SOCIALISMO Y EDUCACIÓN.
En el inicio de curso 2007/2008, la prensa informó de una nueva ocurrencia del Presidente Zapatero. ‘La política de contenidos mínimos del Ministerio de Educación vuelve a condenar al ocaso la enseñanza de las Humanidades’ ... ‘El Gobierno elimina
¿Acaso no hace bien este gobierno progresista? ¡Total, la filosofía no sirve para nada! ¿Será cierto?
Dice el filósofo británico, Simon Blackburn: ‘La filosofía de disciplinas como la historia, la física o el derecho busca no tanto solucionar problemas históricos, físicos o jurídicos, como estudiar los conceptos que estructuran tales pensamientos y descubrir sus fundamentos y presuposiciones’.
El filósofo norteamericano Arthur Danto, comenta: ‘La filosofía se ocupa del lenguaje como uno de los términos de una relación, siendo el otro término el mundo que se espera sea descrito por el lenguaje. De ahí que la filosofía trate problemas relacionados con el lenguaje, es decir, el significado y la comprensión; trate problemas relacionados con una descripción del mundo que sea inteligible, es decir, la metafísica y, finalmente, problemas relativos a la conexión lenguaje-mundo, es decir, la verdad y el conocimiento’.
Si entendemos la filosofía al modo ‘terapéutico, como hizo L. Wittgenstein, y se dedica a curar las heridas que nos hacemos al chocar nuestro entendimiento contra los límites del lenguaje, incluso en este caso, nos ayudaría a sacar a la superficie las confusiones y malentendidos que nos produce el uso del lenguaje.
Finalmente, en este brevísimo paseo, podemos encontrar la diferente opinión de K. Popper. La filosofía no tendría por objeto analizar conceptos ni significados sino buscar verdades o teorías verdaderas. No puedo extenderme en las implicaciones de esta afirmación, vinculada a su teoría falsacionista. En todo caso, me parece muy pertinente su idea de que la filosofía tiene que partir del sentido común acrítico y llegar a un sentido común esclarecido y crítico.
No es de extrañar, si nos adherimos a esta última concepción de la filosofía, que Sócrates tuviera que beber la cicuta. No hay nada más molesto que un filósofo, como el maestro Sócrates, que les dice a sus conciudadanos lo que hacen bien y lo que hacen mal. ¿Quién este tío para decirnos lo que deberíamos hacer? ¿No sabemos nosotros que ‘nada es verdad ni es mentira, sino que todo es según el color con que se mira’? Entonces ¿Para qué preocuparse? Que cada uno diga lo que quiera, porque todo es igualmente respetable. ¿Es así?
Me temo que ya estoy formulando una pregunta filosófica. ¿Es cierto, por ejemplo, que tan respetable es la opinión del violador como la de la violada? ¿La del torturador y la del torturado? ¿La del nazi y el demócrata? Si es así, no nos quejemos cuando se construyan campos de concentración. ¿Será verdad que todo es igualmente respetable? Tal vez la filosofía pueda ayudarle si usted quiere ayudarse a sí mismo. Entonces ¿Por qué quieren prescindir de ella los socialistas?
Uno de los interesantes filósofos actuales, S. Toulmin, nos da un ejemplo iluminador. Por circunstancias que no vienen al caso, un padre y su hijo discuten de forma acalorada. Tan es así, que el hijo descubre, por primera vez, no a un padre sino a un hombre enfurecido. Y le vienen sensaciones nuevas. Siente disgusto, rabia, y piedad. Pero entra en la mente del hijo un nuevo pensamiento, ¿Qué es, o qué significa, estar enfurecido? ¿Qué significa tener autoridad paternal? La autoridad que el padre había tenido y que ahora se estaba diluyendo. Estas preguntas y otras como querer saber qué es actuar bien, o actuar mal, o el sentido de la ‘amistad’, o del ‘amor’, o de otros conceptos que forman parte de nuestras vidas, son preguntas filosóficas.
Dijo Kant, ‘la ciencia es el conocimiento organizado y la sabiduría es la vida organizada’. O sea, el saber filosófico que nos acompaña hacia la sabiduría, es el que nos ayuda a tener una vida organizada. ¿Qué significa esto? Que no estamos atrapados, forzosamente, por el sentido común dominante y acrítico. Podemos, por el contrario, aceptar el sentido común ilustrado. El que ha pasado por el cedazo de la argumentación, de la reflexión y de la crítica.
Pero, es cierto, tal actitud reflexiva y crítica puede acarrearnos problemas. Ya nunca más nos sentiremos plenamente reconfortados por el sedante e hipnótico calor de la tribu. O por el ‘calor del establo’, como decía Nietzsche, recordando cómo las vacas se echan mutuamente el aliento. ¿Querrán esto nuestros legisladores progresistas, para manipular mejor al populacho? ¿Será Educación para
¿Lo respetará el gobierno socialista? ¿O preferirá educar una ‘ciudadanía progresista’ a su medida?
‘Cada pueblo tiene los gobernantes que se merece’, dijo W. Churchill. Yo añadiría, ‘si puede elegirlos’. Y este es nuestro caso.
Sebastián Urbina.
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