miércoles, 6 de enero de 2010

GALICIA BILINGÜE.





GLORIA LAGO Y EL PP.


Núñez-Feijoo ha calificado de «deplorable la actitud de los que optan por el uso de la violencia frente a los valores del diálogo y tolerancia propios de la democracia». El Partido Popular de Galicia ha apostado por un ‘bilingüismo cordial y ha añadido que ‘las prácticas intimidatorias’ no son adecuadas para alcanzar consensos. En fin, casi todo el mundo (salvo la gentuza) ha condenado las amenazas y los insultos proferidos contra Gloria Lago y Galicia Bilingüe. Por no hablar de las pintadas aparecidas en las proximidades de la residencia de la presidenta de GB y en su coche, al que, además, le rompieron una ventanilla.

Me centraré en la responsabilidad del Partido Popular. Por supuesto, la primera responsabilidad es la de quienes realizan tales conductas. Pero no es la única responsabilidad. Tenemos que recordar aquí, a pesar de las diferencias, la famosa frase del Gran Timonel Arzallus: ‘Unos mueven el árbol y otros recogen las nueces’. Esta profunda filosofía nacionalista no es propia de ningún sitio en concreto. El chantaje, con mayor o menor delicadeza, es una característica de los nacionalismos. Un hecho diferencial, como les gusta decir.

No pretendo insinuar que Núñez-Feijoo es el responsable de estos comportamientos salvajes. No lo es. Pero el Partido Popular, en general, es responsable de no haber tenido una línea clara y contundente en cuestiones de principio. Por ejemplo, en la cuestión lingüística. ¿Es la cuestión lingüística una cuestión de principio? Por supuesto. Afecta directamente a la libertad de las personas.

Recordaré, aunque ya no es progresista hacerlo, el artículo 3 de nuestra Constitución: ‘El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla’. O sea, se trata de que los españoles puedan aprender el castellano en los colegios y puedan hablar el castellano (o español) en España. Pues bien, aunque parezca mentira, no se respeta esta libertad básica.

Recientemente, entre quince y veinte mil ciudadanos participamos en una manifestación por la libertad lingüística en Palma de Mallorca. En Baleares, más del 90% de los colegios enseñan exclusivamente en catalán. Es decir, que si unos padres quieren que sus hijos sean enseñados en la lengua castellana (o española) tendrán que pagarse un colegio privado/privado. Por supuesto, si usted pregunta por ahí, le dirán que no hay ningún problema. Que los que se quejan son unos fachas. Los nacionalistas llevan mintiendo desde que tienen las competencias educativas. Perdón, en realidad llevan mintiendo hace mucho más tiempo, pero me refiero a lo de ahora. Desde que tenemos la Constitución de 1978.

Desgraciadamente, los socialistas han mentido (y siguen mintiendo) con una pasmosa naturalidad. Hasta tal punto que no sabe uno si el primer premio debería concederlo a los nacionalistas o a los socialistas. Y cuando un socialista no miente, es convenientemente marginado. Por ejemplo, Joaquín Leguina. En su prólogo al ‘Estado fragmentado’ de Sosa Wagner dice: ‘Un Estatuto, el aprobado el 30 de Septiembre de 2005, desleal hasta las cachas con la Constitución vigente y que se puede resumir en una frase castiza: ‘’Lo mío, mío, y lo tuyo a pachas’’.

La deslealtad de los nacionalistas es un virus del que no voy a hablar pero del que todos conocemos sus destructivos efectos. Aunque la deslealtad nacionalista no se limita al aspecto lingüístico ¡faltaría más! Pero ahora hablamos de este problema. Y aquí compite el derecho a la libertad de aprender y hablar el castellano (o español) de los españoles, reconocido por la Constitución, con los mitos identitarios (y sus intereses) que pretenden estar por encima de la ley democrática. Y lo consiguen, entre otras cosas, por una nefasta e injusta ley electoral que prima los votos nacionalistas.

Recordemos, entre muchos ejemplos que se podrían citar, que, en las elecciones generales, UPyD, con 300.000 votos consiguió un diputado, y el PNV, con parecidos votos (unos cuantos menos) consiguió seis. O sea, un nacionalista vale por seis españoles. Pero los nacionalistas no sólo están consiguiendo trocear el Estado Español (y cuidado con España) por esta nefasta e injusta ley electoral. Han tenido, además, la colaboración de los dos grandes partidos para seguir con su proceso de demolición.

Puedo aceptar que hay millones de personas (iba a decir ‘ciudadanos’) que les encanta que les mientan. Recordemos el debate entre Solbes y Pizarro. El ex ministro Solbes mintió con maestría y, según los espectadores, ganó el combate. Pizarro, aunque analizó correctamente la situación, lo perdió. ¿Por qué? Porque millones de personas prefieren que les digan lo que quieren oír. ‘Tranquilo, no hay problemas. Y si los hay, es culpa de la derechona. Bush, Aznar y algún otro’.

Pero, dejando aparte, el encanto que tienen las mentiras ‘progresistas’ ¿es aceptable que un partido, supuestamente liberal-conservador, como el PP, sea tan acomplejado a la hora de defender las libertades ciudadanas? Y con esto vuelvo al principio. Las gentes de mentalidad totalitaria no interpretan las cesiones y concesiones como gestos de amistad, benevolencia o deseos de consenso. Al contrario, lo interpretan como un gesto de debilidad.

Estas actitudes políticas, del Partido Popular en general, y de Núñez-Feijoo en particular, alientan y estimulan a los bárbaros identitarios. Debidamente animados por ciertos medios de comunicación y por ciertos políticos. La consecuencia es que los ciudadanos decentes se sienten indefensos. Y Gloria Lago, aunque más valiente que Núñez-Fijoo, está pagando un precio que no debería pagar por defender la libertad propia y ajena.

Si los que debieran dar ejemplo, lo dieran, los bárbaros irían con más cuidado. Los políticos del Partido Popular deberían tener bien presente que esto del ‘talante’ y otras idioteces similares son propias del ‘socialismo zapateril’. Que no las importen. Les basta con las que ya atesoran. Y cuidado. Pueden perder muchos votos si siguen haciendo el tonto. El tonto acomplejado.

Sebastián Urbina.

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