El PSOE y la Constitución
Ninguna generación sin su referéndum
El socialismo insiste en levantar la bandera de la reforma constitucional,
pero cuanto más la enseña, más dudas se suscitan. No está claro si es
una bandera blanca o una bandera pirata. Aunque la auténtica sorpresa
aparece en el discurso. Porque los socialistas quieren reformar la
Constitución para que puedan ratificarla, en referéndum, las personas
que no tuvieron ocasión de votarla.
Lamenta Rubalcaba que los menores de 52 años se vieran privados de la oportunidad, y quiere dársela. No vale, por tanto, una reforma menor. Hay que diseñar alguna que afecte al núcleo duro de la Carta Magna y necesariamente vaya a referéndum. El votante sólo aprobaría o no la modificación concreta, pero el socialismo es obstinado. El presidente Griñán habla de forjar un nuevo consenso constitucional que "incluya a todas las generaciones".
Albert Camus pensaba que cada nueva generación se cree destinada a rehacer el mundo. Nuestros socialistas, que son menos filósofos, piensan que cada generación debe rehacer la Constitución a fin de re-votarla.
Caso de que ese insólito ritual se celebrara, pongamos, en los Estados Unidos, los americanos tendrían que haber refrendado la suya una quincena de veces, si aplicamos el calendario generacional de Ortega. Pero no ha habido allí ningún referéndum sobre la ley suprema. Los EEUU no disponen de ese procedimiento. Sin él, la gran democracia liberal del mundo ha sido muy capaz de mantenerse. Tampoco es que abundaran las ocasiones. Tras las diez primeras enmiendas, realizadas en 1791, sólo prosperaron otras diecisiete, lo que no es gran cosa para un período de más de doscientos años.
Ah, el socialismo porfía: en otros países los cambios son habituales; Alemania ha modificado su Constitución la friolera de cincuenta y tantas veces. Cierto, pero en ninguna de ellas se convocó referéndum. Varias generaciones de alemanes han vivido sin renovar su confianza en la Ley Fundamental en las urnas y, vaya, no les ha ido mal del todo. Porque las Constituciones se reforman si hace falta, pero no se reforman para que las nuevas generaciones las reconozcan como suyas.
Claro que esa descabellada idea sólo pretende vestir el muñeco con el argumento de autoridad de darle la voz al pueblo. En el dilema de alejarse del nacionalismo o mantenerse próximo, el PSOE descubrió el federalismo como una tercera vía para no estar ni con España ni contra España. Así dio en proponer la reforma constitucional. Ahora están tratando de encontrarle justificación. Bien. En el almacén de disparates siempre hay hueco. (Cristina Losada/ld)
Lamenta Rubalcaba que los menores de 52 años se vieran privados de la oportunidad, y quiere dársela. No vale, por tanto, una reforma menor. Hay que diseñar alguna que afecte al núcleo duro de la Carta Magna y necesariamente vaya a referéndum. El votante sólo aprobaría o no la modificación concreta, pero el socialismo es obstinado. El presidente Griñán habla de forjar un nuevo consenso constitucional que "incluya a todas las generaciones".
Albert Camus pensaba que cada nueva generación se cree destinada a rehacer el mundo. Nuestros socialistas, que son menos filósofos, piensan que cada generación debe rehacer la Constitución a fin de re-votarla.
Caso de que ese insólito ritual se celebrara, pongamos, en los Estados Unidos, los americanos tendrían que haber refrendado la suya una quincena de veces, si aplicamos el calendario generacional de Ortega. Pero no ha habido allí ningún referéndum sobre la ley suprema. Los EEUU no disponen de ese procedimiento. Sin él, la gran democracia liberal del mundo ha sido muy capaz de mantenerse. Tampoco es que abundaran las ocasiones. Tras las diez primeras enmiendas, realizadas en 1791, sólo prosperaron otras diecisiete, lo que no es gran cosa para un período de más de doscientos años.
Ah, el socialismo porfía: en otros países los cambios son habituales; Alemania ha modificado su Constitución la friolera de cincuenta y tantas veces. Cierto, pero en ninguna de ellas se convocó referéndum. Varias generaciones de alemanes han vivido sin renovar su confianza en la Ley Fundamental en las urnas y, vaya, no les ha ido mal del todo. Porque las Constituciones se reforman si hace falta, pero no se reforman para que las nuevas generaciones las reconozcan como suyas.
Claro que esa descabellada idea sólo pretende vestir el muñeco con el argumento de autoridad de darle la voz al pueblo. En el dilema de alejarse del nacionalismo o mantenerse próximo, el PSOE descubrió el federalismo como una tercera vía para no estar ni con España ni contra España. Así dio en proponer la reforma constitucional. Ahora están tratando de encontrarle justificación. Bien. En el almacén de disparates siempre hay hueco. (Cristina Losada/ld)
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