lunes, 5 de agosto de 2013

MISERABLES INGLESES; PEQUEÑEZ ESPAÑOLA.













MISERABLES INGLESES; PEQUEÑEZ ESPAÑOLA.


José María Carrascal es testigo de excepción de los errores cometidos con Gibraltar.


Un pletórico José María Carrascal (brillante, ameno, cercano) habla de su nuevo libro («La batalla de Gibraltar», editado por Actas) con la misma pasión con la que lo ha escrito. A su conocimiento privilegiado del contencioso del Peñón por haber vivido desde la trinchera de la corresponsalía de ABC en Nueva York los agónicos combates entre España y el Reino Unido en el seno de la ONU, ha sumado el rigor del historiador y la agilidad del periodista para completar el relato vibrante de una absurda rendición sin derrota. A día de hoy, la legalidad internacional refrenda plenamente la reivindicación española de la soberanía de Gibraltar, pero han faltado a lo largo de las cuatro últimas décadas, lamenta, voluntad política y pulso patriótico para reactivarla.

-Su libro se titula «La batalla de Gibraltar» y se subtitula «cómo se ganó, cómo se perdió». ¿Se ha olvidado que tuvimos la victoria en nuestra mano?


-Y la tenemos. La ONU no ha variado su doctrina. Lo que pasa es que nosotros hemos ido retrocediendo, cada vez más. El tema sigue abierto en el Comité de los Veinticuatro de la ONU, el de descolonización, y cuando fue allí el pasado mes de junio el nuevo ministro principal y esgrimió los argumentos de siempre no logró cambiar un ápice las cosas, porque la Resolución de diciembre de 1967 que dice que Gibraltar ha de ser descolonizado en negociaciones entre el Reino Unido y España sigue vigente.

-Pero el Reino Unido no ha parado de tender trampas.

-Claro. Y cada ministro de Asuntos Exteriores de España ha dado un paso atrás. Algunos, un salto atrás. Es tremendo que en este asunto la ONU haya venido defendiendo los intereses españoles

mejor que los españoles mismos.


-Repasemos maniobras trileras de los británicos. Por ejemplo, la ocupación del istmo.


-Para eso se han aprovechado de la debilidad española en diferentes momentos, a pesar de que en el Tratado de Utrecht se cede solo el Peñón sin comunicación alguna por tierra.


-Cuando estábamos enzarzados en nuestra Guerra Civil aprovecharon para montar allí el aeropuerto.


-Sí, pero antes que eso, con motivo de dos epidemias en Gibraltar les permitimos establecer campamentos sanitarios en un territorio que ya de paso se quedaron. Y ya en la época actual, lo que han hecho ha sido desvirtuar la resolución de la ONU.


-¿Al manipular la frase que dice que se tendrán en cuenta los intereses de la población?


-Exacto. Nada más aprobarse la resolución, los británicos ya equiparan esos «interests» (intereses) con «wishes» (deseos). Y con esto han ido tragando algunos ministros españoles. El primero, López Bravo, con aquello de «pensar juntos», y después Marcelino Oreja en la Declaración de Lisboa... «En el contencioso solo han sabido mantenerse en su sitio las dos ministras, Ana de Palacio y Trinidad Jiménez»



-Quizás Oreja actuó condicionado por nuestras negociaciones para ingresar en la OTAN y en el Mercado Común.


-Pero sin darse cuenta de que teníamos unos valedores mucho mejores que los ingleses en un sitio y en otro. Los alemanes para el Mercado Común, y los Estados Unidos para la OTAN. Luego, Fernando Morán da otro paso atrás con la Declaración de Bruselas, Abel Matutes se equivocó al pretender arreglarlo al estilo de los hombres de negocios, y más adelante Josep Piqué va y les regala setenta y cinco mil líneas telefónicas con las que están regulando todo el tráfico de las apuestas en Europa. ¡Nosotros mismos les hemos ido dando las vías de salida! Solo han sabido mantenerse en su sitio las dos ministras, Ana de Palacio y Trinidad Jiménez, quien cortó el desatino de Moratinos de dar voz y voto a Gibraltar. Menos mal que ahora García Margallo defiende que se ha de conversar en dos niveles, el España-Reino Unido de primera línea y el de los gibraltareños y las autoridades andaluzas para las cuestiones menudas. Pero yo creo que tampoco debería ser esto, sino simplemente ajustarnos a la Resolución de Naciones Unidas.


-¿Sigue siendo Gibraltar una pieza estratégica de primer orden?


-En absoluto. Ahí no se puede instalar una base antimisiles, por ejemplo. Hoy en día sirve para reparar algún submarino y poco más.


-El problema del contencioso gibraltareño es que no solo se ha desistido en el ámbito político, también ha cundido una cierta indiferencia social.

-Últimamente hemos retrocedido mucho no digo en nacionalismo, sino en patriotismo. Es un síntoma o paradigma de la debilidad de España como Estado. La reivindicación de «Gibraltar español» empezó a considerarse una cosa franquista, cuando la primera vez que se establece un regimiento en el Campo de Gibraltar y se hacen maniobras en el istmo es con Manuel Azaña como ministro de Defensa.


-¿Qué opciones de futuro hay? No vamos a cerrar la verja, a estas alturas.


-No parece viable cerrar la verja después del Tratado de Schengen, pero hay otros sistemas. Gibraltar tiene en contra la historia, la geografía y la economía. Vamos a la globalización y los paraísos fiscales van a ser erradicados. Además, España es un Estado soberano que puede decir «tengan ustedes su Peñón, pero ni doble residencia ni nada», o aplicar estrictas revisiones aduaneras que en la práctica son como una verja. También se puede establecer que cualquier barco que toque Gibraltar no pueda hacerlo después en ningún puerto español. Los cruceros se acabarían. ¡Y, por supuesto, no puede ser que todas las empresas españolas tengan abiertas allí sucursales!

(Óscar del Pozo/ABC/entrevista a José Maria Carrascal.)

 

 
 
 
 
José María Carrascal

¿SIGUE EL EXPOLIO?

Todo indica que los ingleses intentan de nuevo expandir Gibraltar, esta vez por la Bahía de Algeciras Gibraltar vuelve a ser noticia. Está lanzando grandes bloque de hormigón con pinchos al mar, lo que dificulta la labor de los pesqueros españoles y establece fondeaderos para los buques que petroleen en aquellas aguas. La respuesta española ha sido reforzar los controles de entrada y salida de la colonia, llegándose a alcanzar hasta seis horas de espera.

Antes de evaluar esta noticia, que sólo ABC ha recogido como se merece, fijemos la situación. Por el Tratado de Utrecht –firmado hace ahora justo 300 años-, España cedió a Inglaterra “la ciudad y castillo de Gibraltar, junto con su puerto, defensas y fortaleza … sin jurisdicción territorial alguna … y sin comunicación abierta con el país circunvecino por parte de tierra”. Ni un metro más. Que luego, por engaños, tretas o, simplemente, haciendo uso de su mayor fuerza, Inglaterra haya ido ampliando su colonia por tierra, mar y aire, sin que España lo aceptase, no impide su ilegalidad. Más, cuando la ONU ha dictaminado que la descolonización de Gibraltar debe hacerse a través de conversaciones entre Madrid y Londres “teniendo en cuenta el principio de la integridad territorial de los países”. Condiciones que Londres no ha cumplido con la arrogancia de sus días imperiales, cuando enviaba sus navíos a cañonear las ciudades chinas para poder continuar allí su negocio del opio.

Ahora está ampliando con rellenos la superficie de la Roca por su ladera Este e intenta ampliar sus dominios por la Oeste, con fondeaderos en la bahía de Algeciras, nunca cedida. Mientras protesta por los controles en el paso a la misma, cuando España podría cerrarlo herméticamente con sólo aplicar el Tratado de Utrecht.

Nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores lo ha atribuido, diplomáticamente, al cumplimiento de la estricta normativa europea de velar por la evasión de capitales, lucha contra el contrabando y negocios ilícitos, en los que Gibraltar se ha hecho especialista, como demuestra que figura en las listas de paraísos fiscales. Aunque se hayan aflojado esos controles tras las largas colas del fin de semana y vuelto al tráfico normal.

¿Volvemos a lo de siempre? ¿Un gesto, para luego dejar que se nos arrebate otro trozo de nuestro espacio soberano? Espero que no, que pese a asuntos tan candentes como la catástrofe ferroviaria, el caso Bárcenas y la crisis económica no olvidemos el viejo contencioso. Mi experiencia, tras seguirlo por más de 40 años, es que los ingleses sólo entienden el lenguaje de la fuerza y el color del dinero. Como no podemos, ni debemos, utilizar la fuerza, la única forma de hacerles entender que no pueden seguir ampliando su colonia es recordarles que se trata de una roca pelada y, si queremos, aislada. Así que por cada bloque que arrojen a nuestra bahía, una hora más de espera. Dicen que tienen preparados mil bloques. Pues mil horas.

Olvidaba decir que nuestros socialistas se han puesto de parte de los ingleses y su colonia. Pero eso, a estas alturas, ya no es noticia. Es lo de siempre
 (José Maria Carrascal/ABC).
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Gibraltar, pasado, presente, futuro

ABC | José María Carrascal
Hace hoy 300 años se firmó en Utrecht el tratado que, tras el de Westfalia (1648), confirmaba la decadencia española. Una fecha triste por tanto, aunque puede no lo pareciese a los españoles de aquel entonces, que sufrían una década de guerra civil por la sucesión al trono, entre los partidarios del Archiduque Carlos de Austria y los de Felipe de Borbón, lo que convirtió la guerra en continental. Exhaustos todos, se impuso el francés, pero tuvo que pagar por ello, a costa de España y a favor de la auténtica ganadora, Inglaterra, que iniciaba su expansión imperial.

 Dejando aparte que Gibraltar fue tomado por una escuadra angloholandesa en nombre del pretendiente austriaco al trono español, o sea, arteramente, el Tratado de Utrecht, establecía que la Corona española cedía a la inglesa: —«La plaza de Gibraltar, con su puerto, defensas y fortalezas, sin jurisdicción alguna territorial» —«Sin comunicación alguna con el país circunvecino por parte de tierra». —«En caso de decidir un día dar, vender o enajenar la propiedad de dicha plaza, Inglaterra ofrecería a España la primera opción de recuperarla».

Ninguna de esas condiciones han cumplido los ingleses, que han ocupado la mitad del istmo nunca cedido, han construido allí un aeropuerto, reclaman la mitad de la Bahía de Algeciras, expanden la superficie del Peñón con rellenos y pasan a España cuando les da la gana, como los gibraltareños, que tras vivir 300 años del contrabando, se dedican ahora al lavado de dinero negro. Todos los esfuerzos militares para reconquistar la Roca han sido en vano. Los políticos, infructuosos. Normal: Inglaterra iba para arriba, España, para abajo.

Pero hace cincuenta años hubo suerte o, más bien, milagro. Fue cuando los ingleses ofrecieron a los gibraltareños el derecho a autodeterminarse para esquivar la cláusula que les obligaba a dar a España la primera opción en caso de desprenderse de la Roca, jugada maestra, al usar la descolonización para mantener su colonia. 

Pero la ONU les dio el alto y, tras una batalla diplomática que duró cuatro años, el 19 de diciembre de 1967, la Asamblea General aprobó una resolución que desmontaba la argucia británica, censuraba el referéndum independentista en la Roca y establecía que Gibraltar tenía que ser descolonizada por negociaciones entre los gobiernos español y británico, teniendo en cuenta el principio de que «todo intento que destruya parcial o totalmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de Naciones Unidas». Que era darle la razón a España, pues a los gibraltareños sólo les concedía que se respetasen sus «intereses», no sus «deseos» como insistieron obstinada e infructuosamente los ingleses.

Pero aquella victoria no condujo a nada. No porque los ingleses, como era de esperar, se atrincheraran en sus posiciones, sino porque los españoles, en vez de hacer lo mismo, volvimos a nuestro deporte favorito: pelearnos entre nosotros. Se cerró y volvió a abrirse la Verja, y, a partir de ahí, cada paso que se dimos fue hacia atrás en vez de hacia delante, con cada ministro de Asuntos Exteriores llevando una política distinta en el contencioso, hasta llegar al caso calamitoso de Moratinos, que aceptó a los gibraltareños como parte de las negociaciones e incluso fue personalmente a la colonia, lo que era una forma de reconocerla

Una especie de «Real Politik», sólo que a la inversa: aceptar la realidad impuesta por el contrario en vez de imponer la nuestra. Menos mal que a aquellas alturas, la ONU defendía nuestros intereses mejor que nuestro gobierno y cuando los gibraltareños, animados por el éxito, se presentaron en su sede para pedir que les sacasen de la lista de colonias, les dijeron que no, que seguirían en ella hasta que se cumpliese la resolución emitida por la Asamblea General sobre el caso.

En un aniversario como el de hoy, las preguntas pertinentes son dos: ¿No resulta anacrónico insistir en el caso Gibraltar? Mi respuesta es: no. Lo realmente anacrónico es que sigan existiendo colonias. Y cuando han desaparecido de todos los continentes, resulta que queda una, en Europa para vergüenza de ésta y de España. Segunda pregunta: ¿Volverá Gibraltar un día a ser español? Depende de los españoles. Pues Gibraltar, con todas sus ventajas, tiene dos inconvenientes aún mayores: la geografía, se trata de un peñón inhóspito, un apéndice de España, de la que depende incluso para el agua de beber. Luego, es un paraíso fiscal, y el mundo ha declarado la guerra a los paraísos fiscales, que están sustrayendo enormes recursos a todos los gobiernos, en medio de una crisis en la que cuenta cada dólar y cada euro.

 En todas las reuniones internacionales, grandes o pequeñas, el tema de acabar con los paraísos fiscales figura en el orden del día y el cerco sobre ellos es cada vez más estrecho. El que hasta Suiza haya levantado en parte el secreto bancario no puede ser más elocuente. Nadie lo sabe mejor que los gibraltareños, que buscan firmar a la carrera acuerdos fiscales con otros países, pero su dilema es angustioso: si dejan de ser un refugio del dinero evadido de otras haciendas, se quedan sin una de sus mayores fuentes de ingresos. Pero si continúan con más sociedades que habitantes dedicadas a toda clase de operaciones opacas, incluida la droga y el tráfico de armas, se expone a seguir en una lista cada vez más negra y sospechosa.

En último término, sin embargo, todo dependerá de si los españoles hacemos el esfuerzo y los sacrificios necesarios para recuperar la colonia. Sacrificios que empiezan por un plan de desarrollo del Campo de Gibraltar, para que sus habitantes no tengan que depender del contrabando ni de hacer los trabajos más duros en la Roca. ¿Estamos dispuestos a ello? No lo sé. El nuevo ministro de Asuntos Exteriores ha acabado con el funesto Foro Tripartito de Moratinos y prometido mayor firmeza. Pero no bastan las acciones defensivas. Ingleses y gibraltareños están echando el resto, al darse cuenta de que se lo juegan todo. A la chita callando, siguen avanzando, como muestra que hayan conseguido se incluya a Gibraltar en las competiciones de la UEFA y que la Unión Europea acabe de asignar 10,5 millones de euros al Peñón dentro del Programa de Desarrollo Regional. Al tiempo que celebran Utrecht volviendo a acosar a nuestros pesqueros. Así, a balón parado, nos marcan los goles.

Quiero decir que trescientos años después de su entrega ignominiosa, Gibraltar sigue siendo la piedra de toque de España como nación completa y como Estado moderno. Sin acabar de pasar la prueba.

José María Carrascal, periodista.

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 Con mi más profundo desprecio a los socialistas y a los separatistas catalanes.



Olvidaba decir que nuestros socialistas se han puesto de parte de los ingleses y su colonia. Pero eso, a estas alturas, ya no es noticia. Es lo de siempre




REVISTA DE PRENSA

Y en estas, el separatista Mas corteja a Gibraltar.

La Razón exige a Artur Mas y a los separatistas catalanes lealtad en política exterior ya que están en juego los intereses de España. (ElPeriódico.com.).

Cataluña, ante el desafío secesionista

...y Artur Mas pide celebrar con Gibraltar los 300 años como colonia.

El presidente de la Generalitat de Cataluña se lo encarga al secretario de Asuntos Exteriores, Roger Albinyana i Saigí, que ya ha entablado los correspondientes contactos. (LaVozLibre).

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Con esta gentuza gibraltareña se alían los socialistas y los separatistas catalanes.


las amenazas son "franquistas"

Gibraltar compara a España con Corea del Norte.

El Gobierno del Peñón ha hecho público un comunicado en el que compara las "amenazas" de Margallo con la política del "régimen fascista de Franco" (ld)




LA PRENSA DE UN VISTAZO

Todos con el Gobierno frente a Gibraltar… menos 'El País'

(O sea, todos menos la prensa progresista, los socialistas y los separatistas catalanes.) 

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Más miseria socialista.


Convocada la "mesa de Gibraltar"

El alcalde de Algeciras: "Los socialistas cenan en casa de Picardo''(Ministro Principal de Gibraltar)

LIBERTAD DIGITAL
La alcaldesa de La Línea y el alcalde de Algeciras han expresado en esRadio sus respectivas posturas con respecto a Gibraltar. (ld).

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MARGALLO, MORATINOS, GIBRALTAR

 
Zapatero I, el de las mercedes, decidió dar trato a Gibraltar como si de una nación independiente se tratara, y Moratinos, con su cara de angelote de Murillo, cometió el desatino de participar en una negociación tripartita que solo daños podía causar a España. Los gobernantes gibraltareños, crecidos, no han hecho otra cosa desde entonces que abusar de la lenidad española, con grave perjuicio para la dignidad de España y para los intereses de nuestros trabajadores.

El ministro de Asuntos Exteriores, García Margallo, ha hecho lo que se debía hacer: tomar medidas contundentes para que el gobierno gibraltareño entienda que no está tratando con una nación débil sino con una de las diez grandes potencias del mundo. A partir de Castiella, que trazó la estrategia adecuada para la roca, la política sobre Gibraltar ha sido un continuado error. Los diferentes Gobiernos españoles, salvo la posición personal de Marcelino Oreja, no han entendido el fondo de la cuestión. No se han hecho más que con-cesiones.

Era imprescindible que los gibraltareños se dieran cuenta de que su prosperidad y su comodidad dependen de España y que si ellos deciden ahuyentar a nuestros pescadores arrojando al mar bloques de cemento con púas, nosotros podemos aislar el peñón y evitar el esparcimiento de sus habitantes en nuestra Costa del Sol. Hasta la decisión de Margallo, los habitantes de Gibraltar gozaban de todo, desde el blanqueo de dinero y el tráfico fraudulento hasta las exuberantes mansiones en las costas doradas del sur de España. Así es que aplauso encendido para García Margallo, alentándole a que mantenga con firmeza los intereses de España en la verja que nos separa de la vergüenza histórica que supone la colonia británica. (Luis María Ansón/El Imparcial)




1 comentario:

Joan dijo...

Juntament amb els holandesos i els anglesos hi va havelr 350 catalans. Per mor d'això hi ha Catalan Bay.