¡Sálvese quien pueda!
ANTONIO ALEMANY DEZCALLAR
Munar cae mal y, curiosamente, ella se pregunta por qué cuando, en alguna ocasión, se ha lamentado de que se la presentaba como una especie de Cruella de Vil. Sin embargo, hay razones objetivas para que su imputación haya sido acogida, de forma casi unánime, con alborozo rayano en el entusiasmo. Cuatro son las razones para la impopularidad. Primera, ha utilizado torticeramente la función arbitral de su partido para alterar la voluntad de las urnas y en función de sus intereses. Segunda, lo que era un secreto a voces, unánime y generalizado, se ha confirmado en estos últimos tiempos: UM es un partido para la corrupción, desde la corrupción a secas hasta la reiterada, pública y notoria corrupción clientelar mediante la compra de votos por la vía de la colocación o la subvención del número suficiente de votantes que le garantizan su función arbitral. Tercera, los signos externos, siempre los signos externos que pierden a los políticos, evidenciaban hasta que punto el usufructo del poder podía convertir a una modesta política en la “mujer más rica de Mallorca” como se ha cansado de proclamar su amigo y gran beneficiario, Pedro Serra. Y, cuarto, la prepotencia, entreverada de chulería, de quién se ha creído impune e inmune. Ya se lo dijo a un Pedro J. Ramirez estupefacto en Pula y en mi presencia y en presencia de otros comensales: “No me encontrareis nada y si me encontráis, esto, aquí, no está mal visto”.
Munar ha sido como una garrapata adherida saprofíticamente a una lamentable escena política balear, con dos grandes partidos que han constituido la base, tan corrupta como putrefacta, que permite la vida, el desarrollo y crecimiento del saprofito. Ni Munar ni UM hubieran sido posibles sin la cooperación necesaria de un PSOE y un PP carentes de toda ética que no pase por la ocupación física del poder. Hasta la izquierda flamígera- PSM, comunistas y ecologistas- y transida de una moralidad de boquilla se ha prostituido en dos legislaturas participando en la indecencia. Hasta tal punto, que la necesaria regeneración del cuerpo político balear pasa , necesaria e imperativamente, por la prueba de colocar a UM en el sitio que las urnas le otorgan. Hasta ahora, ningún partido se ha pronunciado sobre el particular, lo cual nos advierte de una corrupción estructural de la que no se salva nadie, por ahora, al menos.
El fin de Munar- pase lo que pase, nada volverá a ser como antes- es tan penoso como su trayectoria política. Munar no tiene siquiera la gallardía de asumir sus responsabilidades y se comporta como el capitán que da la culpa a los soldados por perder una batalla. Sin embargo, el ¡sálvese quien pueda! no tiene visos de funcionar. En primer lugar, porque la puntillosa instrucción que ha desembocado en su imputación no es ninguna broma ni un ejercicio de fuegos artificiales. En segundo lugar, porque los indicios son tan abrumadores que es imposible no sean subsumidos en los supuestos contemplados por la norma penal. Y, tercero, porque el agarrarse desesperada e indecentemente a un certificado médico para quitarse las pulgas de encima y adjudicarlas a sus colaboradores es de una solemne ingenuidad. La aprobación, mediante voto, de una mangurrinada es el fin de todo un proceso que se perfecciona en la votación pero que viene preparándose desde lejos. La votación es el acto formal que ratifica toda la serie de irregularidades e ilegalidades materiales que, en tracto sucesivo, han desembocado en la ratificación de la mangurrinada.
Curiosamente, exhibiendo la excepción de ausencia por enfermedad para eludir responsabilidades, Munar reconoce sibilinamente la ilegalidad de lo de Can Domenge. Ella cree que la ilegalidad está, sólo, en la votación. Los actos preparatorios y el cerebro conductor no existen para ella. Va lista.
1 comentario:
Vergonzoso es que se esconda detrás de una
Enfermedad,más teniendo en cuenta que el cancer
Que padece NO es reciente!!!
Publicar un comentario