FIESTORRO TOTAL
Hace un frío que pela y Vanesa acelera el paso. Quedó a las 9’30 en la esquina de Encinares y Paseo del Caminante con Fedra y Sonia. ¡Dios, que lleguen en punto! Los zapatos, unos Tommy Hilfiger de color violeta y negro, ya le estaban dando un aviso. ¡Y eso que le costaron un riñón! El maldito juanete del pie derecho le molestaba desde hacía un buen rato. Ya le dijo el médico que le convenía una plantilla ortopédica pero ¿cómo se iba a meter estos zapatos de tacón alto que se había comprado para la ocasión?
En fin, todo cuesta y Vanesa quería empezar el Año Nuevo en brazos de alguien especial. Así que se decidió por un clásico en blanco y negro. Camisa blanca inmaculada y falda negra. La camisa va con mangas amplias, encajes y transparencias. Ya se sabe, a los hombres les gusta ver la pechuga. Y, para rematar, un cinturón que realza el talle y los encantos. En los bajos, se decidió por un tanga con volante fruncido, color rojo con rombos color chocolate.
Lo peor de todo era el sujetador. Sonia le dijo que no necesitaba un ‘Push-up’ porque casi tenía megatetas. ¡Será puta! Era mejor un ‘Palabra de honor’, sin tirantes. A los hombres les hace ilusión, por si se cae. ¡Qué tontos son!
¡Vanesa, Vanesa!........
No se había dado cuenta de que un sedán rojo G37 Cabrío (¡qué fardona era Fedra!) estaba a pocos metros esperándola al volante y Sonia a su lado, agitando su mano derecha. Caminó rápido hacia el coche, todo lo que le permitía el juanete, y se metió en el asiento trasero mientras el coche salía disparado.
De la embestida quedó aplastada contra el respaldo del asiento y se le levantaron ligeramente las piernas, percibiendo, por un instante, el aroma inconfundible de Azzaro pour Homme, con sus fragancias de sándalo y musgos variados. Bien, pensó, todo en orden.
¡Joooder, qué frío!
¿Sabéis una cosa? dijo Vanessa. Empezaré el Año Nuevo follando con Enrique.
Sonia: ‘Estás loca’.
Fedra: ‘¿Lo sabe Enrique?’
Vanessa. ‘No, pero se enterará.
Sonia: ‘Creo que sale con Esther....’
Vanessa. ‘No es nada serio. Creo que van un poco a su bola.’
Fedra sorteó con habilidad a varios viandantes alocados con sonrisas navideñas, gorros y matasuegras. Ya llegaban. La hermosa y lujosa casa de Juancho lucía su atractivo, en las afueras de la ciudad.
¡Flash! Un torrente de luces y de música envolvían el enorme árbol de Navidad, el típico abeto rojo, nada más entrar en el salón principal. Bolas de todos los colores, estrellas, espumillón por aquí y por allá, musgos variados....
La música, por supuesto, era The Police. Juancho no había superado ‘Roxanne’, que le emocionaba y le hacía mover el culo con la poca gracia de siempre. Nada que discutir. Además, Juancho ponía la casa, comida y camas. Sus padres, como siempre en estas fechas, en su casa de Saint-Malo.
En el segundo salón había cuatro mesas, llenas de todo lo habido y por haber, que dejaban un vacío en el centro, llenado con tres jarrones de cristal opaco, tintados con un marrón muy suave. Cada jarrón inundado de rosas amarillas, rojos claveles y los inevitables gladiolos ‘Amsterdam’, preferencia de Doña Leonor, la madre de Juancho. A derecha e izquierda dos grandes balcones con hermosas vistas de las colinas de rodean la ciudad y el lago ‘Pedernal’, uno de los atractivos turísticos de la zona.
Luz suficiente pero no excesiva. El ambiente se iba caldeando poco a poco. Risas, palabras entrecortadas, ruido de cristal y música de fondo. Algunos ya bailaban aunque fuese con un vaso de Moët Chandon (por supuesto, el Brut Imperial de 4 años) en una mano y la otra en el talle de la pareja.
Vanessa estudió el campo de batalla y se decidió a atacar. Vió como Enrique estaba lejos de Esther (‘la bruja’ como la llamaba), que bailaba con Roque bastante acaramelada, por cierto. Enrique cogió un canapé de fresas y melocotón y se lo metió en la boca. ¡Era el momento! Vanessa le cogió por la cintura.
¿Bailamos? Enrique torció la boca y trató de hilvanar alguna palabra pero sólo consiguió que se le cayeran unos trocitos de pasta de la tartaleta en los protuberantes encantos de Vanessa. Trató de quitárselos con un dedo y sonrió estúpidamente. Ella dejó hacer. Enrique apretó a Vanessa contra su cuerpo para evitar el espectáculo de la boca llena delante de sus narices y colocó su cara junto a la nuca de Vanessa. A los pocos segundos, Vanessa oyó un ‘glubs’. Sí, se había tragado el canapé.
Era el momento. Colocó astutamente su pantorrilla derecha en la entrepierna de Enrique para observar los resultados. Notó como la cosa iba cogiendo la textura adecuada pero sucedió un imprevisto. ‘’La bruja’ había estado observando la escena. Vanessa recibió un preciso golpe de cadera que la desplazó unos centímetros.
¡Zorra! Y se llevó a Enrique cogido del cinturón.
La situación empezaba a ser desesperada. Se tragó nerviosamente un cocktail de lima, con champagne y zumo de naranja. Se lo tragó de un sorbo. Volvió a la carga y al levantar la copa se topó con la mirada de Juancho. ¡Dioses! ¡Tenía que aprovechar la oportunidad! ¡El pescado estaba vendido! Se consoló pensando que, a oscuras, todos los hombres son iguales.
Sonaron los primeros compases del ‘Only you’ de Los Platters. Otra de las canciones preferidas de Juancho. Era la señal convenida. Tocaba retirada.
Juancho: ‘¿Quieres la luz?’
Vanessa: ‘Apaga’.
Recordó, por un momento, la cosa de Enrique y su textura. Luego se concentró en el ‘conso’ de última genración que se había comprado. Recién llegado de Japón. Dos velocidades. ¡Una maravilla!
Juancho: ‘¿Decías algo?’
Vanessa: ‘Calla y sigue....
M. de Montaigne.
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