Viene el gran vuelco
Mientras la marea de la opinión pública devuelve todos los días a la playa de las noticias la espuma de los trajes de Camps, las tribulaciones de Bárcenas y las puñaladitas de pícaro entre los dirigentes del PP, en el mar de fondo de la sociología electoral se están empezando a sedimentar las corrientes oceánicas que fraguan los resultados del futuro.
Afirma Ignacio Camacho en ABC que apuntan, dentro de su alta volatilidad, a un serio cambio de tendencia o de ciclo. Y lo importante no es que lo crean los simpatizantes o votantes del centro derecha, sino que han empezado a sentirlo así también quienes respaldan al Partido Socialista.
Esta semana, un sondeo de Metroscopia para el diario «El País» -publicado con escasa relevancia editorial- certificaba una brecha de tres puntos favorable al PP en intención de voto, prácticamente idéntica a la que le otorgó el triunfo en las europeas de junio, pero sobre todo contenía un dato crucial sobre el estado de ánimo de la ciudadanía.
Resumido: un 44 por ciento de los españoles considera que si mañana hubiese elecciones las ganaría Mariano Rajoy. Y no sólo lo piensan sus votantes (71 por 100) sino un tercio de los socialistas, entre los que menos de la mitad (45 %) apuesta por el triunfo de Zapatero, al que un abrumador 69 por ciento de los encuestados encuentra sumido en la improvisación frente a la crisis.
Desde el punto de vista emocional, el de las sensaciones, ésa es la fotografía de un vuelco incipiente, si bien parece más producto del desaliento ante el marasmo gubernamental que de esperanza por la alternativa.
Es lo que hay. Un profundo desencanto por la pasividad desconcertada del Gobierno y una cierta resignada consolidación de un relevo que despierta poco entusiasmo. El presidente aparece fundido a poco más de quince meses de su última victoria, mientras va emergiendo la evidencia de que el Partido Popular es a día de hoy la fuerza política con mayor respaldo.
Pero éste es el tipo de estados de opinión que forjan las mayorías nadando entre las aguas revueltas de una actualidad dominada por la política-espectáculo y las conspiraciones cortesanas.
Los que incuban los movimientos telúricos de la sociología electoral.
Sucede que queda mucho tiempo, mucha legislatura, y que para que cuaje el vuelco no va a bastar con que el PP camine de puntillas sin cometer errores de bulto.
El centro derecha necesita erigirse a partir de su actual ventaja en una alternativa perceptible con un liderazgo eficaz y claro.
El «sentido común» que centra el discurso de Rajoy puede no alcanzarle ante la manifiesta capacidad de maniobra superficial del presidente Zapatero. Hacen falta ideas, propuestas, empuje y un poco de seducción para consolidar la tendencia.
Para lograr que, además de que los ciudadanos crean que va a ganar, sientan un mínimo de ilusión por la posibilidad de que llegue a hacerlo.
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Aunque Rajoy y su estrategia me parecen decepcionantes y estoy, consecuentemente, en contra, cualquier cosa antes que gane Zapatero. Es el peor Presidente que ha tenido la joven democracia española.
Sebastián Urbina.
2 comentarios:
18 de julio
18 de Julio de 2009 - 08:31:52 - Pío Moa
Aunque la rebelión contra el Frente Popular empezó el día 17, el 18 quedó como fecha oficial de su comienzo. Según la versión predicada por las izquierdas, se trató de un golpe militar contra un gobierno legítimo y democrático, salido de las urnas. En tal caso deberíamos considerar legítimas unas urnas cuyos votos nunca se publicaron oficialmente, y cuyos parciales recuentos transcurrieron, como consigna Azaña, en una situación en la que "Los gobernadores de Portela habían huido casi todos. Nadie mandaba en ninguna parte, y empezaron los motines". Habría que considerar democrático un Frente Popular constituido por quienes habían intentado golpes de estado cuando perdieron las elecciones de 1933 y en octubre de 1934 se habían alzado en armas contra un gobierno, aquel sí, democrático y salido de las urnas recontadas con normalidad. Habría que considerar legítimo un gobierno que ni cumplía ni hacía cumplir la ley, amparaba un sangriento proceso revolucionario abierto y cometía él mismo un rosario de ilegalidades culminadas en el secuestro y asesinato del jefe de la oposición Calvo Sotelo y la brutal represión inmediata contra quienes protestaban.
El 18 de julio fue, realmente, la rebelión de una parte del ejército y del pueblo contra el proceso revolucionario y un gobierno ilegal. Los majaderos le achacan que "tampoco fue democrática", como si fuera posible la democracia en una situación en la que todos los partidos de izquierda, sin práctica excepción, además de los monárquicos, querían acabar con ella. Pues fue la izquierda la que demolió todo lo que tenía de democrática la república e hizo inevitable el dilema de someterse a la tiranía revolucionaria o rebelarse contra ella. La democracia no era posible entonces, ni volvió a serlo durante muchos años. Como vieron Marañón, Besteiro y tantos otros, la única elección posible era entre el franquismo y un caos más o menos revolucionario; o una nueva guerra civil. Entre una dictadura autoritaria y una totalitaria. Y el autoritarismo franquista libró a España de la revolución, de la guerra mundial, de una nueva guerra civil, dejó un país próspero y reconciliado, e inauguró el período de paz más prolongado que ha disfrutado España en dos siglos.
Solo desde la prosperidad y la reconciliación del franquismo fue posible la democracia actual. Una democracia permanentemente amenazada. Obsérvense esas amenazas: el terrorismo, la corrupción, la anulación de la independencia judicial, el envilecimiento de la población mediante la telebasura, la "inversión de valores" que exalta la miseria moral, los separatismos que pisotean la ley y los derechos ciudadanos, la falsificación de la historia... Todas esas amenazas proceden de quienes se identifican con aquel Frente Popular derrotado por Franco. Y de una seudooposición que escupe a diario sobre las tumbas de quienes libraron a España de la catástrofe. Hoy vivimos un proceso de demolición de todo lo que se avanzó bajo el franquismo y la transición, y debemos reconocer a sus responsables, examinando los hechos bajo su demagogia.
Dios le oiga, y que venga el cambio.
Lo lamentable es que el PP no está a la altura de las circunstancias. Les faltan huevos. Simplemente eso.
¿No saldrá otro lider del PP? Sería la única solución. Y mientras tanto, ¡Pobre España!
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