miércoles, 29 de octubre de 2008

LIBERTAD Y MERCADO: CONFUSIONES.


LIBERTAD Y MERCADO: CONFUSIONES.

Dice A. Delgado-Gal (‘Libertad y mercado’) que

es un error identificar el orden liberal con la eficiencia
del mercado como asignador de recursos. Para reforzar su tesis cita a
Nozick. Según éste, el mercado se acredita porque nos permite ser
libres, no porque nos haga más dichosos o prósperos. Y se apoya, también,
en Buchanan, que estaría en esta línea.

Para empezar, lo que es un error, es identificar el mercado con la
eficiencia sólo en la asignación de recursos y decir que esto es lo que
afirman los liberales. El mercado, además de asignar más
eficientemente los recursos que las otras alternativas, es un complejo conjunto
de relaciones que personas libres llevan a cabo dentro de una
estructura jurídico-política. ¿Cualquier estructura jurídico-política?

No. Si las personas tienen que relacionarse libremente tienen que ser
libres. Tiene que haber normas que protejan la propiedad privada y que den seguridad
jurídica a los ciudadanos y tiene que haber normas que garanticen la
igualdad ante la ley. A estas y otras cosas se le suele llamar Estado
de Derecho.

Por tanto, el habitat natural del mercado es el Estado de Derecho.
Pero el mercado no es sólo un complejo proceso de interacción social,
no creado por nadie (o sea, un subproducto) sino un coordinador, creador y transmisor de información, lo que ayuda a la formación de precios, que
permiten dar valor a las cosas que vendemos y compramos. Todo esto da
un rasgo de dinamicidad y creatividad a este proceso no planificado por nadie. Además, el llamado juego del mercado no es un juego de suma cero sino
de suma positiva. Es decir, si jugamos a las cartas, lo que yo gano
lo pierde mi oponente. Pero esto no sucede en la economía de mercado, a
pesar de las afirmaciones (usualmente de izquierdas) de que unos son
ricos porque otros son pobres.

Sorprende la cita que afirma que el mercado es bueno, no
porque nos haga más dichosos o prósperos sino porque nos permite ser
libres. Porque la libertad (y la libertad económica es una de
sus importantes manifestaciones) también fomenta la felicidad y la
prosperidad. ¿Acaso la ausencia de libertad facilita la felicidad? Por
su puesto que no. Preguntemos a nuestro alrededor y escuchemos las
respuestas.

Y lo mismo sucede con la prosperidad aunque no todos vean la
respuesta con la misma claridad. Pero sí. Los países más pobres van de la mano de la ausencia de libertad, una propiedad privada en precario, escasas o nulas garantías jurídicas y fuerte intervencionismo estatal. O sea, la libertad no garantiza pero sí
facilita y fomenta la prosperidad económica.

También cita a I. Berlin: 'Rehuyó, en mi opinión,
con acierto la reducción de la libertad al mercado'
. Pero ¿qué
liberales afirman que la libertad se limita exclusivamente a la
libertad de mercado? Al contrario, los derechos individuales
constituyen la base sobre la que se asienta el edificio liberal. O
sea, libertad de expresión, de asociación, de prensa, de religión,
etcétera. Estos derechos expresan un límite a la acción del Estado.
Con otras palabras, el Estado tiene, como una de sus principales
misiones, proteger estos derechos individuales.

En resumen, los liberales (en general) no fundan la bondad del mercado,
exclusivamente, en su eficiencia.

Termina con una visión muy discutible de la relación entre mercado e
imperio de la ley. Dice: 'Nada impide imaginar un
régimen antiliberal para el cual el mercado se reduce a ser un
mecanismo cuya virtud máxima consiste en generar riqueza ... En la
situación que postulo, existirá la propiedad privada, con algunas
restricciones: no se podrán posee periódicos o medios de comunicación
verdaderamente independientes, y la circulación discrecional de
mercancías y bienes y servicios sufrirá un estrangulamiento notable
cada vez que los artículos intercambiados afectan potencialmente la
posición dominante de quienes se encuentran al mando. No obstante,
habrá mercado. Lo habrá, naturalmente, mientras subsista el imperio de
la ley..'

Sin embargo, el imperio de la ley (el rule of law) pretende ser
una garantía frente a la arbitrariedad o el gobierno absoluto. No en
vano se suele asociar con la igualdad ante la ley, la separación de
poderes y la seguridad jurídica. Como mínimo. No parece fácil hablar
de imperio de la ley en las circunstancias anteriormente imaginadas. Y
tampoco es creíble que en tales circunstancias el mercado haga bien su
trabajo de fomentar y crear riqueza. La prosperidad económica de una sociedad
está vinculada, entre otras cosas, a su libertad y a las garantías
para ejercerla. Por eso el liberalismo es algo más que eficiencia.

Y si el ejemplo imaginado es China, la respuesta sería la siguiente: el comunismo sumió a China en la miseria; la introducción del mercado, a pesar de las serias limitaciones a las libertades individuales, ha permitido prosperidad económica. Sin que exista imperio de la ley. A menos que se entienda el ‘imperio de la ley’ como previsibilidad en la aplicación de cualquier tipo de ley emanada de la autoridad política. Si existiera el imperio de la ley, entendido como rule of law, la prosperidad de China (y la felicidad de sus habitantes) sería aún mayor. Esto es lo que enseña la experiencia.


Como dice Johan Norberg: ‘Resulta muy ilustrativo cotejar estas economías prodigio con las de sus vecinos, de cultura y población similares, pero que decidieron recurrir a una política totalmente opuesta, Corea del Norte y Birmania, países extremadamente reacios a la economía de mercado, escogieron una política ultraproteccionista con una economía férreamente controlada. No participaron en manera alguna del extraordinario auge de la región, sino que quedaron estancadas en la más profunda de las miserias y hoy en día están gobernadas por dictaduras inhumanas’.


Los que afirman que la única bondad del mercado es su eficiencia, no representan las corrientes más importantes del liberalismo. No en vano, Adam Smith defendió que la clave de la prosperidad económica no residía en los recursos naturales sino en un contexto adecuado, es decir, "paz, impuestos moderados y una tolerable administración de justicia". A lo que hay que añadir un Estado limitado, cuya más importante función es proteger las libertades individuales de posibles interferencias. Incluso las interferencias, hoy crecientes, de un Estado expansivo.

Sebastián Urbina.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Le recomiendo el documental "Voces contra la globalización. Un mundo desigual". Verá que las bondades del liberalismo no son tantas si no hay unos mínimos controles.

También es recomandable leer y escuchar medios que ayuden a tener puntos de vista mayormente diversos y eclécticos, porque si no caemos en las "bondades" del pensamiento único tan atribuídas (a base de repetirlo machaconamente) a quienes piensan diferente. Atiborrarse de Libertad Digital y similares un día sí y otro también, y leer el resto de medios desde ese enfoque, acaba por convertirnos en ignorantes sobreinformados que repiten máximas y enfoques monotemáticos.

Tanto nacionalismo, mientras tanta gente muere de hambre.

Sebastián Urbina dijo...

También es recomendable no sermonear a personas a las que usted no conoce, ni conoce lo que han leído. Si tiene algo sustantivo que decir, dígalo.

Anónimo dijo...

Veo que su capacidad de aceptar las discrepancias está tan desarrollada como su talante democrático. Es decir, nada.

Sebastián Urbina dijo...

Si es usted el grosero que incluye insultos y descalificaciones, es que no entiende el significado de 'discrepancias'.