No podía ser de otra forma. Zapatero cambió de socio constituyente en el año 2004. Hasta entonces el PSOE y el PP pactaban los grandes asuntos de Estado conforme al espíritu de la Transición. Zapatero decidió hacerle una higa a Felipe González, enviar al PP al zaquizamí de la Historia y entenderse con los partidos nacionalistas para formar exiguas y comprometidas mayorías en su política de geometría variable.
Y, claro, la voracidad de los partidos nacionalistas, tal y como vaticinó Ortega y Gasset en su debate con Azaña en 1932, ha mordido la carne zapateresca. Los catalanes, por ejemplo, lo piden todo, lo exigen todo, y Zapatero, de hinojos, otorga lo que le reclaman deshuesando al Estado.
Griñán se ha “resignado” a recibir en Andalucía el regalo de 1.700 millones de euros. A Carod Rovira le parecen poco los 3.100 que le ha otorgado ya Zapatero I el de las mercedes. Es de vergüenza ajena lo que está ocurriendo con la financiación de las Autonomías, que, por cierto, derrochan luego en suntuosidades y nepotismo el dinero aportado por el esfuerzo del conjunto de los españoles.
Si se hubiera hecho a tiempo la reforma constitucional que vengo planteando desde hace doce años, Zapatero no podría ahora fragilizar el Estado. Hay que reformar la Constitución con un artículo que cierre de forma definitiva cualquier nueva cesión a las Autonomías y que recupere para el Estado plenamente la Educación. La salud de España así lo exige, si no queremos seguir asistiendo al espectáculo vergonzante de los partidos nacionalistas comiéndose a bocados al Estado cada vez que un presidente necesita sus votos para la investidura o para aprobar los presupuestos generales.(ElImparcial).
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