Uno de los motivos se explica en el siguiente artículo. El PSOE ha renunciado a ser español. Esto ya lo vió, mucho antes, César Alonso de los Ríos en su excelente libro 'La izquierda y la nación. Una traición políticamente correcta.'
Ojalá sea cierto que millones de españoles castiguen a un partido que ha perdido la 'E' de español. Y que frota la espalda de los separatistas que quieren romper España.
Sí, Rajoy es un cobarde político, lo sé. Pero ahora hablo del PS. ¿Obrero y español?)
PERO QUÉ BERZA.
El PSOE arrastra los pies. Ya solo pelea por salvar el segundo puesto. Como toda la socialdemocracia, anda sin ideas económicas ni alternativa, toda vez que el centro-derecha se ha apropiado de su bandera y acepta lo esencial del Estado del bienestar (lo no esencial, sencillamente no hay parné para pagarlo).
También padece la escasa categoría intelectual y profesional de sus líderes, apparatchiks casi nunca refrendados por las urnas. A la irascible presidenta en funciones de Andalucía, por ejemplo, le llevó diez años acabar Derecho, y al final se va viendo que su proeza académica sí era indicio de algo. Sin pensamiento, todo se suple con clichés, mantras sobados tipo el «tiempo nuevo». Por último, cuesta perdonarles el recital de irresponsabilidad de Zapatero.
Pero el error medular del PSOE, lo que de
verdad lo ha desarbolado, es que se ha apeado de la defensa de la unidad
de España y las normas fundacionales de nuestra democracia.
Si González
y Guerra eran saludados en su día por la prensa anglosajona como
«jóvenes nacionalistas españoles», con Zapatero comenzó una rendición
pusilánime ante los separatistas, que ha arruinado la marca. El pecado
original fue firmar en Cataluña y Galicia gobiernos de coalición con
partidos que abogaban por liquidar España. El segundo pecado llegó con
la innecesaria carrera estatutaria, que avivó el independentismo. La sal
del guiso fueron las declaraciones de un presidente tan atolondrado que
declaraba que España, el país que presidía, era «un concepto discutido y
discutible».
Nada mejoró con Rubalcaba, maniobrero entre
tinieblas, pusilánime de frente. Ante la fanática campaña de propaganda
de Mas, Rubalcaba se arrugó, dio a Cataluña por perdida y se lanzó a un
absurdo entreguismo con los separatistas, ofreciendo una estéril tercera
vía, un federalismo inconcreto, que para nada saciará a quienes solo
aceptan irse. Entre la defensa de su nación y el sectarismo, el PSOE ha
elegido lo segundo: no podemos coincidir en nada con el PP, ni siquiera
en lo elemental, que es preservar la propia existencia de España. Un
desmarque felón con su nación y además, suicida: el electorado
socialista tradicional abomina del flirteo con el nacionalismo, como
prueban la caída en tromba en Cataluña y la derrota en Galicia.
Sánchez tampoco ha entendido algo tan sencillo y
persevera en el error. El eventual líder del socialismo obrero
«Español» ha mitineado en Cataluña. Allí gobierna un nacionalismo que
quiere romper España para crear la república catalana, que insulta a
diario al resto de los españoles –anteayer mismo Bosch, de ERC, dijo que
«gracias a Barcelona, Cataluña no es como Galicia», bonita frase
xenófoba–; un separatismo que incumple las leyes, empezando por las
sentencias del idioma, que convoca referéndums ilegales y mantiene una
onerosísima campaña de odio a España pagada con dinero público. Pero
nada de eso le merece críticas a Sánchez. Se fue allí para decirles que
el problema independentista lo ha creado… ¡Rajoy!
(Luis Ventoso/ABC)
1 comentario:
Todos acomplejados pero se presentan de candidatos en España. Que los mantengan en el Congo, dan asco.
Publicar un comentario