sábado, 4 de julio de 2009

EL FASCIO CATALANISTA.


Sábado, 04-07-09
A estas alturas, ya no me sorprende el fanatismo lingüístico de los nacionalistas. Ha sido sobradamente analizado y diseccionado. Los nacionalistas catalanes persiguen al español, se saltan las leyes y desobedecen sentencias judiciales porque consideran el catalán la esencia de su identidad, de su diferencia, de sus derechos étnicos. Y, además, la base de sus privilegios y de su poder. Son fanáticos con causa y con intereses. Los que sí me siguen sorprendiendo son los esclavos voluntarios de ese fanatismo.

Los cientos de miles cuya lengua de comunicación es el español, la mayoría de los ciudadanos de Cataluña, y que, sin embargo, apoyan a los partidos responsables de las leyes del fanatismo lingüístico. En contra de su causa y de sus intereses.

Y es que hay algo incontestable en la nueva Ley de Educación catalana y en otras tropelías cometidas por las instituciones de esa comunidad. Que son plenamente democráticas, al menos en cuanto a sistema de decisión y juego de las mayorías y minorías. Han sido aprobadas por una amplia mayoría de los partidos y refrendadas en las urnas una y otra vez. Por un electorado catalán lleno de Montillas, ciudadanos cuya lengua es el español, que ni son nacionalistas ni fanáticos, pero aceptan gustosamente las imposiciones fanáticas. Hasta las lideran, si hace falta, y no hay más que ver a Montilla, el más nacionalista entre los nacionalistas.

Y éste no es un problema de la política o de la democracia, sino de la psicología. De la fuerza de unos valores sociales y de unos modelos de éxito en los que los ciudadanos «de segunda», hijos y nietos de inmigrantes, o los más miedosos, o los más susceptibles a la presión nacionalista, se apuntan gustosamente al fanatismo para integrarse. Formar parte de los triunfadores, aunque sea a costa de uno mismo y de sus intereses. Esa es la tragedia de los Montillas catalanes. (Edurne Uriarte/ABC)
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EL OASIS APESTA.

Cuando unos políticos nacionalistas (PSC, CIU, ERC y los verde-rojos) controlan, directa o indirectamente, a los medios de comunicación, controlan el sistema educativo y el presupuesto, para fomentar 'la patria catalana' y despreciar (en diversas formas e intensidades) a España y lo que representa, no debe extrañar el resultado que se comenta en el artículo de Uriarte.

Treinta años de lavado de cerebro, con el permiso, el silencio o la respuesta mesurada del Partido Popular (excepto en la época de Vidal Quadras), la complicidad del PSC, un partido nacionalista hasta las cachas que dice ser de izquierdas (?), y CIU y ERC, cuya 'esencia' es la patria catalana oprimida por la bota castellana, dan estos resultados. La valentía de Antonio Robles y unos pocos más, no es suficiente para una masa adormecida y cobarde. Quiero decir, prudente.

Albert Boadella contaba una anécdota que retrata la miserable y patética situación que viven (y aceptan) muchos catalanes. Decía que el público asistente a las representaciones de su compañía, Els Joglars, había disminuido de manera espectacular. Pero la razón no era la propaganda en contra de las instituciones catalanistas. Ya no era necesario. Muchos catalanes han interiorizado que no es conveniente que les vean asistiendo a representaciones teatrales de autores 'no fiables para la catalanidad', como Boadella. La cobardía y la miseria moral han sido interiorizadas. Es el triunfo de la mentalidad totalitaria. Ya no hay que decir nada, ya no hay que amenazar. Las ovejas siguen el camino 'correcto' sin necesidad de pastor. Basta que sepan que el pastor existe. Y que les ve desde algún sitio. Catalán, por supuesto.

Esto no impide beber buen cava, ni ser un buen profesional. De lo que se trata es de no hablar de lo que no se debe. Y si sale el tema que no debería haber salido, hay que decir lo que toca. No sea cosa que alguien piense que soy 'un españolista de mierda'. Esto supondría convertirse en un apestado social. Además, si soy un 'charnego', no quiero que mis hijos tengan problemas. Que hable en catalán. A ser posible sin acento andaluz. Que sean del Barca. Y que se caguen en la 'puta España'. Siempre ayuda.

El Oasis apesta. Y lo peor es que ya no necesitan máscara antigas. Se han mimetizado con el ambiente.
Sebastián Urbina.

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