sábado, 2 de enero de 2010

REVOLUCIÓN DE 34.

Revolución del 34 ( X X I V )

Fascículo 9

Javier Rodríguez Muñoz. La Nueva España de Oviedo.

Los paréntesis siempre son míos.

Sigue contándonos historietas graciosas de Azaña.

Toca: “¡tiros a la barriga!”

Decía el capitán Barba que Azaña había ordenado: “diga usted al general que… nada de coger prisioneros… luego… hay que libertarlos. Tiros a la barriga”.

Nos explica muy pobremente que era una “burda mentira”, se pregunta, ¿porque Azaña le iba a decir a un simple capitán esa orden y no al general de la división? Le explico: porque era un capitán de Estado Mayor destinado en el Estado Mayor de la división que mandaba el general, y las cosas se mandan así en el Ejercito.

Afirma y es cierto: “El capitán… no se atrevió a hacer esas declaraciones (en el Parlamento)”.

Le explico, pero usted debería de saberlo, Azaña lo cuenta muy bien en su diario, le recomiendo que lo lea, ilustra mucho sobre la muy lamentable II República de sus amores. Le va a prestar.

10-3-33. Manifiesta la Comisión que dos oficiales del Ejército estaban dispuestos a deponer para informar sobre las órdenes recibidas. El capitán Bartolomé Barba Hernández, que desempeñaba funciones de confianza del mando, había recibido órdenes directamente del ministro de la Guerra (Azaña) y para deponer debía de ser relevado del secreto profesional. Solicitado al ministro el permiso por vía reglamentaria. Azaña contestó: “que él no autorizaba ni desautorizaba nada, y el capitán vería la responsabilidad que contraía”.

16-3-33. “un capitán de Estado Mayor, que estuvo aquí al 8 de enero a recibir instrucciones para el general , se había dejado decir que él sabía estas o las otras cosas… me avisaron que el capitán Barba (quería verme)… para saber si yo autorizaba … que declarase (en el Parlamento)… en otra circunstancias habría… enviado a capitán a un castillo (cárcel militar)… me limité a decirle… que hiciera lo que estimase su deber y bajo su responsabilidad. M. Azaña, Obras Completas, Giner, Madrid, 1990, V.IV, p.469.

Era y es un delito grave, que un militar haga declaraciones de cosas que se haya enterado por razón del servicio. Para hacerlo deberá tener permiso de la autoridad que corresponda, en este caso del ministro. Así que Azaña lo que le dijo era que no le autorizaba.

Se ve en Cádiz el asunto de Casas Viejas (1-5-35), en revisión de la sentencia contra el capitán Rojas. Declaran Azaña y Casares y también el capitán Barba, autorizado por el ministro (Masquelet), se ratifica en que Azaña ordenó que la represión fuese enérgica, sin prisioneros ni heridos, que siempre resultan inocentes, y “los tiros a la barriga”. J. Arrarás, Historia de la II República Española, V.III, p. 52.

No era la primera vez que don Manuel daba órdenes similares a un general que reprimía un levantamiento ácrata.

En la revuelta anarquista del Llobregat (18-1-32), escribe Azaña en su diario: “con toda rapidez y con la mayor violencia… Se fusilaría a quien se cogiese con las armas en la mano”. Movilizó tropas “con instrucciones inexorables”, ordenó al general Batet que “entre la llegada de las tropas y la conclusión de los sucesos no debían pasar más de quince minutos”. Duraron cinco días y hubo 30 muertos. Batet no cumplió la orden y naturalmente Azaña no lo podía ni ver. Para más INRI Batet lo detuvo en el 34 en Barcelona. M. Azaña, Obras Completas, V.IV, p.311. Memorias políticas, p.384.

Al valiente y desgraciado general, mucho más republicano que todos los del Frente Popular, le fusiló Franco. Seguro que Azaña agradecería el favor, otra, entre sus muchas virtudes, era la de ser profundamente rencoroso.

“Fusilaría a quien cogiese con las armas en la mano… instrucciones inexorables”= “diga usted al general que… nada de coger prisioneros… luego… hay que libertarlos. Tiros a la barriga”. ¿O no?

Apoyan lo dicho por Barba los capitanes de Asalto de Madrid, jugándose y perdiendo muchos su carrera.

Hay que recordar que la Guardia de Asalto era un cuerpo creado por la República, que no se fiaba de la Guardia Civil, su personal era minuciosamente investigado y todos afines a la República. Pero había gente honrada, aunque cueste creerlo, entre los republicanos y mucha. No así entre sus jerarcas, que solo había unos poquitos despistados.

“los capitanes de los guardias de asalto de Madrid han suscrito un acta, en la que afirman que sus jefes les dieron orden de no hacer heridos ni prisioneros en la represión del movimiento del 8 de enero” “los capitanes están arrestados y destituidos”. M. Azaña, Los cuadernos robados, p.192 y 200.

Acta firmada por los capitanes de Asalto: “Madrid a 26 de febrero de 1933.- Los capitanes de Seguridad que mandaban el día 11 del pasado mes de enero las compañías de Asalto residentes en aquella fecha en esta capital, certifican lo siguiente: … fueron transmitidas desde la Dirección General de Seguridad… las instrucciones verbales de que , en los encuentros que hubiese con los revoltosos con motivo de los sucesos que se avecinaban en aquellos días, el Gobierno no quería ni “heridos ni “prisioneros”, dándolas el sentido manifiesto de que únicamente le entregásemos muertos a aquellos que se les encontrase haciendo frente a la fuerza pública o con muestras evidentes de haber hecho fuego sobre ellas… ¡Viva la República! Félix F. Nieto, Gumersindo de la Gándara, Faustino Ruiz, Jesús Loma, José Hernández Lacayos”. Libro de Actas del Parlamento. J. Arrarás, Historia de la II República Española, V.II, p.100.

El Director General de Seguridad es sustituido por Manuel Andrés Casaus (Acción Republicana de Azaña). Era un conocido revolucionario, había sido detenido por el asesinato de un guardia de Seguridad. Nada más tomar posesión llamó a su despacho a los once tenientes del tercer grupo de Asalto, les coaccionó para que públicamente desmintiesen a sus capitanes, se negaron, fueron arrestados y luego destituidos. J. Arrarás, Historia de la II República Española, V.II, p.102.

10-3-33. La Comisión parlamentaria presenta el examen de los telegramas existentes en las Comisarías de los distritos: “A todos los que hicieran resistencia a la fuerza pública o se les encontrasen bombas o armas, se disparará contra ellos, sin entregar heridos ni prisioneros”. “matar sin compasión a los que hiciesen frente a la fuerza pública, llevasen armas, bombas o explosivos y que no debía haber heridos ni detenidos” (Órdenes del coronel Panguas al teniente Álvarez Urruela). ” de orden del Excmo. Sr. Director general se prevenga a la fuerza que preste servicio en los registros de luz y electricidad que si arrojan alguna bomba y no se detiene al autor y autores o se les da muerte por el que preste el servicio, será declarado cesante en el acto” (Libro de registro del Cuerpo de Seguridad de Madrid, segundo grupo, séptima compañía, 15 enero 1933). Libro de Actas del Congreso. J. Arrarás, Historia de la II República Española, V.II, p.103.

Ve, don Javier, como la acusación no era una burda mentira, al menos no tan burda. Me temo que los que dicen burdas (pero muy burdas) mentiras están más cerca de su periódico que del capitán Bartolomé Barba-Hernández.

Nos dice don Javier y es casi verdad que en las elecciones municipales (23-4-33): “Los partidos de la oposición obtuvieron el doble de concejales que los gubernamentales”. Fueron más del doble.

El Gobierno optimista manifestaba el 11-4-33: “Cree que las elecciones demostraran cuánto ha variado la opinión rural de España”.

Las elecciones se celebran estando en vigor la ley de Defensa de La República, a pesar de la petición de la derecha. La campaña abundó en violencia por parte de la izquierda (siempre fue así en República). El Gobernador de Asturias no autorizó ningún acto de derecha (se le olvida decirlo a don Javier). En Reinosa (31-3-33) estando los diputados de derecha reunidos en un hotel, éste fue incendiado por pistoleros socialistas que tirotearon a los diputados cuando corrían para salvarse, mataron a uno (Manuel Villiciergo) e hirieron grave a otro. En Valladolid (30-3-33), 8 repartidores de propaganda de derecha son heridos de arma blanca por grupos socialistas. Después asaltaron la Casa Social Católica y la saquearon.

Azaña, el convocante de las elecciones porque le dio la gana, nada le obligaba a ello, el autor de la penosa ley electoral, ya saben moderado de toda la vida, lo explica (25-4-33) con el evidente respeto democrático que le caracterizaba: se trataba de “burgos podridos… electoralmente materia inerte”. Azaña, Memorias, V.II, p.706. JS. Vidarte, Las Cortes Constituyentes de 1931-1933, p.538.

Nos dice don Javier y es verdad: “Albornoz fue nombrado… presidente del Tribunal de Garantías Constitucionales”.

Lo contaba con más detalle don Manuel (7-7-33): “Designar a Albornoz para la Presidencia del Tribunal tiene muchos inconvenientes... por sus condiciones personales. Es lo más probable que… lo haga mal, como le ha sucedido de ministro. Su posición presentándose a candidato es poco lucida… no hay manera de hacer que desista… Las ventajas son… que eliminamos de la política un estorbo de los mayores, por su ambigua conducta y su doblez, baluartes de su cobardía”. M. Azaña, Los cuadernos robados, p. 391.

¡QUÉ TROPA!

Francisco Alamán Castro.

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