domingo, 23 de junio de 2013

LA ESPAÑA FRAGMENTADA



 (Con mi más profundo desprecio a los separatistas antiespañoles y a los políticos que, directa o indirectamente, facilitan o permiten la fragmentación de España.

Usted verá qué hace, compatriota.)










 LA ESPAÑA FRAGMENTADA.

La debilidad de España, fomentada por los separatismos (y por los gobiernos centrales que les ayudan), interesa a tres potencias: el islam, Francia e Inglaterra, por razones distintas. 

Al islam, porque una mayor debilidad de España favorecería la vuelta de Al Ándalus, al que nunca han renunciado; a Francia --aunque de momento no le parezca bien, por formalismos de la UE-- porque si los gobiernos españoles fueran incapaces de evitar la secesión, Cataluña y Vascongadas se convertirían en plazo no largo en satélites económicos y políticos de París. A Inglaterra, porque es una forma de asegurar su colonia de Gibraltar, con el pingüe negocio económico-militar que le supone, aparte de su influencia en Vizcaya y su pretensión de hacerse la “protectora” de Cataluña. 

De hecho, prosigue una política secesionista para España desde Gibraltar.

La intensidad con que se produzcan estas tendencias depende exclusivamente de la fortaleza que muestre el gobierno español. Pero con Zapatero y Rajoy, el gobierno actúa directamente contra los intereses españoles. Es, quizá, su mayor delito
.

 (Blog Pio Moa/Intereconomia.)
 

1 comentario:

Arcoiris dijo...

Que hay poderosos intereses que favorecen las aspiraciones de los nacionalistas, lo ve hasta un ciego. Todos los gobiernos centrales han dado alas a las aspiraciones de separación de vascos, catalanes… y, quizás, otros. ¡Todos!
La Constitución vigente ampara los derechos de libertad de expresión, reunión y asociación, sí; pero también proclama, al respecto de los partidos políticos, en su art. 6: “(…) Su creación y el ejercicio de su actividad son libres DENTRO DEL RESPETO A LA CONSTITUCIÓN Y A LA LEY (…)”
Y bien, si el art. 2 sentencia “(…) la indisoluble unidad de la Nación española (…)”, a menos que los partidos políticos nacionalistas prometieran oficialmente el respeto a este principio fundamental, ¿qué nos obliga a que se tengan que presentar a los comicios y a gobernar a su antojo en sus comunidades? Vale. Que celebren sus congresos y cumbres, que promocionen la sardana o el corte de leña, etc., pero que no puedan presentarse a las elecciones para ningún tipo de gobierno, ni local ni comunitario, ya no digo de su presencia en nuestro Parlamento, mientras no asuman y profesen el respeto pleno a nuestra indisoluble unidad.
Pero es que, para más inri, ni siquiera son mayoría en las comunidades que controlan (aunque lo serán inevitablemente si se les consiente que sigan controlando la educación y los medios de información). Así, en Cataluña, ganó en las urnas, en todas las convocatorias, el partido de CIU. Sin embargo, quedó siempre, pero siempre, siempre, por debajo de la comunidad de abstencionistas, que no tienen representación alguna en el Parlament. Estas criaturas serán apolíticos, escépticos, indiferentes, vagos, ¡qué sé yo!, pero seguro que, en su inmensa mayoría, no están con el catalanismo independentista. En las últimas elecciones al Parlament, las del 2012, la abstención sumó 1.745.558 criaturas por 1.116.259 que votaron a CIU; éstos tienen sus escaños, a los otros no les representa ni Dios, no existen oficialmente. En las elecciones para el Estatut d’autonomia del 2006 había un censo de 5.201.715 ciudadanos; votaron por el sí tantos como 1.882.533 criaturas y se abstuvieron tantas como 2.631.459, otras 528.745 votaron no, 135.982 fueron votos blancos y hubo 22.996 votos nulos. Pese a todo esto, se consideró que el pueblo de Cataluña aprobaba el Estatut con un porcentaje del 73%. Y toda esta pamema, este fraude legal, lo asumimos todos con la mayor naturalidad democrática.
En cuanto al País Vasco (hemos aceptado, también, sin rechistar, su terminología), por ser breve, me limito a transcribir unas palabras pronunciadas por el señor Goicochea en un libro de Blasco Ibáñez, escrito hará más de cien años atrás, “El intruso”: “(…) Lo peorcito de cada casa, que viene aquí a trabajar y hacer fortuna. Son intrusos que toman por asalto el noble solar de Vizcaya. Cada vez son más: en Bilbao hay que buscar casi con candil los apellidos vascongados. Todos son Martínez o García, y se habla menos el vascuence que en Madrid (…)”
Y quien quiera saber más puede consultar, p. ej., cómo se multiplicó la población vasca con la inmigración desde otras provincias españolas navegando por http://www.sabinetxea.org/menu_principal.htm.
Besos.