(La dictadura blanca catalanista. Ya lo anunció Tarradellas.)
(La dictadura blanca catalanista. Ya lo anunció Tarradellas.)
Keep calm and speak Christian’
‘Donde dicen “cohesión social”
poned “unidad de España” y veréis que no canta: es lo mismo. Donde dicen
“Onze de setembre” poned “plaza de Oriente”. Donde dicen “Madrid” poned
“la conjura judeomasónica”. Donde dicen “botiflers, anticatalans” poned
“la antiespaña”. Y donde dicen “amplio consenso por la inmersión” poned
“todas las fuerzas vivas, con el Caudillo”. Y tenéis el cuadro
clavado’.
Martes, 18 de diciembre de 2012 | 09:22
He tenido un pálpito, un déjà-vu, la sensación de haberlo
visto antes exactamente igual. Y es que no han cambiado tanto. Quizá no
son los mismos -en muchos casos sí, pero vamos a dejarlo, corramos un
púdico velo- pero sí son lo mismo. Los que ríen la gracia del ‘Keep calm
and speak Catalan’ son exactamente igual que los que
nos mandaban “habla en cristiano” o “habla la lengua del Imperio”.
Aquellos fascistas de posguerra también nos querían ayudar, cambiándonos
la lengua vernácula por una lengua guay, santa y bendita, una lengua
heroica de místicos, pelayos y guzmanes. Había que esconder esa lengua de fenicios, por no decir judíos, payeses y trabucaires.
Pero a aquellos fascistas los teníamos identificados como a tales, con sus correajes, sus desfiles y su olor a azufre, una pestuza inaguantable. En cambio estos de ahora huelen a tortell de crema y a minyona, y gastan ironía, la divina ironía de Xènius -el perfecto arquetipo de fascista-, y con esa ironía nostrada se cachondean en cuadrilla, lo cual equivale a decir que se autofelicitan por lo bien que llevan su superioridad, y lo bien que les sienta: “Som els millors“. Risas.
Las escenas de los últimos días me han devuelto de golpe a mis años mozos, los de la ominosa dictadura. Ya dijo Tarradellas que lo de su sucesor Pujol iba de dictadura, blanca pero dictadura. Pues ya la tenemos aquí.
Comparemos: donde dicen “cohesión social” poned “unidad de España” y veréis que no canta: es lo mismo. Donde dicen “Onze de setembre” poned “plaza de Oriente”. Donde dicen “Madrid” poned “la conjura judeomasónica”. Donde dicen “botiflers, anticatalans” poned “la antiespaña”. Y donde dicen “amplio consenso por la inmersión” poned “todas las fuerzas vivas, con el Caudillo”. Y tenéis el cuadro clavado. Igualico que el difunto de su agüelico.
Hay detalles impagables. En aquel entonces, si el Régimen pasaba por horas bajas, se montaba un sacramental de adhesión inquebrantable al Movimiento y a su Caudillo. Las huestes falangistas y sindicales llenaban la calle de pancartas y gritos. Y había siempre unos cuantos que iban también a formar, pero sin convicción, obligados por el cargo.
Profesores universitarios, como Estapé, o alcaldes como Socías, o el mismo López Rodó, sabían que aquello no tenía ningún futuro, pero había que colaborar para no ser echados a las tinieblas exteriores, a la clandestinidad.
Pues con el último sacramental por el llamado sistema escolar de inmersión lingüística obligatoria -subrayar lo de obligatoria, que es el quid de la cuestión-, otra vez han salido a la calle las masas almogávares, los luchadores por la escuela catalana “en llengua i continguts“.
Todos los partidos “de la olla” acudieron como un solo hombre, como en los viejos tiempos. Pero en la foto de familia oficial había caras dubitativas, gente que no lo ve claro pero que no puede estar fuera “perquè no sigui dit” (para que no se diga). Todo, antes de que les cuelguen el sambenito de anticatalanes, o menos catalanes, o malos catalanes. Los almogávares gritan “ni un pas enrere [atrás]!” y lo que quieren decir en realidad es “mucho ojito que nadie se desmande”. Come prima. Déjà vu.
El sistema ILO (inmersión lingüística obligatoria) está acumulando descrédito en todo el mundo: ya no tiene ninguno en el medio pedagógico académico, y está perdiendo el poco que tenía en el político, como cohesionador social. Socialistas, ecosocialistas, gentes razonables y sensatas en general: apártense discretamente del monstruo. La inmersión tiene los pies de barro, y va a caer pronto hecha pedazos. Entonces nadie recordará haberla apoyado. Como aquellos franquistas que luego eran demócratas de toda la vida.
Jesús Royo es licenciado en Lengua catalana y en Filosofía
Pero a aquellos fascistas los teníamos identificados como a tales, con sus correajes, sus desfiles y su olor a azufre, una pestuza inaguantable. En cambio estos de ahora huelen a tortell de crema y a minyona, y gastan ironía, la divina ironía de Xènius -el perfecto arquetipo de fascista-, y con esa ironía nostrada se cachondean en cuadrilla, lo cual equivale a decir que se autofelicitan por lo bien que llevan su superioridad, y lo bien que les sienta: “Som els millors“. Risas.
Las escenas de los últimos días me han devuelto de golpe a mis años mozos, los de la ominosa dictadura. Ya dijo Tarradellas que lo de su sucesor Pujol iba de dictadura, blanca pero dictadura. Pues ya la tenemos aquí.
Comparemos: donde dicen “cohesión social” poned “unidad de España” y veréis que no canta: es lo mismo. Donde dicen “Onze de setembre” poned “plaza de Oriente”. Donde dicen “Madrid” poned “la conjura judeomasónica”. Donde dicen “botiflers, anticatalans” poned “la antiespaña”. Y donde dicen “amplio consenso por la inmersión” poned “todas las fuerzas vivas, con el Caudillo”. Y tenéis el cuadro clavado. Igualico que el difunto de su agüelico.
Hay detalles impagables. En aquel entonces, si el Régimen pasaba por horas bajas, se montaba un sacramental de adhesión inquebrantable al Movimiento y a su Caudillo. Las huestes falangistas y sindicales llenaban la calle de pancartas y gritos. Y había siempre unos cuantos que iban también a formar, pero sin convicción, obligados por el cargo.
Profesores universitarios, como Estapé, o alcaldes como Socías, o el mismo López Rodó, sabían que aquello no tenía ningún futuro, pero había que colaborar para no ser echados a las tinieblas exteriores, a la clandestinidad.
Pues con el último sacramental por el llamado sistema escolar de inmersión lingüística obligatoria -subrayar lo de obligatoria, que es el quid de la cuestión-, otra vez han salido a la calle las masas almogávares, los luchadores por la escuela catalana “en llengua i continguts“.
Todos los partidos “de la olla” acudieron como un solo hombre, como en los viejos tiempos. Pero en la foto de familia oficial había caras dubitativas, gente que no lo ve claro pero que no puede estar fuera “perquè no sigui dit” (para que no se diga). Todo, antes de que les cuelguen el sambenito de anticatalanes, o menos catalanes, o malos catalanes. Los almogávares gritan “ni un pas enrere [atrás]!” y lo que quieren decir en realidad es “mucho ojito que nadie se desmande”. Come prima. Déjà vu.
El sistema ILO (inmersión lingüística obligatoria) está acumulando descrédito en todo el mundo: ya no tiene ninguno en el medio pedagógico académico, y está perdiendo el poco que tenía en el político, como cohesionador social. Socialistas, ecosocialistas, gentes razonables y sensatas en general: apártense discretamente del monstruo. La inmersión tiene los pies de barro, y va a caer pronto hecha pedazos. Entonces nadie recordará haberla apoyado. Como aquellos franquistas que luego eran demócratas de toda la vida.
Jesús Royo es licenciado en Lengua catalana y en Filosofía
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