MISERABLES INGLESES; PEQUEÑEZ
ESPAÑOLA.
José María
Carrascal es testigo de excepción de los errores cometidos con Gibraltar.
Un pletórico José María Carrascal
(brillante, ameno, cercano) habla de su nuevo libro («La batalla de Gibraltar»,
editado por Actas) con la misma pasión con la que lo ha escrito. A su
conocimiento privilegiado del contencioso del Peñón por haber vivido desde la
trinchera de la corresponsalía de ABC en Nueva York los agónicos combates entre
España y el Reino Unido en el seno de la ONU, ha sumado el rigor del
historiador y la agilidad del periodista para completar el relato vibrante de
una absurda rendición sin derrota. A
día de hoy, la legalidad internacional refrenda plenamente la reivindicación
española de la soberanía de Gibraltar, pero han faltado a lo largo de las
cuatro últimas décadas, lamenta, voluntad política y pulso patriótico para
reactivarla.
-Su libro se titula «La batalla de
Gibraltar» y se subtitula «cómo se ganó, cómo se perdió». ¿Se ha olvidado que
tuvimos la victoria en nuestra mano?
-Y la tenemos. La ONU no ha variado
su doctrina. Lo que pasa es que nosotros hemos ido retrocediendo, cada vez más.
El tema sigue abierto en el Comité de los Veinticuatro de la ONU, el de
descolonización, y cuando fue allí el pasado mes de junio el nuevo ministro
principal y esgrimió los argumentos de siempre no logró cambiar un ápice las
cosas, porque la Resolución de diciembre
de 1967 que dice que Gibraltar ha de ser descolonizado en negociaciones
entre el Reino Unido y España sigue vigente.
-Pero el Reino Unido no ha parado
de tender trampas.
-Claro. Y cada ministro de Asuntos
Exteriores de España ha dado un paso atrás. Algunos, un salto atrás. Es tremendo que en este asunto la ONU haya venido
defendiendo los intereses españoles
mejor que los españoles mismos.
-Repasemos maniobras trileras de
los británicos. Por ejemplo, la ocupación del istmo.
-Para eso se han aprovechado de la
debilidad española en diferentes momentos, a pesar de que en el Tratado de
Utrecht se cede solo el Peñón sin comunicación alguna por tierra.
-Cuando estábamos enzarzados en
nuestra Guerra Civil aprovecharon para montar allí el aeropuerto.
-Sí, pero antes que eso, con
motivo de dos epidemias en Gibraltar les permitimos establecer campamentos
sanitarios en un territorio que ya de paso se quedaron. Y ya en la época
actual, lo que han hecho ha sido desvirtuar la resolución de la ONU.
-¿Al manipular la frase que dice
que se tendrán en cuenta los intereses de la población?
-Exacto. Nada
más aprobarse la resolución, los británicos ya equiparan esos «interests»
(intereses) con «wishes» (deseos). Y con esto han ido tragando algunos
ministros españoles. El
primero, López Bravo, con aquello de «pensar juntos», y después Marcelino Oreja
en la Declaración de Lisboa... «En el contencioso solo han sabido mantenerse
en su sitio las dos ministras, Ana de Palacio y Trinidad Jiménez»
-Quizás Oreja actuó condicionado
por nuestras negociaciones para ingresar en la OTAN y en el Mercado Común.
-Pero sin darse cuenta de que
teníamos unos valedores mucho mejores que los ingleses en un sitio y en otro.
Los alemanes para el Mercado Común, y los Estados Unidos para la OTAN. Luego,
Fernando Morán da otro paso atrás con la Declaración de Bruselas, Abel Matutes
se equivocó al pretender arreglarlo al estilo de los hombres de negocios, y más
adelante Josep Piqué va y les regala setenta y cinco mil líneas telefónicas
con las que están regulando todo el tráfico de las apuestas en Europa.
¡Nosotros mismos les hemos ido dando las vías de salida! Solo han sabido mantenerse en su sitio las dos ministras, Ana de
Palacio y Trinidad Jiménez, quien cortó el desatino de Moratinos de dar voz
y voto a Gibraltar. Menos mal que ahora García Margallo defiende que se ha de
conversar en dos niveles, el España-Reino Unido de primera línea y el de los
gibraltareños y las autoridades andaluzas para las cuestiones menudas. Pero yo
creo que tampoco debería ser esto, sino simplemente ajustarnos a la Resolución
de Naciones Unidas.
-¿Sigue siendo Gibraltar una pieza
estratégica de primer orden?
-En absoluto. Ahí no se puede
instalar una base antimisiles, por ejemplo. Hoy en día sirve para reparar algún
submarino y poco más.
-El problema del contencioso
gibraltareño es que no solo se ha desistido en el ámbito político, también ha
cundido una cierta indiferencia social.
-Últimamente hemos retrocedido
mucho no digo en nacionalismo, sino en patriotismo. Es un síntoma o paradigma de la debilidad de España
como Estado. La reivindicación de «Gibraltar español» empezó a considerarse
una cosa franquista, cuando la primera vez que se establece un regimiento
en el Campo de Gibraltar y se hacen maniobras en el istmo es con Manuel Azaña
como ministro de Defensa.
-¿Qué opciones de futuro hay? No
vamos a cerrar la verja, a estas alturas.
-No parece viable cerrar la verja
después del Tratado de Schengen, pero hay otros sistemas. Gibraltar tiene en
contra la historia, la geografía y la economía. Vamos a la globalización y los
paraísos fiscales van a ser erradicados. Además, España es un Estado soberano
que puede decir «tengan ustedes su Peñón, pero ni doble residencia ni nada», o
aplicar estrictas revisiones aduaneras que en la práctica son como una verja.
También se puede establecer que cualquier barco que toque Gibraltar no pueda
hacerlo después en ningún puerto español. Los cruceros se acabarían. ¡Y, por
supuesto, no puede ser que todas las empresas españolas tengan abiertas allí
sucursales!
(Óscar del Pozo/ABC/entrevista a José
Maria Carrascal.)
José María Carrascal
¿SIGUE EL EXPOLIO?
Todo indica que los ingleses intentan de nuevo
expandir Gibraltar, esta vez por la Bahía de Algeciras Gibraltar vuelve a ser
noticia. Está lanzando grandes bloque de hormigón con pinchos al mar, lo que
dificulta la labor de los pesqueros españoles y establece fondeaderos para los
buques que petroleen en aquellas aguas. La respuesta española ha sido
reforzar los controles de entrada y salida de la colonia, llegándose a alcanzar
hasta seis horas de espera.
Antes de evaluar esta noticia, que sólo ABC ha recogido
como se merece, fijemos la situación. Por el Tratado de Utrecht –firmado
hace ahora justo 300 años-, España cedió a Inglaterra “la ciudad y castillo de
Gibraltar, junto con su puerto, defensas y fortaleza … sin jurisdicción
territorial alguna … y sin comunicación abierta con el país circunvecino por
parte de tierra”. Ni un metro más. Que luego, por engaños, tretas o,
simplemente, haciendo uso de su mayor fuerza, Inglaterra haya ido ampliando su
colonia por tierra, mar y aire, sin que España lo aceptase, no impide su
ilegalidad. Más, cuando la ONU ha dictaminado que la descolonización de
Gibraltar debe hacerse a través de conversaciones entre Madrid y Londres
“teniendo en cuenta el principio de la integridad territorial de los países”. Condiciones
que Londres no ha cumplido con la arrogancia de sus días imperiales, cuando
enviaba sus navíos a cañonear las ciudades chinas para poder continuar allí su
negocio del opio.
Ahora está ampliando con rellenos la superficie de
la Roca por su ladera Este e intenta ampliar sus dominios por la Oeste, con
fondeaderos en la bahía de Algeciras, nunca cedida. Mientras protesta por los
controles en el paso a la misma, cuando España podría cerrarlo herméticamente
con sólo aplicar el Tratado de Utrecht.
Nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores lo ha atribuido,
diplomáticamente, al cumplimiento de la estricta normativa europea de velar por
la evasión de capitales, lucha contra el contrabando y negocios ilícitos, en
los que Gibraltar se ha hecho especialista, como demuestra que figura en las
listas de paraísos fiscales. Aunque se hayan aflojado esos controles tras las
largas colas del fin de semana y vuelto al tráfico normal.
¿Volvemos a lo de siempre? ¿Un gesto, para luego dejar
que se nos arrebate otro trozo de nuestro espacio soberano? Espero que no, que
pese a asuntos tan candentes como la catástrofe ferroviaria, el caso Bárcenas y
la crisis económica no olvidemos el viejo contencioso. Mi experiencia, tras
seguirlo por más de 40 años, es que los ingleses sólo entienden el lenguaje de
la fuerza y el color del dinero. Como no podemos, ni debemos, utilizar
la fuerza, la única forma de hacerles entender que no pueden seguir ampliando
su colonia es recordarles que se trata de una roca pelada y, si queremos,
aislada. Así que por cada bloque que arrojen a nuestra bahía, una hora más de
espera. Dicen que tienen preparados mil bloques. Pues mil horas.
Olvidaba decir
que nuestros socialistas se han puesto de parte de los ingleses y su colonia.
Pero eso, a estas alturas, ya no es noticia. Es lo de siempre
(José Maria Carrascal/ABC).
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Gibraltar, pasado, presente, futuro
ABC | José
María Carrascal
Hace hoy 300 años se firmó en Utrecht el
tratado que, tras el de Westfalia (1648), confirmaba la decadencia española.
Una fecha triste por tanto, aunque puede no lo pareciese a los españoles de
aquel entonces, que sufrían una década de guerra civil por la sucesión al
trono, entre los partidarios del Archiduque Carlos de Austria y los de Felipe
de Borbón, lo que convirtió la guerra en continental. Exhaustos todos, se
impuso el francés, pero tuvo que pagar por ello, a costa de España y a favor de
la auténtica ganadora, Inglaterra, que iniciaba su expansión imperial.Dejando aparte que Gibraltar fue tomado por una escuadra angloholandesa en nombre del pretendiente austriaco al trono español, o sea, arteramente, el Tratado de Utrecht, establecía que la Corona española cedía a la inglesa: —«La plaza de Gibraltar, con su puerto, defensas y fortalezas, sin jurisdicción alguna territorial» —«Sin comunicación alguna con el país circunvecino por parte de tierra». —«En caso de decidir un día dar, vender o enajenar la propiedad de dicha plaza, Inglaterra ofrecería a España la primera opción de recuperarla».
Ninguna de esas condiciones han cumplido los ingleses, que han ocupado la mitad del istmo nunca cedido, han construido allí un aeropuerto, reclaman la mitad de la Bahía de Algeciras, expanden la superficie del Peñón con rellenos y pasan a España cuando les da la gana, como los gibraltareños, que tras vivir 300 años del contrabando, se dedican ahora al lavado de dinero negro. Todos los esfuerzos militares para reconquistar la Roca han sido en vano. Los políticos, infructuosos. Normal: Inglaterra iba para arriba, España, para abajo.
Pero hace cincuenta años hubo suerte o, más bien, milagro. Fue cuando los ingleses ofrecieron a los gibraltareños el derecho a autodeterminarse para esquivar la cláusula que les obligaba a dar a España la primera opción en caso de desprenderse de la Roca, jugada maestra, al usar la descolonización para mantener su colonia.
Pero la ONU les dio el alto y, tras una batalla diplomática que duró cuatro años, el 19 de diciembre de 1967, la Asamblea General aprobó una resolución que desmontaba la argucia británica, censuraba el referéndum independentista en la Roca y establecía que Gibraltar tenía que ser descolonizada por negociaciones entre los gobiernos español y británico, teniendo en cuenta el principio de que «todo intento que destruya parcial o totalmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de Naciones Unidas». Que era darle la razón a España, pues a los gibraltareños sólo les concedía que se respetasen sus «intereses», no sus «deseos» como insistieron obstinada e infructuosamente los ingleses.
Pero aquella victoria no condujo a nada. No porque los ingleses, como era de esperar, se atrincheraran en sus posiciones, sino porque los españoles, en vez de hacer lo mismo, volvimos a nuestro deporte favorito: pelearnos entre nosotros. Se cerró y volvió a abrirse la Verja, y, a partir de ahí, cada paso que se dimos fue hacia atrás en vez de hacia delante, con cada ministro de Asuntos Exteriores llevando una política distinta en el contencioso, hasta llegar al caso calamitoso de Moratinos, que aceptó a los gibraltareños como parte de las negociaciones e incluso fue personalmente a la colonia, lo que era una forma de reconocerla.
Una especie de «Real Politik», sólo que a la inversa: aceptar la realidad impuesta por el contrario en vez de imponer la nuestra. Menos mal que a aquellas alturas, la ONU defendía nuestros intereses mejor que nuestro gobierno y cuando los gibraltareños, animados por el éxito, se presentaron en su sede para pedir que les sacasen de la lista de colonias, les dijeron que no, que seguirían en ella hasta que se cumpliese la resolución emitida por la Asamblea General sobre el caso.
En un aniversario como el de hoy, las preguntas pertinentes son dos: ¿No resulta anacrónico insistir en el caso Gibraltar? Mi respuesta es: no. Lo realmente anacrónico es que sigan existiendo colonias. Y cuando han desaparecido de todos los continentes, resulta que queda una, en Europa para vergüenza de ésta y de España. Segunda pregunta: ¿Volverá Gibraltar un día a ser español? Depende de los españoles. Pues Gibraltar, con todas sus ventajas, tiene dos inconvenientes aún mayores: la geografía, se trata de un peñón inhóspito, un apéndice de España, de la que depende incluso para el agua de beber. Luego, es un paraíso fiscal, y el mundo ha declarado la guerra a los paraísos fiscales, que están sustrayendo enormes recursos a todos los gobiernos, en medio de una crisis en la que cuenta cada dólar y cada euro.
En todas las reuniones internacionales, grandes o pequeñas, el tema de acabar con los paraísos fiscales figura en el orden del día y el cerco sobre ellos es cada vez más estrecho. El que hasta Suiza haya levantado en parte el secreto bancario no puede ser más elocuente. Nadie lo sabe mejor que los gibraltareños, que buscan firmar a la carrera acuerdos fiscales con otros países, pero su dilema es angustioso: si dejan de ser un refugio del dinero evadido de otras haciendas, se quedan sin una de sus mayores fuentes de ingresos. Pero si continúan con más sociedades que habitantes dedicadas a toda clase de operaciones opacas, incluida la droga y el tráfico de armas, se expone a seguir en una lista cada vez más negra y sospechosa.
En último término, sin embargo, todo dependerá de si los españoles hacemos el esfuerzo y los sacrificios necesarios para recuperar la colonia. Sacrificios que empiezan por un plan de desarrollo del Campo de Gibraltar, para que sus habitantes no tengan que depender del contrabando ni de hacer los trabajos más duros en la Roca. ¿Estamos dispuestos a ello? No lo sé. El nuevo ministro de Asuntos Exteriores ha acabado con el funesto Foro Tripartito de Moratinos y prometido mayor firmeza. Pero no bastan las acciones defensivas. Ingleses y gibraltareños están echando el resto, al darse cuenta de que se lo juegan todo. A la chita callando, siguen avanzando, como muestra que hayan conseguido se incluya a Gibraltar en las competiciones de la UEFA y que la Unión Europea acabe de asignar 10,5 millones de euros al Peñón dentro del Programa de Desarrollo Regional. Al tiempo que celebran Utrecht volviendo a acosar a nuestros pesqueros. Así, a balón parado, nos marcan los goles.
Quiero decir que trescientos años después de su entrega ignominiosa, Gibraltar sigue siendo la piedra de toque de España como nación completa y como Estado moderno. Sin acabar de pasar la prueba.
José María Carrascal, periodista.
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Con mi más profundo desprecio a los socialistas y a los separatistas catalanes.
Olvidaba decir que nuestros socialistas se han puesto de parte de los ingleses y su colonia. Pero eso, a estas alturas, ya no es noticia. Es lo de siempre
REVISTA DE PRENSA
Y en estas, el separatista Mas corteja a Gibraltar.
La Razón exige a Artur Mas y a los separatistas catalanes lealtad en política exterior ya que están en juego los intereses de España. (ElPeriódico.com.).
Cataluña, ante el desafío secesionista
...y Artur Mas pide celebrar con Gibraltar los 300 años como colonia.
El presidente de la Generalitat de Cataluña se lo encarga al secretario de Asuntos Exteriores, Roger Albinyana i Saigí, que ya ha entablado los correspondientes contactos. (LaVozLibre).
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Con esta gentuza gibraltareña se alían los socialistas y los separatistas catalanes.
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Con esta gentuza gibraltareña se alían los socialistas y los separatistas catalanes.
las amenazas son "franquistas"
Gibraltar compara a España con Corea del Norte.
El
Gobierno del Peñón ha hecho público un comunicado en el que compara las
"amenazas" de Margallo con la política del "régimen fascista de Franco" (ld)
LA PRENSA DE UN VISTAZO
Todos con el Gobierno frente a Gibraltar… menos 'El País'
(O sea, todos menos la prensa progresista, los socialistas y los separatistas catalanes.)
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Más miseria socialista.
Convocada la "mesa de Gibraltar"
El alcalde de Algeciras: "Los socialistas cenan en casa de Picardo''(Ministro Principal de Gibraltar)
LIBERTAD DIGITAL
La alcaldesa de La Línea y el alcalde de Algeciras han expresado en esRadio sus respectivas posturas con respecto a Gibraltar. (ld).
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MARGALLO, MORATINOS, GIBRALTAR
Zapatero I, el de las mercedes, decidió dar trato a Gibraltar como si
de una nación independiente se tratara, y Moratinos, con su cara de
angelote de Murillo, cometió el desatino de participar en una
negociación tripartita que solo daños podía causar a España. Los
gobernantes gibraltareños, crecidos, no han hecho otra cosa desde
entonces que abusar de la lenidad española, con grave perjuicio para la
dignidad de España y para los intereses de nuestros trabajadores.
El ministro de Asuntos Exteriores, García Margallo, ha hecho lo que se
debía hacer: tomar medidas contundentes para que el gobierno
gibraltareño entienda que no está tratando con una nación débil sino con
una de las diez grandes potencias del mundo. A partir de Castiella, que
trazó la estrategia adecuada para la roca, la política sobre Gibraltar
ha sido un continuado error. Los diferentes Gobiernos españoles, salvo
la posición personal de Marcelino Oreja, no han entendido el fondo de la
cuestión. No se han hecho más que con-cesiones.
Era imprescindible que los gibraltareños se dieran cuenta de que su
prosperidad y su comodidad dependen de España y que si ellos deciden
ahuyentar a nuestros pescadores arrojando al mar bloques de cemento con
púas, nosotros podemos aislar el peñón y evitar el esparcimiento de sus
habitantes en nuestra Costa del Sol. Hasta la decisión de Margallo, los
habitantes de Gibraltar gozaban de todo, desde el blanqueo de dinero y
el tráfico fraudulento hasta las exuberantes mansiones en las costas
doradas del sur de España. Así es que aplauso encendido para García
Margallo, alentándole a que mantenga con firmeza los intereses de España
en la verja que nos separa de la vergüenza histórica que supone la
colonia británica. (Luis María Ansón/El Imparcial)
1 comentario:
Juntament amb els holandesos i els anglesos hi va havelr 350 catalans. Per mor d'això hi ha Catalan Bay.
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