jueves, 5 de agosto de 2010

HUELGAS Y DERECHOS.






HUELGAS Y DERECHOS.


La huelga de controladores aéreos nos enfrenta a las contradicciones en que viven inmersos hoy los derechos laborales legítimos de un colectivo de trabajadores y los derechos igualmente legítimos del resto de la sociedad.

La defensa en su origen del derecho de huelga ejercida básicamente a través de la negación a seguir trabajando mientras las condiciones laborales en litigio se arreglaran, perjudicaban directamente al patrono, al amo de la fábrica. Hoy, la mayoría de huelgas perjudica en parte al empresario y accionistas, y en parte al resto de la sociedad que no tiene culpa alguna de su situación laboral. Y es aquí donde se enfrentan dos derechos, nacidos los dos del espíritu de justicia del origen de la huelga: el del trabajador y el de los ciudadanos que sufren sus consecuencias sin tener culpa ni pena. ¿Cuál ha de prevalecer? ¿El del trabajador que tiene derecho de huelga por ley, o los dos? Sabemos quién se hace cargo de los costes provocados por el cese de actividades laborales: la empresa y el propio trabajador que deja de ganar para poder consolidar derechos laborales superiores. Pero los efectos colaterales que sufren quienes no intervienen en esa relación conflictiva, ¿qué beneficios consolidan? Ninguno, solo incomodidades en el mejor de los casos o graves pérdidas económicas en los peores.

Los servicios mínimos son un paliativo para racionalizar tales efectos, pero como se ha demostrado en la última huelga del Metro de Madrid, aún cuando se cumplan a rajatabla, las consecuencias para millones de personas e intereses económicos ajenos al conflicto son profundamente injustas.

No se trata de poner en cuestión o enfrentar el derecho de huelga al derecho del resto de la sociedad, se trata de poner sobre la mesa la necesidad de defender los derechos de todos. Porque no nos olvidemos que el origen de la huelga es la conquista y salvaguarda de derechos. Las condiciones y las relaciones laborales del pasado no son las mismas que las de las sociedades democráticas y sociales de derecho de hoy. Sin embargo, perduran comportamientos psicológicos en el derecho a la huelga, cuya aplicación mecánica niega, en muchos casos, los principios de equidad que los justificó en su origen. La amenaza de huelga de los controladores para una fecha indeterminada de agosto es un ejemplo meridiano. Independientemente de sus razones (seguro que las tienen), las consecuencias de un paro aéreo, incluso la sola amenaza, quiebra intereses vitales para la economía de un país basado en el sector servicios. En 1.000 millones de euros se valoran las pérdidas en caso de huelga. Agencias de viajes, miles de turistas extranjeros que ante la incertidumbre opta por otros destinos, hoteles, restaurantes, taxistas, proveedores, empresas de ocio y un sinfín de incomodidades y gastos imprevistos para viajeros atrapados por tener cerrados ya sus viajes.

¿Tienen derecho unos trabajadores con una alta remuneración laboral a provocar esas pérdidas en un país sin reparar en los costos que provoca?

No parece justo que mientras ellos provocan el caos por estar en un puesto clave para la sociedad, millones de trabajadores han de soportar contratos humillantes por carecer de esos mecanismos. Puede que sea hora de empezar a pensar formas de presión laboral eficaces para todos los trabajadores y que a la vez, no pase por deteriorar los derechos del resto de la sociedad. Y por lo mismo, puede que los legítimos derechos de millones de ciudadanos que sufren los efectos colaterales sin comerlo ni beberlo, se hayan de recoger en una ley con la misma determinación que se ha recogido el derecho de huelga en otra. Los derechos han de defenderse siempre, pero no necesariamente con herramientas del siglo XIX. Antonio Robles/LD)


1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que este artículo es injusto con los controladores.

Vaya por delante que no conozco directamente a ninguno, pero he intentado enterarme de lo que pasa, y mi conclusión es esta: El controlador tiene que pasar unos exámenes difíciles y prepararse a fondo para llegar a serlo; luego, en su labor diaria, soporta una carga grande de estres, pues su responsabilidad es muy importante al tener que estar pendiente de varios aviones durante todo su vuelo en el espacio aéreo que a cada cual le corresponde. Además, en España se les exige un gran número de horas extraordinarias, y de ahí viene gran parte de sus elevados ingresos que son proporcionales al elevado número de horas que trabajan.

Ahora, AENA, apoyada por el inefable Pepiño Blanco, ha decidido que ganan demasiado y les han reducido el sueldo en más de un 50% para poder paliar los resultados de su mala gestión. Y reducen su sueldo, pero no el trabajo ni la responsabilidad.

Además, todos hemos oído a Pepiño desprestigiándoles y acusándoles de ganar demasiado, pese a que su preparación es muchas veces superior a la del propio Pepiño, mientras que su sueldo ni se acerca al del político.

En estas condiciones, ¿a quién le extraña que hagan huelga? ¿no es mejor gastar el dinero en pagar a quienes cuidan nuestra seguridad cuando volamos que a quienes les crispan y desesperan?

Y aviso a navegantes...aéreos: en el aeropuerto de La Gomera ya han instalado un invento para prescindir de los controladores. Luego lo irán llevando a otros lugares y así volaremos menos seguros, pero tendremos dinero para pagar traductores en el Senado, que a estos papanatas de gobernantes parece que es lo único que les importa.

Yo también quiero ir a la huelga, quiero hacer una huelga de ciudadanos cabreados que no quieren pagar impuestos para que cobren su sueldo los políticos. Y mientras tanto, y aunque me dejen en tierra cuando pretendo volar, los controladores tienen todo mi apoyo.