martes, 30 de abril de 2013

IDIOTEZ NACIONALISTA

 (Los catalanistas, como Arturo Mas, están muy acostumbrados a entificar entes como 'la nación'. Hasta tal punto, que llegan a creer que tiene una existencia como las personas de carne y hueso. Y, por supuesto, el animal metafísico ('la Gran Catalunya') es más importante que los pobres humanos que en ella viven. Aunque tengan el privilegio de ser indígenas. Pues no, Arturo. Pagan las personas, no los territorios.)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 IDIOTEZ NACIONALISTA.
 
Un poco de decencia"
Mas a Monago: '¿Quién es el que aporta y quién es el que recibe?'

El presidente de la Generalitat afirma que Cataluña paga más que Extremadura al conjunto del Estado pero 'olvida' que son los ciudadanos y empresas quienes pagan los impuestos. (La Gaceta).

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DON ARTUR Y EL PUEBLO.

Artur Mas ha advertido que "la última palabra no la va a tener el Tribunal Constitucional" y que si las sentencias de los recursos presentados "desnaturalizan" el texto, CiU propondrá "formalmente al pueblo de Cataluña" una consulta, porque en su opinión la democracia tiene "cierta preeminencia" sobre la ley. "A eso tenemos derecho, a que el pueblo que aprobó el Estatut se vuelva a pronunciar".


Antes de preguntarnos qué es democracia, preguntémonos por la opinión de Don Artur. ‘La democracia tiene cierta preeminencia sobre la ley’. No sea diablillo Don Artur. Diga sin tapujos: ‘La democracia tiene cierta preeminencia sobre la ley democrática’. ¿Qué quiere decir? ¿Quiere decir, Don Artur, que la ley no es democrática? Prefiero no creer estas cosas de don Artur. ¿Quiere decir que la democracia populachera, tipo Hugo Chávez, tiene preeminencia sobre la ley democrática?

¿Qué es democracia? Seguramente Don Artur intuye, a través de su sangre catalana, la esencia del pueblo democrático catalán. Yo me limitaré, más modestamente, a señalar algunos rasgos que, habitualmente, se reconocen como propios de esta forma política. Algunos textos son de ayuda, incluso para don Artur. Por ejemplo, ‘La democracia’ de R. Dahl (del que tomaré las características definitorias); ‘La democracia después del comunismo’ de G. Sartori; ¿Qué es la democracia?, de A. Touraine, o el clásico ‘¿Por qué democracia?’ de Alf Ross, entre otros muchos.

Veamos unas características de la democracia que, tal vez, no satisfagan a don Artur. La democracia ofrece oportunidades para: 1) Participación efectiva; 2) Igualdad de voto; 3) Alcanzar una comprensión ilustrada; 4) ejercitar el control final sobre la agenda (o sea, que cuestiones deben tratarse); 5) Inclusión de los adultos.

La pregunta es ¿no se dan en Cataluña estas circunstancias? ¿Es la política, en Cataluña, de tan bajo nivel que no se alcanzan estas exigencias democráticas básicas? Si la respuesta es negativa, habrá que realizar serias reformas políticas para incorporar a Cataluña al mundo de la democracia. Por cierto, si es así, ¿qué titulo político ostentan los políticos catalanes que actualmente gobiernan? ¿Dictadorzuelos? ¿Sátrapas? ¿Príncipes del Principado?

En el caso de que Cataluña (es decir, sus ciudadanos) disfrutara del sistema político democrático ¿a qué viene esta extemporánea apelación al pueblo? ¿Qué es el pueblo, don Artur? Porque parece que hasta ahora las decisiones políticas, en Cataluña, no habrían sido adoptadas según los típicos mecanismos de participación indirecta de los ciudadanos, eligiendo a sus representantes. ¿O sí? Si la respuesta es afirmativa, los políticos catalanes están legitimados para tomar decisiones.

 Si la respuesta es negativa, ¿qué legitimidad tienen los gobernantes catalanes actuales? Y si la respuesta sensata es la primera ¿a qué viene esta apelación a instancias externas a los procesos democráticos reconocidos por la legislación democrática vigente? ¿No le basta? ¿O solamente le basta si le dan la razón? Parece que don Artur quiere apelar al pueblo y no a los ciudadanos. Pueblo como rebaño indiferenciado, frente a ciudadanos diferenciados, cada uno con su propia opinión y su voto.

Don Artur y sus amigos nacionalistas organizarán un macrobotellón-nacionalista, en el que se dirá (por los altavoces) que el Tribunal Constitucional atenta contra los derechos inalienables del pueblo catalán. Si no les dan la razón, cosa que dudo. En estos momentos mágicos, de fervor patriótico y de victimismo dolorido, sonará la música de Lluis Lach. Preferiblemente, ‘L’Estaca’. Mejor al caer la noche, cuando el sol veraniego ha abandonado las sagradas montañas y el silencio anega las almas de arrebato lacrimoso. Se encenderán velitas, y hombro con hombro, entrelazadas las manos, se apelará al pueblo. Aprovechando el momento, es conveniente hablar, de forma escueta, de 1714 y la guerra de Sucesión. Rugirá el respetable. ¡No nos moverán! En catalán, por supuesto.

¿Quién es el siguiente? Que pase el pueblo vasco. ¡No se apretujen! Los demás pueblos que esperen turno. Todo llegará. Los escritos de agravios y ofensas varias, deben ser depositados en el buzón del Comité de Nacionalidades Oprimidas. Por triplicado.
Terminemos con unas cuantas vulgaridades analíticas. Primero, ‘pueblo’ puede referirse a todos, o una parte de un grupo, por razón de etnia, lengua, u otras propiedades. Segundo, ‘pueblo, también puede referirse a un subgrupo. Por ejemplo, los charnegos. Tercero, ‘pueblo’, puede no identificarse con nada de lo dicho anteriormente sino con una entidad colectiva.

¿Qué es una entidad colectiva? Puede definirse como elemento común a los individuos que pertenecen a una especie que, se supone, es independiente de los individuos. Lo grave es que algunas doctrinas, como el nacionalismo, atribuyen personalidad moral a estos entes, haciéndolos titulares de intereses. La nación es el típico ejemplo. Más aún, titulares de intereses que están por encima de los derechos y obligaciones de las personas de carne y hueso.

Entramos así en las concepciones colectivistas en las que la nación o el Estado, o ambos, adquieren un status ontológico propio y autónomo. Dado que esto es una filfa, un engaño, se trata de que ciertos individuos (como Don Artur y demás camaradas) hagan pasar sus propios intereses como si fueran los intereses de este animal metafísico, la nación, el pueblo o el Estado. Es decir, tradición totalitaria. ¡Facha el que no bote!

Sebastián Urbina.

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