(Ahí los tienen. Chupando del bote y de la fama de jugar en uno de las mejores selecciones del mundo. Y luego a hablar mal de España y de los españoles. Con el permiso del meapilas del seleccionador Del Bosque.
¡Qué asco!
PD. El tercero por la izquierda el macarra Piqué. Así lo califica el autor del artículo.)
HACER UN PIQUÉ.
El domingo 13 de octubre del año pasado dos
hermanos barceloneses de 27 y 22 años, hijos de un abogado y una médico
prestigiosa, salieron de copas con un amigo por el Puerto Olímpico de su
ciudad. El hermano mayor era un tiarrón de planta impresionante, 1.95,
que vestía camiseta negra y vaqueros. Tras sus libaciones noctámbulas,
los tres amiguetes se metieron en su coche a charlar. Pero el vehículo
estaba mal aparcado, obstaculizando una zona de frecuente paso de
ambulancias. Como llevaban allí 20 minutos de cháchara y no acababan de
irse, una patrulla de policías municipales decidió multarlos.
El coche era del hermano pequeño. Pero el que
se puso bravo –o seamos francos, macarra– fue el mayor. Según el
atestado, al principio el tipo apoyó un brazo amistoso sobre los hombros
del policía y apeló a la complicidad entre barcelonistas, en plan «no
nos vas a multar, ¿verdad?». Pero resultó que el agente tenía su
dignidad y su profesionalidad y respondió que cumpliría con su deber.
Entonces el muchacho cambió de registro y mostró su entraña. Les dijo a
los agentes que le daban «asco» y los acusó de imponer multas para
trincar comisiones. También añadió que lo sancionaban porque le tenían
«envidia por ser famoso» y que no pagarían un duro, pues pensaba llamar
al jefe de la Guardia Urbana para que le retirase la receta. Ya en
calor, no faltaron clásicos del manual del julai clasista («no tenéis
donde caeros muertos»), ni pura chulería cutrelux: hacer una pelotita
con la multa y tirarla a los pies de los municipales.
Todo este recital,
del que hay pruebas incontestables, porque un viandante lo grabó con su
móvil, acabó en un juicio de faltas, con multa de 900 euros.
Pero al multado le da igual. Ese dinero es
calderilla y ni siquiera se ha molestado en disculparse en serio. Siente
que camina sobre la aguas, porque es futbolista, posa para una cadena
de ropa como modelo y además vive con una estrella mundial del pop,
encumbrada por unas canciones chicle y unos vídeos de apelaciones
sexuales tan vistas y ramploncillas que invitan a pensar que Minnie
Mouse se ha pasado al erotismo.
Se llama Gerard y se apellida Bernabéu de
segundo, en sarcástica paradoja para quien cultiva el antimadridismo más
chabacano. Acude a las manifestaciones litúrgicas del separatismo
sedicioso –no vaya a ser–, pero se aprovecha encantado del parné y el
prestigio que le reporta jugar con España. Su tupé enhiesto y enlacado
presenta un nivel de sofisticación inversamente proporcional al del
cerebro que hay debajo, en barbecho todavía, pendiente de ararlo con un
par de libros.
En realidad Piqué carece de toda importancia: los
futbolistas dejan de existir al día siguiente de su retirada, al menos
que pasen a engrosar la crónica de sucesos, como Maradona o George Best.
La barba se tornará cana, el tupé menguará cercado por la alopecia,
Mango fichará a otro crack más joven y más guapo y la buena de Shakira
luchará en el gimnasio y el quirófano contra los humanos reversos de la
menopausia, como hoy hace la venerable Madonna. Pero si Gerard no
espabila un poco hay algo que siempre conservará: la mala educación.
Si
desea empezar a curarse puede ver el vídeo de anteayer en Belgrado de la
selección francesa de baloncesto. La megafonía falló en los
prolegómenos y «La Marsellesa» no sonaba. Los jugadores franceses, la
mayoría unos atletas negros de dos metros, lo arreglaron fácil: se
arrancaron a cantarla a capella entre aplausos admirados del público
serbio. Eso nunca lo haría Piqué Bernabéu, español que reniega de su
país y astro en el gran mundo, pero con diminuto mundo interior.
(Luis Ventoso/ABC)
1 comentario:
http://www.diariorc.com/2013/09/10/espana-despues-de-espana/
Publicar un comentario