía, con sus momentos de grandeza y sus indudables errores. Las dictaduras se elaboran con odio, gregarismo, manipulación y estupidez. En cambio, las sociedades libres y plurales nacen de la generosidad, la voluntad de diálogo, la tolerancia y la inteligencia.
Creo que esas cualidades se adquieren mediante el análisis y la argumentación, que siempre ponen entre paréntesis cualquier conclusión o teoría.
No me cuesta trabajo imaginar a Hilter y Stalin mascullando en sus madrigueras: “¡Malditos filósofos!”. De hecho, persiguieron implacablemente a pensadores, poetas y artistas, quemando sus obras y prohibiendo que se hablara de ellos en las aulas. Por favor, no les imitemos, ni siquiera indirectamente, permitiendo que un estudiante finalice el bachillerato sin leer y estudiar a los grandes clásicos de la Filosofía.
“Buscad la justicia y la paz perpetua se os dará por añadidura”, escribió Kant. Una frase puede ser el punto de apoyo que transforme el mundo. No dejemos a los jóvenes sin esas palancas mágicas que han inspirado los mejores sueños.
(Rafael Carbona/El Imparcial.)
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