sábado, 30 de julio de 2011

¿EDUCACIÓN LIBERAL O IGUALITARIA?










¿EDUCACIÓN LIBERAL O IGUALITARIA?

Los socialistas promulgaron, en 1990, la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo, la conocida LOGSE. No trato de analizar exhaustivamente la aportación socialista a la educación, que fue un intento de cambiarla de arriba abajo. Bastará con citar unas palabras de J. Orrico en ‘La enseñanza destruida’: 


 El fracaso ha sido completo. La combinación de permisividad e irresponsabilidad tenía que resultar necesariamente letal… desprecian la autoridad intelectual, exigen derechos e ignoran por completo sus deberes’.


 Ahora comparemos estas palabras con las que se recibía a los estudiantes del colegio de Eton, hace ya más de un siglo: 


 Al venir a esta escuela os comprometéis en una tarea no tanto de adquisición de conocimientos cuanto de realización de esfuerzos intelectuales mientras os sometéis a la crítica… para adquirir artes y hábitos: el hábito de la atención, el arte de la expresión, el arte de daros cuenta en un simple momento de una nueva idea, el hábito de someteros a censura y refutación …’


 Seguramente se dirá que estamos hablando de un colegio elitista, como Eton. Tal vez se dirá que es mejor nuestro sistema educativo, a pesar de que está en la cola de Europa en calidad educativa, como repetidamente nos dice el informe PISA. O sea, más iguales y más ignorantes. Esto nos empuja, por contraste, a tener que hablar de las élites. 

Los conocidos teorizadores de las élites, G. Mosca. W. Pareto o R. Michels comprobaron que en todas las sociedades hay grupos que gobiernan y otros que son gobernados. Las élites gobernantes pueden serlo ‘a la luz del día’, o bien ‘en la sombra’. Pero no hay sociedad sin élites gobernantes. Por tanto, nuestro problema no es si vamos a tener élites, o no. El problema es que con este nivel educativo tan bajo, nuestras élites serán de bajo nivel. Porque élites, ‘haberlas hailas’. 


 Pero antes de hablar del igualitarismo de las leyes educativas socialistas, recordemos que Mercedes Rosúa, catedrática de Lengua y Literatura, en su libro “El archipiélago Orwell”, cuenta sus andanzas como profesora de español en China. Curiosamente, hay semejanzas entre el sistema educativo chino y el que los socialistas establecieron en España con la mencionada LOGSE. 


 Nos dice en su libro que la revolución cultural china impuso la consigna de que los alumnos debían progresar conjuntamente (…) También se consideraba deplorable servilismo confuciano la exigencia de que se trabajase para aprobar (…) Otro atentado a la igualdad consistía en el desdoblamiento de las clases en grupos según el nivel lingüístico de los alumnos (…) En ningún caso se citaba el mérito o la inteligencia, sino el igualitarismo”.



 Como puede verse, hay semejanzas entre los objetivos educativos de los comunistas chinos y las propuestas socialistas materializadas en la LOGSE. En ambos casos, se defiende el igualitarismo, se desconfía del mérito y se avanza en grupo, por no decir en manada. O sea, el individuo es sospechoso. El grupo es lo que importa. Esto nos obliga a hablar de la igualdad.


 En los sistemas democráticos, habitualmente, se intenta un cierto compromiso entre la igualdad formal (la igualdad entre la ley) y la igualdad material (o igualdad de resultados).   Un ejemplo extremo de igualdad formal lo tendríamos en propuestas como la de Robert Nozick. En estos planteamientos lo que importa es la justicia procesual o procedimental. Es decir, lo importante es el proceso o conjunto de reglas del juego que hay, y que utilizamos, en un momento determinado, y no el resultado de este proceso o de estas reglas del juego. 


 Según esta doctrina, es justo lo que se conforma a un proceso o reglas del juego. Por ejemplo, si aceptamos las reglas de juego del código civil, y usted realiza negocios jurídicos de acuerdo con estas reglas, no podrá protestar si los resultados finales son malos para usted. Lo único injusto es violar las reglas de juego. 


 Una posición contraria es la que se preocupa de los estados finales más que de los procedimientos. En el ámbito educativo, esto significa que lo que importa es que, al final, todos los alumnos sean iguales o casi iguales. De ahí que estas doctrinas educativas desconfíen del mérito. ¿Por qué? Porque el mérito diferencia entre los mejores y los peores. Y los igualitarios no lo quieren así. Quieren la igualdad de resultados más que la igualdad de oportunidades. Tanto los comunistas chinos como los socialistas españoles.


 Uno de los problemas que plantea esta visión de la igualdad, a la que se suele llamar ‘igualitarismo’, es que no hay igualdad más que a la baja. Al menos en la práctica. Con otras palabras, podría suceder que todos los alumnos se igualaran por arriba, consiguiendo todos ellos resultados sobresalientes. Pero no sucede.

Lo que sucede, en la realidad, es que los alumnos se igualan a la baja. Pero las autoridades educativas no desean esto. De modo que, entre otras medidas, hacen que suspender sea difícil. Una de las maneras de conseguirlo es exigir a los profesores una amplia y detallada justificación en caso de suspender a un alumno. O en caso de que se alcance un determinado porcentaje de suspensos. Los profesores quedan avisados.


 Esto hace que, en la práctica, sea muy difícil (por no decir imposible) subir el nivel de los alumnos. Objetivo, por otra parte, del que siempre se habla y se anuncia a bombo y platillo. Pero no es factible. ¿Por qué? Porque los alumnos se enteran de que no está bien visto que los profesores suspendan. Porque, además, han devaluado la autoridad del profesor. Y porque solamente suben el nivel los que se esfuerzan de manera constante, lo que no está de moda. O sea, los que tienen más mérito. Pero los igualitaristas desconfían del mérito, como hemos visto. ¿Y qué sucede en este caso? Que se desmoraliza y se desmotiva a los alumnos estudiosos y trabajadores. 


 Algo parecido a lo que siempre ha sucedido en el socialismo realmente existente. El constante fracaso económico del socialismo real se debía, entre otras razones, a la desincentivación de los mejores trabajadores. Si resulta que Pepe, que trabaja más y mejor que Antonio, tiene que cobrar lo mismo ¿para qué se tiene que esforzar? Seamos iguales. A la baja, por supuesto. 


 Demos un paso más. La imposición legal del igualitarismo educativo perjudica o elimina la libertad de los mejores a mejorar. Porque se les impone igualdad en los resultados finales. O sea, no destaques que podrías humillar a los demás. Pero el resultado final no sólo es más igualdad sino, también, más mediocridad. Y en eso estamos.



 Sebastián Urbina.

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