martes, 15 de marzo de 2011

PÁNICO NO, GRACIAS






PÁNICO NO, GRACIAS.


El alcance y consecuencias del accidente nuclear de Fukushima todavía no pueden determinarse con exactitud. De momento, en la escala de 1 a 7 que califica este tipo de sucesos, el acaecido en Japón se sitúa en el nivel 4, mientras que el de la Isla de las Tres Millas correspondió al 5 y el peor de toda la historia, Chernóbil, recibió la nota máxima, es decir, 7.

Si al final la vasija que contiene el núcleo mantiene su integridad, incluso con fusión parcial de aquel, el balance, considerada la magnitud de la catástrofe natural causante del problema –terremoto de intensidad extrema seguido de tsunami devastador– puede considerarse positivo. La tecnología de seguridad y la competencia de los expertos, incluso en las circunstancias más desfavorables, habrán limitado los daños radiológicos a los trabajadores y a la población en general de forma notable. Sin embargo, hemos de esperar el transcurso de los próximos días para emitir un veredicto final.

Pero en el supuesto de que el desastre llegase a sus últimas consecuencias produciendo un Chernóbil japonés, lo peor que podríamos hacer es dejarnos llevar por el choque emocional asociado a tales desgracias. La explosión del reactor ucraniano desató una cadena de reacciones apasionadas en la ciudadanía y en los políticos que dieron lugar a decisiones que hemos pagado muy caras en términos de competitividad económica, seguridad de suministro y preservación del medio ambiente.

En España, el parón nuclear impuesto por los socialistas a principios de los ochenta del pasado siglo ha incrementado enormemente nuestras emisiones de gases de invernadero, ha encarecido absurdamente la electricidad, ha acumulado un inmanejable déficit de tarifa y ha incrementado peligrosamente nuestra vulnerabilidad frente a suministradores externos.

Si se analiza fríamente lo que está sucediendo en la central de Fukushima, el coste en vidas humanas en el peor escenario posible será insignificante comparado con la mortandad infligida por la suma del seísmo y el maremoto. En cuanto a las pérdidas financieras derivadas del cierre definitivo de tres reactores de una planta más que amortizada, tras cuatro décadas de producir electricidad, tampoco son relevantes en el marco del ingente volumen de dinero que deberá ser invertido en la reconstrucción del conjunto de infraestructuras destruidas. Calma, pues, antes de cometer errores de juicio carentes de la necesaria serenidad. El pánico es el peor consejero. (A. Vidal Quadras/La Gaceta)

*Catedrático en Física Nuclear.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿También son negacionistas del peligro nuclear, com del cambio climático? que irresponsabilidad. Supongo que eso también son valores de derechas.

Anónimo dijo...

Aquí el verdadero problema no son los accidentes o las catastrofes. Lo que importa son los RESIDUOS que provoca la energía nuclear, que van a emponzoñar la Tierra durante generaciones. Producid y consumid, no dejeis nada para los que vengan detrás.