TAMBIÉN TIENEN REY.
Solemne apertura de la XIV Legislatura. Solemne sólo
para el Rey, la Reina y las Infantas, para los parlamentarios que aún
mantienen el decoro debido a lo que representan –la soberanía nacional,
no a los nacionales de pongamos Llodio– y para los que creemos que lo
que ocurre en las Cámaras nos afecta en el momento en que tiene lugar y
no sólo cuando ha dejado de tener remedio.
Se nos está acabando la paciencia (no, no teman una
catilinaria) y me pregunto de dónde vendrá el siguiente golpe, de qué
otro modo se nos va a insultar y qué más tendremos que tolerar con cargo
a nuestros bolsillos sin decir nada.
En esto que salió de las elecciones del 10 de
noviembre, “cada día tiene su propio afán” y el siguiente normalmente
empeora el anterior. Y estamos hartos.
Bajamos los peldaños en lo que es la deconstrucción
de España, o vemos como se agranda el boquete abierto en lo que fue un
confortable dique y ahora es un caro e insostenible colador cuyos
agujeros anticipan la caída del régimen que nos dimos, o que nos dieron
nuestros padres, pero en el que –hasta ahora– nos hemos sentido casi
seguros.
Y es que además –créanme– , hoy sólo se levantan
satisfechos por la mañana los cien mil hijos de San Luis que han
conseguido colocación –probablemente la primera– en esto que se llama
gobierno de progreso y que sólo procura el de unos pocos, no
necesariamente productivos.
“No tenemos Rey”, dice el siniestro filoetarra Matute. “No tenemos Rey”, repite Rufián.
“No tenemos Rey” insisten los de la CUP, el BNG y los de JunstxCat.
Manifiesto conjunto una hora antes de la apertura de la sesión, en la
misma sede de la soberanía nacional con el permiso de la muy
complaciente y presidenta de parte, Meritxell Batet. Se nos ríen en la cara.
Pues bien, habrá que empezar a plantearse si tenemos
nosotros a esos cuarenta y nueve diputados –cuya legitimidad descansa
en el mismo lugar que la del Rey–, si debemos seguir permitiendo sus
caprichos a nuestra costa, si no ponerles freno a lo único que lleva es a
envalentonarlos, si el pueblo catalán, el vasco o el gallego pueden
continuar admitiendo que se hable en su nombre o si no hay nadie que les
diga que sus vicios se los paguen ellos y sus circos también. Que el
chuleo, si no es delito, debería serlo y que si han tomado como rehén a Sánchez y al PSOE en pleno, que la cuenta vaya a su costa y que al resto nos dejen en paz.
Tenemos Rey y nos representa el Rey, porque la Ley
lo dice y poco importa lo afecto o desafecto que cada uno sea a las
testas coronadas y a las princesas de cuento. Y se le aplaude en ocasión
tan significada como la apertura de la legislatura –no sólo a los que
han hecho ministros– por educación o porque él sí que de verdad no es
partidario, ni pretende perseguir a nadie y su discurso representa a
todos, salvo a los que voluntariamente se ponen fuera de la ley.
Hoy Sánchez se reúne con un presidente que no es y al que llamó, además de racista, “el Le Pen
de la política española. También dijo del que reside en Waterloo que lo
traería de vuelta a casa por la fuerza –porque “¿quién controla a la
Fiscalía?, pues eso”– y que por la fuerza también, prohibiría los
referéndums y otros desvaríos semejantes.
Curiosamente, ofendieron menos –en realidad nada–
los explícitos insultos de Sánchez que el muy templado discurso del Rey
con ocasión del delirio del 3 de octubre de 2017 en el que se limitó a
manifestar lo obvio y no, como pretenden los separatistas, algo así como
el de Hitler en enero de 1933.
Probablemente sea porque al Monarca, al fin y al
cabo y por más que digan, le reconocen una autoridad moral de la que
Sánchez y ellos mismos carecen. Porque por más que les pese –también a
los que aplaudieron con la mano floja y como con fingida desgana– sí
tienen rey.
(Gary Durán/El Español/6/2/2020.)
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