domingo, 10 de julio de 2011

EL APÓSTATA RUBALCABA





EL APÓSTATA.

El esperado discurso programático del ya candidato oficial del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, no sorprendió a nadie. 

Lo que no quiere decir que no gustara a los militantes del partido, que llevan más de un año asumiendo una política de recortes impuesta por la UE, el BCE y EEUU que no les gusta y que contradice la esencia del ideario socialdemócrata de defensa a ultranza del Estado de Bienestar.

Lo que hizo ayer fue dar satisfacción a esas bases que culpan a la banca y a los mercados de la crisis, seguir las recomendaciones de los editoriales de su periódico de referencia y de los opinadores que reclamaban un «giro socialdemócrata».

Hubo poca letra, aunque sí una sonora música. Prometió recuperar el Impuesto de Patrimonio, que no tiene un gran efecto recaudatorio pero sí un efecto político demagógico: sirve para «castigar a los ricos».
Aprovechó la ola antibanqueros impulsada por el Movimiento 15-M para anunciar un impuesto a los beneficios de la Banca para «crear empleo». ¿Actuará como recargo al Impuesto de Sociedades? ¿Será uno nuevo, exclusivo para un sector económico? Eso no se sabe. Como diría el propio Rubalcaba, sus pormenores los conoceremos «próximamente».

También se apuntó a la idea de crear una tasa para las transacciones financieras y a una agencia de rating europea. Ambas propuestas no dependen del Gobierno, sino que requieren acuerdos internacionales. Pedirlo es gratis. Ambas ideas se inscriben en ese intento de acercamiento a los indignados. La reforma del sistema electoral que dibujó (el sistema alemán), requiere asimismo de un acuerdo parlamentario, pero es de lo más razonable que dijo ayer.

El candidato aparece así ante sus bases como un apóstata, que hace bandera de políticas que no ha defendido durante años en el Gobierno, del que desde hace meses es su hombre fuerte. Es decir, una apostasía de pega, que sólo busca el aplauso de los que militan en el PSOE y amenazan con romper el carné si no se da un volantazo a la izquierda.

Rubalcaba sabe que su mensaje no es el más adecuado para dar confianza a esos mercados a los que fustiga, pero de los que dependemos para colocar nuestra deuda. Tampoco es el mejor aliciente para animar a los huidizos inversores a meter su dinero en las bancarizadas cajas, que salen ahora a Bolsa.

Y, probablemente, tampoco es el mejor mensaje para Zapatero, que tendrá que explicar ahora por qué no aplica ya las políticas que reclama su candidato.

Aunque Rubalcaba recurrió a una frase de Lawrence de Arabia (maravillosamente representado por Peter O’Toole en la película de David Lean) para animar a la tropa a ganar las elecciones («nada está escrito»), él sabe mejor que nadie que ese deseo es misión imposible.

Rubalcaba no piensa en ganar, sino en obtener un resultado digno, en aglutinar a su alrededor a la militancia para afrontar el próximo Congreso en condiciones de alcanzar la Secretaría General del PSOE. «Ésa es la íntima aspiración de Rubalcaba. Por eso su gente está filtrando unas supuestas encuestas que dan al PSOE poco más de 100 escaños. Todo lo que sea pasar de eso será mérito suyo», dice un socialista que le conoce bien. Por tanto, su apostasía no tiene como fin crear un nuevo credo, sino quedarse con el convento. (Casimiro Garcia-Abadillo/El Mundo/Reggio's).

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La izquierda ya no tiene ideas. Sólo enemigos. (Alain Finkielkraut).

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CON R DE RAPIÑA.

Rubalcaba, ese recién llegado al PSOE que nada ha tenido que ver con la eliminación del Impuesto sobre el Patrimonio o con el rescate indiscriminado a la banca, ha tomado las riendas del partido para acometer un indignado giro a la izquierda.

A saber, sufragar un insostenible volumen de gasto público a partir de sangrantes impuestos y de montañas de deuda. Vamos, nada que no haya practicado ya Zapatero con la suficiente contumacia como para condenar al país a la deploraba situación en la que ahora se encuentra.

Propone el Rapiñador ese recetario populista que tan bien se le da a la izquierda: ¡que paguen los más ricos! Resignados a no generar riqueza, a los socialistas sólo les queda redistribuirla... al menos mientras reste alguna en este país. Mas no sé yo si acierta demasiado al buscarla en un sistema financiero que necesita captar, al menos, 100.000 millones de euros para mantenerse a flote. Tampoco parece que un impuesto sobre el patrimonio, que destruye más riqueza (y fuentes de renta) de las que logra recaudar, sea la solución adecuada para que afluyan más ingresos a nuestro, según descubro, anoréxico Estado.

Al final, no tengan dudas, pagarán los de siempre, los únicos que todavía pueden proporcionar cantidades apreciables de recursos al Fisco: las clases medias y medias-altas. No hace falta ser presciente para adivinar por dónde discurrirán los nuevos sablazos tributarios, basta con tener algo de memoria: IVA, impuestos especiales (próximamente con canon digital incluido) e IRPF (que lo paga quien percibe rentas medianas, no quien dispone de enormes patrimonios).

Pero bueno, omitamos ese pequeño detalle y supongamos que R, de algún modo, consigue captar recursos suficientes como para honrar simultáneamente sus compromisos de seguir reduciendo el déficit y de incrementar el gasto público para crear empleo. ¿Acaso ése era su conejo en la chistera para reducir el paro? ¿Un nuevo Plan E? ¿Una nueva dilapidación a gran escala de miles de millones de euros? Claro, debe de ser que nos sobra el dinero y que las familias, las empresas y las administraciones públicas de este país, apenas acechadas por gigantescos vencimientos de sus deudas, no tienen un uso mejor que darle.

Y es que el mismo Rubalcaba que hace unas semanas reprochaba a la banca que durante la pasada década hubieran expandido demasiado el crédito hasta el punto de generar una titánica burbuja inmobiliaria ha pasado a exigirle ahora que extienda todavía más el crédito. Será que los pasivos pendientes no merecen ser pagados y que la solución a todos nuestros males pasa por edificar un nuevo castillo de deuda sobre los pantanosos terrenos de nuestras obligaciones pasadas. Allí donde no llegue el gasto público, que alcance un nuevo chute de crédito privado; que no otras son las prioridades de la economía española.

En definitiva, más de lo mismo: más impuestos, más gasto, más deuda y más burbujas. De ZP a PR, idénticos perros con idénticos collares. Sólo cambia el componente exótico, por lo peronista, del 15-M. A ver si apelando a la extrema izquierda conseguimos incendiar la calle en caso de que, por conjunción astral, Rajoy se digne a darle la vuelta al socialismo financiero omnipresente en las últimas décadas y ofrecernos menos impuestos, menos gasto, menos deuda y menos burbujas. Pura fabulación, claro. Los liberales –y los ciudadanos apolíticos que deseen una existencia más próspera– nos quedaremos con las ganas, pero eso no será óbice para que Rubalcaba y su ejército rojo intenten tomar el monclovita Palacio de Invierno. Que el Kerensky gallego tome nota... o no.
Juan Ramón Rallo es doctor en Economía, jefe de opinión de Libertad Digital.
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DEMASIADO PASADO.









AYER se consumó, no el divorcio, sino la separación de Zapatero y Rubalcaba. Amistosa, desde luego, pues si hay matrimonios de conveniencia, hay también separaciones acordadas. En adelante, tendremos Zapatero a la derecha, Rubalcaba, a la izquierda. El uno con los bancos; el otro, contra ellos. Este representando el pasado; aquel, el futuro. Pero resulta que Rubalcaba está en la política, en el Gobierno y en el partido mucho antes que Zapatero. Lo que significa que el sucesor de Zapatero es su padre. Algo difícil de digerir incluso con el lifting juvenil que el candidato se ha hecho en el nombre: Llamadme Alfredo. Sólo falta que se afeite la barba y aparezca como un barbilampiño. Lo más chusco es que Zapatero quiso liquidar la vieja guardia del partido, y al final no ha tenido más remedio que echar mano de uno de ellos para sucederle. ¡Eso sí que es salir el tiro por la culata!

Que a Rubalcaba no le hacía ninguna gracia dejar el Gobierno se vio en su renuencia a abandonarlo, pese a las importantes voces que se lo recomendaban, la de Felipe González entre ellas. La razón era simple: no sólo deja la vicepresidencia y el Ministerio del Interior, desde donde podía proteger sus espaldas, sino también la portavocía, desde la que podía hacer campaña electoral, como ya venía haciendo.

Pero el riesgo de quedarse era aún mayor: se identificaba con un gobierno que ha traído a España la mayor pobreza, el mayor desprestigio y el mayor desaliento de la democracia. De mantenerse en él, Rubalcaba se hubiera convertido en el mayor rival de sí mismo.

¿Es Rubalcaba el mejor candidato del PSOE? Diría, el único, dada la tierra quemada que deja Zapatero. Incluso más: es el mejor candidato para el PP. Pese a presentarse como el hombre del futuro, lo que tiene Rubalcaba es un pasado que pesa como una losa.  

Como ministro de Educación con Felipe González, produjo la generación de españoles peor formada de los últimos tiempos. Como ministro de Interior con Zapatero, estuvo en los dos puntos negros de esa legislatura: la negociación con ETA y el caso Faisán. La crisis económica, ni la olió, y sus propuestas de ayer advierten que sigue sin olerla. Hasta puede decirse que el currículum de Zapatero cuando opositó a la presidencia era mejor que el suyo, al reducirse a una hoja en blanco. El de Rubalcaba abarca varios folios, pero llenos de borrones.

Aunque su gran rival va a ser la crisis, que no cesa ni cesará en bastante tiempo. La crisis en la que Rubalcaba estuvo en el puente de mando. Con Zapatero. Con los bancos. Con las grandes fortunas. Con Bruselas. Por cierto: ¿por qué no aludió a lo que desde allí nos exigen? ¿No va a cumplirlo o va a ocultárnoslo? Cambian los hombres y los nombres. Lo que no cambian son las mentiras. (José María Carrascal/ABC).

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El mito de Rubalcaba y su chapuza histórica, de Roberto Centeno en El Confidencial

Me comentaba hace unas semanas un conocido ex ministro de Felipe González, que coincidió con Rubalcaba en el Gobierno cuando éste era portavoz, que ni Felipe, ni él, ni ninguno de sus compañeros de gabinete que han conocido de cerca su capacidad de gestión entienden la aureola montada alrededor del personaje, tanto por sus enemigos como por la casi totalidad de los medios, a pesar de que ni unos ni otros le conocen. Es lógico que la cúpula socialista, cuyos cargos dependen ahora de él, se deshaga en serviles elogios, pero que sus enemigos le califiquen de “genio tenebroso” o “Maquiavelo”, o que los medios cuenten que es un “tipo listo y un pájaro político de cuidado”, demuestra que “no conocen en absoluto a Rubalcaba”.


Todos los que han coincidido con él en tareas de gobierno saben que es un mediocre consumado, con una cierta habilidad dialéctica pero sin idea alguna que llevar a la práctica. “Tanto es así”, me decía, “que en aquella época Felipe ni se le ponía al teléfono, y tenía que comunicarse con él a través de mi”. Aunque para esta persona lo más grave, desde el punto de vista del socialismo, es que Rubalcaba es un perdedor y el destrozo que puede ocasionar al partido podría ser demoledor.


Concluye su ex compañero de Gobierno afirmando que “los que no le conocen dicen que Rubalcaba no da puntada sin hilo, y lo que ocurre en realidad es que no da una puntada a derechas”. Lo cierto es que la gente y los medios tienen muy mala memoria. No recuerdan, por ejemplo, que Rubalcaba, primero como segundo de Maravall y después como ministro de Educación, fue uno de los grandes responsables de la destrucción de la enseñanza pública en nuestro país, primero como coautor y principal impulsor de la LOGSE, que nos ha hundido más de 20 puestos en todos los ranking internacionales, y después como responsable de la politización y el hundimiento de la Universidad, donde los únicos elementos que cuentan desde entonces en la selección del profesorado son la afiliación política de izquierdas y las relaciones de amistad. Esta práctica ha convertido a nuestras universidades en gigantescas fábricas de parados y perjudica fundamentalmente a las familias más desfavorecidas, que carecen de recursos para pagar a sus hijos un colegio o una universidad privada.


Este es Alfredo P. en acción, un peligro cierto para los humildes y para la clase trabajadora, el hombre que ha conseguido junto con Maravall y algún otro destruir el ascensor social que la enseñanza pública posibilitó en el pasado, algo dificilísimo porque era una enseñanza de altísima calidad a todos los niveles, una de las mejores de Europa. Dice Soraya Sáez de Santamaría que “estamos viendo al peor Rubalcaba, que probablemente es el que es”. Es cierto; el pasado lo acredita y los acontecimientos de las últimas semanas lo corroboran. Rubalcaba ha desperdiciado antes de empezar buena parte de su credibilidad, real o ficticia.


El 15M, del que ha sido gran impulsor, se le está diluyendo como un azucarillo. ¿Si no le sirvió en su momento álgido para evitar el desastre, de que cree que le van a servir ahora cuando ni siquiera consiguieron congregar a 10.000 personas en su Marcha sobre Madrid? Y su felonía de legalizar a los amigos de ETA, de entregarle Guipúzcoa y la capitalidad de la cultura, puede costarle cara en las urnas, pero más grave es su pseudo-programa económico, una deriva descamisada que mueve al estupor o la ira.
El programa de Rubalcaba o cómo la montaña parió un ratón


Chapuza histórica, tomadura de pelo, de vergüenza ajena… realmente faltan adjetivos. ¿Y para esto se han tirado trabajando casi dos meses Caldera, Narbona y las mentes más radicales del Partido Socialista? ¿Éste era el discurso de tan “altísimo calado político”? Simplemente, no hay por dónde cogerlo. Mal está que después de siete años, como más cercano y estrecho colaborador de Zapatero en el hundimiento de España, ahora cometa el fraude intelectual de negar toda vinculación y se presente como alternativa, pero sus planteamientos del sábado son un insulto a la juventud, a los parados y a la clase media.


Y ahora analicemos los grandes inventos de Rubalcaba, el indignado. El primero, pedir a bancos y cajas que dediquen una parte de sus beneficios a la creación de empleo, algo inédito en el mundo. Pero, vamos a ver, don Alfredo, el beneficio conjunto de bancos y cajas imputable a España después de impuestos en 2010 fue de 5.000 millones de euros. En el Santander y el BBVA sólo el 16% de sus beneficios fue imputable a España. Si dedicarán, por ejemplo, un 10% al tema serían 500 millones y esa cifra para solucionar el problema del paro simplemente es una broma. Parece que ni se han molestado en hacer un solo número, 500 millones es menos de lo que nos expolian los titiriteros de la SGAE y, además, si uno de nuestros principales problemas es la falta de crédito es obvio que esto empeorará la situación. ¿Y qué van a pensar los mercados? Es más, ¿por qué sólo la banca y no los monopolios energéticos, que están abusando de los consumidores como jamás lo hicieron en el pasado?


Sin embargo, el asunto es mucho peor. Comparen ahora esa cifra con los 50.000 millones que entre dinero directo y avales entregamos a cajas y bancos en 2010. ¿Por qué no dedica esos 50.000 millones a crear empleo y que los bancos se busquen la vida como puedan? Esto no es solo demagogia al por mayor, es una burla sangrienta a los jóvenes y a los parados.


El segundo tema: el impuesto sobre el patrimonio, un impuesto tan injusto y regresivo que ya no existe en ningún país del mundo. ¡Deje de mentir, don Alfredo! Ese impuesto recae en un 98% sobre la clase trabajadora y sobre la clase media y, por supuesto, sobre todos aquellos que hayan ahorrado lo suficiente para comprarse una vivienda. Los grandes patrimonios, por si no lo sabe usted, están exentos del impuesto de patrimonio vía SICAV. De los aproximadamente 2.500 millones que se recaudaron el último año que estuvo en vigor, menos de 50 corresponden a lo que usted denomina grandes fortunas.


Asimismo, lo del contrato a tiempo parcial es pura demagogia, y lo del cambio del sistema electoral, donde no concreta nada, es otra tomadura de pelo. Y, sin embargo, no ha dicho ni pío del gigantesco despilfarro económico, donde sólo entre la mala gestión de las compras y las duplicidades entre administraciones se despilfarran anualmente 50.000 millones de euros.


Una alternativa diabólica
Si con esta chapuza -menos de 3.000 millones de euros entre la tasa bancaria y la reimplantación del impuesto del patrimonio- pretende arreglar la crisis y el paro es que necesita que le examinen. Aunque lo más probable es que no sea esa su intención, sino volver a engañar una vez más a los ciudadanos. Pero, aún siendo cierto de que el número de descerebrados en España por kilómetro cuadrado supera ampliamente la media europea, no es tan abultado como cree don Alfredo. Para este viaje no hacían falta alforjas.
En todo caso, la táctica de Rubalcaba es clara: tratar de recuperar una parte del voto de la izquierda y que Rajoy no alcance la mayoría absoluta. En definitiva, una táctica populista suicida, demagogia químicamente pura, cuya única ventaja es que llevará al socialismo español al desastre, que es la condición ‘sine qua non’ para que España supere la crisis y se recupere la unidad nacional, porque con los socialistas no hay posibilidad de supervivencia para España. Pero de momento, y sin tomar medida efectiva alguna en una economía que camina directa hacia el abismo, el daño adicional que pueden ocasionarnos los socialistas es espectacular.

1 comentario:

Stratego dijo...

Durante todo un día nos encontramos con muchos mentirosos. ¿Cuantos sabrías detectar?

Las 14 claves para descubrir a un mentiroso:
http://elartedelaestrategia.blogspot.com/2011/06/las-14-claves-para-descubrir-un.html

Saludos