DAMIÁN RUIZ. COSA NOSTRA.
En Cataluña nunca pasa nada. Los habitantes periféricos tienen sus grandes centros comerciales con sus salas multicines, su Justo Molinero, un radiofonista de éxito al que Convergencia le encargó la campaña “Ponga flores en su balcón”, una manera de integrar a los inmigrantes españoles del sur en el paraíso catalán, y sus descendientes pueden acceder a las universidades públicas para conseguir sus licenciaturas, y así engrosar las listas del paro con dignidad.
Pero una vez que hemos definido a los extras de la película, bueno será hablar de los protagonistas, que siempre son los mismos. En el Edén, que es donde vivo, existe un fino techo de cristal que separa a los que se reparten el pastel del grueso de la población. Pero como son muy hábiles, están permanentemente convocando castings para dar de vez en cuando la sensación de que si quieres y vales, puedes entrar a formar parte de la casta politiquito-subvencionado-empresarial, cosa que es, en la realidad, harto imposible.
Veamos cómo funciona: De entrada tienes que pertenecer a algún clan que esté “en red”, luego ya no importa si quieres ser “conseller de la generalitat”, empresario de bidets o director de teatro. Lo importante es que tu ideología sea la correcta y que estés dispuesto a favorecer a los miembros de la “famiglia”.
Si eres empresario, los politiquitos te comprarán a ti lo que necesiten para decorar el paisaje en el que habitan los extras, tú a cambio tienes que apoyar a esos politiquitos, y si eres de los que necesitan subvenciones para vivir, los politiquitos te darán un cargo o te pagarán una película. La cuestión es que nada salga de la red.
De vez en cuando convocarán un concurso público para que algún desgraciado con un currículum vitae de siete páginas se presente, y… si todos los miembros de la gran “famiglia” ya están colocados, le den el puesto, previa prueba del algodón que constate un pensamiento adecuado, el cual debe responder a cinco normas básicas: ser anodino, considerar que “España nos roba” como primer mandamiento, ser suficientemente nacionalista, ligeramente progresista y creativamente provinciano.
Y bueno, la cuestión es que en esta balsa de aceite también hay corrupción… pero con una diferencia respecto al resto de España, y es que de ello no se discute. En lo único en lo que todos los partidos están de acuerdo es en criticar que los presuntos imputados hayan salido por televisión con las manos esposadas. Y cierto es que quizás no es algo correcto cuando todavía no hay una sentencia firme al respecto, y que la presunción de inocencia debe prevalecer incluso en temas de imagen pública, pero también es bastante sospechoso el hecho de que sea eso lo que más les ofende.
Y es que socialistas y convergentes tienen narcotizada a la población civil catalana, y mutuamente se alternan en el poder para que, como decía Lampedusa, todo cambie para que todo siga igual. La cuestión es que son siempre ellos y ellos, la misma élite política, los mismos clanes culturales, los mismos empresarios apadrinados… y ahora les han salido tres o cuatro renombrados y supuestos corruptos.
No se preocupen, aquí no pasará nada, porque nunca pasa nada. Correrán un tupido velo con la complacencia de casi todo el arco parlamentario catalán, y si alguien desde la propia comunidad o desde fuera de ella tiene la ocurrencia de dar más vuelo al tema se le acusará de anticatalán, de imperialista español o de antidemocrático, y santas pascuas.
Y todo esto, para que nadie me malinterprete, lo escribo desde una posición constitucionalista. Que no me confundan, por favor, y me ubiquen donde no estoy, que ya sé que Cataluña es solo “cosa vostra” (cosa vuestra) y yo soy un simple extra que pasaba por ahí. (El Manifiesto)
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