Se debate la financiación de las Autonomías y nadie dice la verdad, nadie se atreve a entrar en el fondo de la situación actual. Como cuestión previa a un plan razonable para financiar a las Comunidades autonómicas debe establecerse esta exigencia: la reducción drástica del gasto público. Cuando en la última legislatura de Aznar, el Estado se instaló en el superávit, las Autonomías se endeudaban cada año un poco más. La salud económica de España era artificial porque Autonomías y Municipios son también Estado. Conviene no olvidar la es-tructura real en la que nos movemos.
Hemos creado 17 Estados de pitiminí, cada uno con su gobierno, su parlamento, su protocolo, su televisión, su policía, su Jefatura del Estado, y todo ello con gastos sin cuento, palacios suntuosos, viajes gratis total, turismo político de altura, asesores sin número, ayudantes incontables, secretarias para parar el AVE, escoltas a porrillo, automóviles sin control con sus chóferes y sus gastos cada vez más copiosos.
Las Autonomías, en fin, constituyen una sangría para el español medio que se ve acosado por unos impuestos casi confiscatorios. En 1976 los ciudadanos teníamos que pagar a 600.000 funcionarios. Ahora a cerca de 3.000.000, con sus sueldos, sus jubilaciones, sus dietas, su calefacción, su aire acondicionado, su teléfono, sus oficinas, sus gastos varios. Y todo para que en lugar de estar mejor atendidos, donde antes había que hacer un trámite burocrático, ahora nos atosiguen con tres o cuatro.
El debate sobre financiación de las Autonomías, ante elecciones ya anunciadas, significa que tendremos que pagar todavía más de lo que pagamos ahora. En lugar de decir: ni un céntimos más, por el contrario, reducción de los presupuestos al menos en un 20%, se terminó el derroche, se acabó el despilfarro, Zapatero I el de las mercedes parece dispuesto a contentar a todos pagándoles más con los impuestos con que nos esquilma a todos los españoles.
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