DERECHO A DECIDIR ¿PARA QUÉ?
Fracaso: El referéndum alegal por la independencia de Cataluña ha permitido visualizar la diferencia entre la Cataluña virtual de los nacionalistas en el poder y la Cataluña real. Mientras la Cataluña virtual creó una atmósfera próxima al éxtasis independentista, la Cataluña Real le daba la espalda al montaje en silencio. Sólo votaron el 27,54 % de un total de 700.000 ciudadanos inscritos en 166 municipios especialmente nacionalistas. Y además, el derecho a voto llevaba trampa. ¿Cómo se puede hacer un recuento de la participación si no disponían de censo? Y en el caso de tenerlo, ¿cómo pretenden colar la participación dada, si los menores de 18 años e inmigrantes sin derecho a voto inflacionaban artificialmente la relación entre número de votantes y censo de la población con derecho a voto legal? Más datos, si el 3,21% de voto negativo deja el sí en un 24,33 % favorables a la independencia, si excluimos los votantes de 16 y 17 años, además de los inmigrantes que pudieron llegar al 8 o 10 % del total –según sus propios datos–, nos encontramos sólo con un 14,33 % a un 16,33% de voto afirmativo por la independencia. O sea, lo que sabemos desde hace años. Menos aún de lo que la última encuesta del CEO daba como posibles partidarios del sí (un 21,6%). Démoslo por bueno. Pero de ahí a que nos pretendan colar que Cataluña es independentista, va un trecho. El eterno chantaje a las instituciones gubernamentales y a los órganos judiciales. Siempre tienen algo por reivindicar. Ahora es el Estatuto.
Éxito: Hasta aquí un mínimo análisis del fracaso independentista. Ahora bien, también han cosechado triunfos. Han logrado una colosal campaña publicitaria secesionista sin coste económico alguno y han conseguido centrar el debate político de las próximas dos décadas en el espacio independentista. ERC puede estar contento. CiU no tanto y el PSC aún debe estar ideando mecanismos de defensa para salir airoso del atolladero. Al fin y al cabo, éste último es uno de sus máximos responsables por su sumisión a la realidad virtual a la que no ha sabido o querido enfrentarse.
Derecho a decidir... ¿para qué?: Pero más allá de los triunfos y fracasos de una iniciativa alegal, debería preocuparnos la tramposa propuesta con la que nos venden los secesionistas sus ideas más reaccionarias: "El derecho a decidir". Como siempre, maestros de sofismas, los nacionalistas nos cuelan ofendidos una proclama reaccionaria, por revolucionaria. Es fácil confundir, ¿quién se opondría a qué podamos decidir sobre nuestras vidas, sin arriesgarse a ser tratado de carca? Ahí está la trampa, vender como derecho inalienable a la libertad lo que es un atentado contra la esencia de la democracia: los límites de la ley. Sin normas no hay democracia. Por eso, en una democracia no se puede decidir todo a capricho ni en cualquier momento. Hasta el derecho a decidir está regulado por las leyes. Sólo faltaría que un pueblo entero culpara de imperialista a la Constitución por que no permitiera a sus ciudadanos el "Derecho a Decidir" en referéndum popular el cambiar las normas de circulación cómo y cuándo le diera la gana como si tales cuestiones dependieran de parte y no del todo.
Hay algo todavía más inquietante, la naturaleza sectaria del "Dret a decidir". ¿Derecho a decidir, para qué? Joan Laporta, el presidente del Barça, ha dicho "Derecho a decidir para gestionar nuestra identidad y nuestra lengua". Efectivamente, "Derecho a decidir" para imponer el catalán como única lengua oficial de Cataluña; o si quieren, para excluir de los derechos lingüísticos castellanohablantes a más de la mitad de los ciudadanos de Cataluña y levantar un muro lingüístico contra el resto de españoles. Derecho a decidir para imponer una identidad cultural única emanada del sectarismo nacional catalanista; o si prefieren, derecho para avergonzar a cualquier manifestación artística de raíz española.
Derecho a decidir los sentimientos nacionales que debemos sentir, derecho a decidir en régimen de monopolio el destino de los impuestos recaudados a 7,5 millones de españoles como si fueran patrimonio de Cataluña y no de la soberanía de todos los españoles. Derecho a decidir armarse hasta los dientes para lograr la reunificación de "Els païssos catalans". Derecho a decidir la reducción de la liga española a la catalana con la inevitable reducción de duelos hoy tan atractivos como el Barça/Madrid, por el Barça/Girona. Derecho a decidir que la última instancia de los Tribunales de justicia acaben en el TSJC, el sueño dorado de Millets y Prenafetas. Derecho a decidir... sigan ustedes y verán a donde irían a parar los derechos constitucionales de los españoles que vivimos hoy en Cataluña. Pero ese es otro artículo, el que deberían empezar a escribir los partidos no nacionalistas de Cataluña, incluido el PSC y los dos grandes partidos nacionales.
Es preciso arrancarle la piel de cordero a este impresentable "Derecho a decidir" y aguantar las náuseas ante las vísceras racistas que quedarían al descubierto.
P.D: Si no lo tienen claro, reparen en el cinismo de la reivindicación. Mientras reclaman el "Derecho a decidir" como un derecho democrático básico, no reconocen el derecho de los padres a poder elegir el idioma oficial en que desean que estudien sus hijos a través de una casilla que se niegan a poner en la preincripción de principios de curso. Incluso contra la ley. Así lo ha establecido en sentencia firme El Tribunal Supremo, el 12 de diciembre del 2008. El Gobierno de la Generalitat de Cataluña sigue incumpliéndola. Derecho a decidir... ¡tiene guasa! (Antonio Robles/LD)
6 comentarios:
El derecho a decidir que los aficionados no puedan volver a disfrutar de ver a José Tomás saliendo por la puerta grande de la Monumental. El derecho a decidir que la Vall d'Aran y Valencia y Baleares somos los Països Catalans (sin derecho a decidir ninguno). El derecho a decidir que los que no son nacionalistas vivan sometidos al nacionalismo. Podría seguir, pero Antonio Robles lo ha resumido perfectamente: piden el derecho a decidir por los demás, no por ellos mismos. Por encima de la ley como los mejores villanos de los westerns. Que por la fuerza imponían sus decisiones, aunque no fueran legales. Aunque, a pesar de todo, aún prefiero a Liberty Valance antes que a Carod.
Per saber amb certesa absoluta quants d'independentistes hi ha España ho té fàcil. Que faci com el Canadà i convoqui un referèndum.
La pregunta bàsica, el bessó de la qüestió, el rovell de l'ou, és qui fixa l'àmbit de la sobirania i quin ha de ser aquest.
Per als espanyols és una meravella que la seva Constitución diu que la sobirania resideix en un pueblo español dels quals els castellans en són un 80 %.
A partit d'aquí tenen guanyades totes les eleccions i referèndums.
L'àmbit de sobirania el fixen les lleis. I el 80% dels espanyols no són castellans. Tanta sort que el teu fort era l'aritmètica...
L'àmbit de la sobirania, és a dir les fronteres, el fixa la força, excepte comptadíssims casos com la separació entre Txèquia i Eslovàquia el 1993.
Algú dubta que si España hagués guanyat la guerra de 1898 avui Cuba, Filipines i Puerto Rico serien part inescindible de la nación española i els seus habitants més espanyols que els de Caravaca?
Per això els independentistes volem que les fronteres es fixin de mutu acord, parlant, votant.
Aprofundint radicalment en la democràcia. Com a Montenegro (nom venecià de Crna Gora).
Quan dic castellans, vull dir parlants de castellà o naturals de l'antic regne de Castella. I si no és el 80 serà el 70 o 60; en tot cas, molt més del 50 per cent.
Me n'afluix d'anar a l'encicloèdia i dir la dada amb dos decimals.
Esta falta de respeto por la legalidad (cuando tal legalidad no les conviistas ¡buenaene) y por la libertad ajena (véase la opresión nacionalista, con muertos en las Vascongadas y sin muertos en Cataluña)permite entender que el nacionalismo haya sido el origen de tanta guerras. Y siguen igual. De ahí que sigan siendo un peligro para la libertad.
Con independencia de que haya nacionalistas que sean 'buenas istas buenas personas'. También había falangistas 'buenas personas'.
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